VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - El mundo contamina la Iglesia

viernes, 8 mayo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la homilía tenida con ocasión de la ordenación sacerdotal de la Diócesis de Roma, en San Pedro, el 3 de mayo de 2009, domingo del Buen Pastor, el Santo Padre Benedicto XVI, entre otras reflexiones, ha afirmado: "Es necesario prestar atención a una realidad de hecho: este "mundo", interpretado en sentido evangélico, asecha también a la Iglesia, contagiando a sus miembros e incluso a los ministros ordenados. Bajo la palabra "mundo" san Juan indica y quiere aclarar una mentalidad, una manera de pensar y de vivir que puede contaminar incluso a la Iglesia, y de hecho la contamina; por eso requiere vigilancia y purificación constantes”.
Es pues necesario y urgente, vigilar porque no todo lo que el mundo dice, propone, afirma y, a veces, impone, es bueno, ¡más bien lo contrario! Una cierta mentalidad, que consideraba que es indistintamente bueno todo lo que proviene del mundo, sencillamente porque es "obra del hombre” que es "obra de Dios", revela hoy su inadecuación: sea respecto a la verdad de fe del pecado de los Orígenes (a menos que no se la quiera negar) sea en la confrontación concreta con la realidad cotidiana que muestra, incansablemente, como el progreso del mundo no coincide, en modo alguno, con el progreso moral del hombre, ni con su verdadera felicidad.
El cristiano, a aún más el sacerdote y el misionero, saben bien que el mundo debe ser evangelizado; el mundo está llamado a la conversión, a escuchar la invitación de Cristo que anuncia: "¡Convertíos y creed en el Evangelio!". Sólo la dinámica de la conversión abre los ojos de la mente, iluminándolos y ayudando a comprender que es el mundo el que debe convertirse a Dios y no al contrario. Esta claridad de juicio, que se alimenta con la oración y la penitencia, lleva a esa "constante vigilancia y purificación" de la polución mundana en la Iglesia.
Un envenenamiento no teórico sino real, contra el que se debe siempre luchar, con absoluta claridad y fidelidad. Una polución que es muy insidiosa porque, traduciéndose en mentalidad y estando ampliamente difundida por los medios de comunicación social, invierte toda realidad, no sin excluir ni siquiera a los consagrados y sacerdotes.
El mundo contamina la Iglesia cada vez que se anteponen las propias subjetivas opiniones o los propios gustos personales, a la doctrina común y a esa autorizada enseñanza, sea de modo ordinario que de modo extraordinario, del Magisterio; cada vez que la palabra de sus apóstoles y sus colaboradores, no es el "sí sí, no no" de evangélica memoria sino esa búsqueda extenuante de mediaciones humanas, que tantas veces terminan en compromisos, que corre el peligro de manifestar poca confianza verdadera en la gracia sobrenatural y un exceso de confianza en la acción humana; todavía, el mundo contamina la Iglesia cada vez que se celebra la liturgia de modo espectacular, no conforme a las normas litúrgicas y al Espíritu de la Liturgia y, sobre todo, sin escuchar a aquellos que son, expresados de modos diversos, los deseos del Santo Padre para toda la Iglesia.
En definitiva lo que permite al mundo contaminar la Iglesia, es sobre todo el hombre, es la falta de humildad que, incluso ha determinado la revolución antropológica. Si es una verdad que el mundo contamina a la Iglesia, pedimos la gracia de ser guiados por la realidad, en una continua vigilancia. (Agencia Fides 8/5/2009)


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