VATICANO - El Santo Padre Benedicto XVI recuerda el aporte de los Profesores de religión católica “para dar un alma a la escuela y asegurar a la fe cristiana una ciudadanía plena en los lugares de la educación y de la cultura”

lunes, 27 abril 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Que vuestra enseñanza sea siempre capaz, como fue la de Pablo, de abrir a vuestros estudiantes esa dimensión de libertad y de pleno aprecio del hombre redimido por Cristo como es en el proyecto de Dios, mostrando así a tantos muchachos y a sus familias, una verdadera caridad intelectual”. Es el deseo formulado por el Santo Padre Benedicto XVI a los Profesores de religión católica, recibidos en audiencia el 25 de abril.
“La enseñanza de la religión católica es parte integrante de la historia de la escuela en Italia”, dijo el Papa en su discurso. “El altísimo número de aquellos que escogen seguir esta disciplina es asimismo signo del valor insustituible que ella tiene en el camino formativo y un índice de los elevados niveles de calidad que ha alcanzado”. Lo que distingue cotidianamente el trabajo de los Profesores de religión, en unidad de intenciones con otros educadores y profesores, es “poner al centro al hombre creado a imagen de Dios”, en cuanto la dimensión religiosa “es intrínseca al hecho cultural, colabora a la formación global de la persona y permite transformar el conocimiento en sabiduría de vida”.
Prosiguiendo su discurso, el Pontífice afirmó: “Vuestro servicio, queridos amigos, se coloca justamente en este fundamental cruce, en el que – sin invasiones impropias o confusión de roles – se encuentran la universal tensión hacia la verdad y el bimilenario testimonio ofrecido por los creyentes en la luz de la fe, las extraordinarias vetas de conocimiento y de arte alcanzadas por el espíritu humano y la fecundidad del mensaje cristiano que tan profundamente vivifica la cultura y la vida del pueblo italiano. Con la plena y reconocida dignidad escolar de vuestra enseñanza, vosotros contribuís, por un lado, a dar un alma a la escuela y, por otro, a asegurar a la fe cristiana plena ciudadanía en los lugares de la educación y de la cultura en general. Gracias a la enseñanza de la religión católica, entonces, la escuela y las sociedades se enriquecen de verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad, en los que, descifrando el significativo aporte del cristianismo, se habilita a la persona a descubrir el bien y a crecer en la responsabilidad, a buscar el diálogo y a refinar el sentido crítico, a beber de los dones del pasado para comprender mejor el presente y proyectarse conscientemente hacia el futuro”.
En el contexto del Año Paulino, Benedicto XVI exhortó a mirar al Apóstol de los gentiles, en el que reconocemos “al discípulo humilde y fiel, al valiente anunciador, al genial mediado de la Revelación”, para alimentar la identidad “de educadores y de testigos en el mundo de la escuela”. Pablo, en la primera Carta a los Tesalonicenses (4,9), define a los creyentes como “instruidos por Dios”, que tienen a Dios por maestro. “En esta palabra encontramos el secreto mismo de la educación”, subrayó el Papa, quien recordó asimismo cómo “en la enseñanza paulina la formación religiosa no está separada de la formación humana… La dimensión religiosa, por lo tanto, no es una superestructura; ella es parte integrante de la persona, desde la primera infancia; es apertura fundamental a la alteridad y al misterio que preside cada relación y cada encuentro entre los seres humanos. La dimensión religiosa hace al hombre más hombre”.
Finalmente el Pontífice ha puesto en evidencia que “el conocimiento de la Biblia es un elemento esencial del programa de enseñanza de religión católica” y que al profesor de religión católica, “además del deber de la competencia humana, cultural y didáctica propia de todo docente”, le pertenece la vocación a manifestar que aquel Dios del que habla en las aulas constituye el punto de referencia esencial en su vida: “Lejos de constituir una interferencia o una limitación a la libertad, vuestra presencia es más bien un válido ejemplo de aquel espíritu positivo de laicidad que permite promover una convivencia civil constructiva, basada en el respeto recíproco y en el diálogo leal, valores de los que siempre tiene necesidad un país”. (S.L.) (Agencia Fides 27/4/2009; líneas 44, palabras 667)


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