VATICANO - El Papa recuerda en el Regina Cæli que es "el amor misericordioso de Dios el que une firmemente, hoy como ayer, a la Iglesia y el que hace de la humanidad una sola familia"; el deseo de una acción firme y concreta para prevenir y eliminar toda forma de discriminación e intolerancia

lunes, 20 abril 2009

Castel Gandolfo (Agencia Fides) – El domingo 19 de abril, II domingo de Pascua o de la Divina Misericordia y cuarto aniversario de Su elección al Pontificado, el Santo Padre Benedicto XVI ha dirigido el rezo del Regina Cæli en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, dónde ha pasado algunos días de descanso después de los ritos de la Santa Pascua. Antes de la oración mariana el Papa ha renovado sus "fervientes augurios pascuales, en este domingo que cierra la Octava de Pascua" y ha agradecido a todos los que le han hecho llegar una señal de afecto y cercanía espiritual por las festividades pascuales, por su cumpleaños - el 16 de abril -, y por el cuarto aniversario de su elección a la Cátedra de Pedro. "Agradezco al Señor por la coralidad de tanto afecto- ha dicho el Pontífice -. Como he tenido modo de afirmar recientemente, nunca me siento solo. Aún más en esta semana singular, que para la liturgia constituye un sólo día, he experimentado la comunión que me rodea y me apoya: una solidaridad espiritual, nutrida esencialmente de oración, que se manifiesta en mil modos. A partir de mis colaboradores de la Curia Romana, hasta las parroquias geográficamente más alejadas, nosotros católicos formamos y debemos sentirnos una sola familia, animada por los mismos sentimientos que la primera comunidad cristiana”.
Recordando el texto de los Hechos de los Apóstoles proclamado en este domingo, Benedicto XVI ha recordado que "la comunión de los primeros cristianos tenía como verdadero centro y fundamento a Cristo resucitado… Resucitado, Jesús dio a los suyos un nueva unidad, más fuerte que antes, invencible, porque está fundada no en los recursos humanos, sino en su misericordia divina, que les hizo sentir a todos amados y perdonados por Él. Es por tanto el amor misericordioso de Dios el que une firmemente, hoy como ayer, a la Iglesia y el que hace de la humanidad una sola familia; el amor divino, que mediante Jesús crucificado y resucitado nos perdona los pecados y nos renueva interiormente". A continuación Benedicto XVI ha recordado la decisión de Juan Pablo II de dedicar el segundo Domingo de Pascua a la Divina Misericordia, indicando a todos a "Cristo resucitado como fuente de confianza y de esperanza". Por último, el Pontífice ha invitado a confiar a Maria, invocada como "Reina del Cielo”, "sabiendo que su realeza es como la de su Hijo: todo amor y amor misericordioso", su servicio a la Iglesia.
Después de la oración mariana, el Santo Padre ha felicitado "a los hermanos y hermanas de las Iglesias Orientales que, siguiendo el Calendario Juliano, celebran hoy la santa Pascua". Después ha recordado el inicio, en Ginebra, de la Conferencia de examen de la Declaración de Durban del 2001 contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la relativa intolerancia: “Se trata de una iniciativa importante porque aún hoy, a pesar de las enseñanzas de la historia, se registran estos fenómenos deplorables… se requiere una acción firme y concreta, a nivel nacional e internacional, para prevenir y eliminar toda forma de discriminación y de intolerancia. Es necesaria, sobre todo, una vasta obra de educación, que exalte la dignidad de la persona y tutele sus derechos fundamentales. La Iglesia, por su parte, reafirma que sólo el reconocimiento de la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, puede constituir una referencia segura para este empeño. Desde este origen común, de hecho, brota un destino común de la humanidad, que debería suscitar en cada uno y en todos un fuerte sentido de solidaridad y de responsabilidad". (S.L) (Agencia Fides 20/4/2009)


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