VATICANO - Benedicto XVI a la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales: "Los derechos humanos están enraizados en una participación de Dios, que ha creado a cada ser humano con inteligencia y libertad. Si esta sólida base ética y política se ignora, los derechos humanos se debilitan”

martes, 5 mayo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “La ley natural es una guía universal reconocible por todos, sobre la base de que todo el mundo puede comprender y amar recíprocamente a los demás. Los Derechos Humanos, por tanto, están en última instancia enraizados en una participación de Dios, que ha creado a cada ser humano con inteligencia y libertad. Si esta sólida base ética y política se ignora, los derechos humanos se debilitan ya que han sido privados de sus fundamentos. La acción de la Iglesia en la promoción de los derechos humanos se apoya por tanto en la reflexión racional, como una forma en que estos derechos pueden ser presentados a toda persona de buena voluntad, independientemente de la afiliación religiosa que pueda tener”. Lo ha recordado el Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la asamblea plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, recibidos en audiencia el 4 de mayo.
Después de haber subrayado la elección de la academia de volver, por medio de esta Asamblea plenaria, "a la cuestión central de la dignidad de la persona humana y de los derechos humanos", el Santo Padre ha continuado: "La Iglesia siempre ha afirmado que los derechos fundamentales, por encima y más allá de las diferentes formas en que han sido formulados y los diferentes grados de importancia que hayan tenido en los diversos contextos culturales, deben ser mantenidos y concedido el reconocimiento universal porque son inherentes a la naturaleza misma del hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Si todos los seres humanos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, comparten en consecuencia una naturaleza común que los une y que reclama el respeto universal”.
Recorriendo a grandes rasgos los últimos períodos de la historia del hombre, siempre contraseñada por una creciente conciencia de los derechos humanos en cuánto tales y de su universalidad, Benedicto XVI ha observado que "los Derechos Humanos se convirtieron en el punto de referencia de un ethos universal compartido - por lo menos a nivel de aspiración- para la mayor parte de la humanidad. Estos derechos han sido ratificados por prácticamente todos los Estados del mundo. El Concilio Vaticano II, en la Declaración Dignitatis Humanae, así como mis predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, se refirieron fuertemente al derecho a la vida y al derechos de libertad de conciencia y religión como el centro de esos derechos que brotan de la propia naturaleza humana”.
Aun no siendo en sentido estricto "verdades de fe", los derechos humanos “reciben ulterior confirmación de la fe" ha subrayado el Santo Padre, quien ha continuado: " está claro a la razón que, viviendo y actuando en el mundo físico como seres espirituales, hombres y mujeres perciben la presencia de un logos que les permite distinguir no sólo entre lo verdadero y lo falso, sino también entre el bien y el mal, entre lo mejor y lo peor, entre la justicia y la injusticia. Esta capacidad de discernir -esta actuación radical- hace a toda persona capaz de aprehender la "ley natural", que no es otra cosa que una participación en la ley eterna”.
El Pontífice ha recordado a continuación que en sus encíclicas observa que "la razón humana debe ser constantemente purificada por la fe, en la medida en que está siempre en peligro de una cierta ceguera ética causada por las pasiones desordenadas y el pecado; y, por otra parte, en la medida en que los derechos humanos necesitan ser reapropiados de nuevo por cada generación y por cada individuo, y en la medida en que la libertad humana - que progresa a través de la sucesión de elecciones libres- siempre es frágil, la persona humana necesita el amor y la esperanza incondicionales que sólo pueden encontrarse en Dios y que llevan a participar en la justicia y la generosidad de Dios a los demás". Esta perspectiva llama la atención sobre algunos de los más graves problemas sociales de las últimas décadas y sobre la creciente conciencia "de un contraste estridente entre la atribución equitativa de los derechos y el acceso desigual a los medios para lograr esos derechos". Benedicto XVI ha definido por último como "una tragedia vergonzosa" el hecho de que una quinta parte de la humanidad sufra el todavía hambre, llamando a todos los responsables internacionales a colaborar "respetando el derecho natural y promoviendo la solidaridad y la subsidiariedad con las regiones y pueblos más débiles del planeta, como estrategia más eficaz para eliminar las desigualdades sociales entre países y sociedades y para aumentar seguridad global”. (S.L) (Agencia Fides 5/5/2009)


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