VATICANO - El Papa a la Plenaria de la Congregación para el Clero: " La centralidad de Cristo trae consigo la justa valoración del sacerdocio ministerial, sin la cual no existirían ni la Eucaristía ni, por tanto, la misión ni la misma Iglesia”

martes, 17 marzo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En vísperas de su primer viaje apostólico a África, el Santo Padre Benedicto XVI ha recibido en audiencia el 16 de marzo a los participantes en la Plenaria de la Congregación para el Clero que tiene por tema "La identidad misionera del presbítero en la Iglesia, como dimensión intrínseca del ejercicio de los tria munera".
"Si la Iglesia entera es misionera - ha dicho el Papa en su discurso - y si todo cristiano, en virtud del bautismo y de la confirmación, quasi ex officio recibe el mandato de profesar públicamente la fe, el sacerdocio ministerial, también desde este punto de vista, se distingue ontológicamente, y no sólo de grado, del sacerdocio bautismal, llamado también sacerdocio común. Del primero, de hecho, es constitutivo el mandato apostólico : “Id a todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15). Este mandato no es, lo sabemos, un simple encargo confiado a sus colaboradores; sus raíces son más profundas y deben buscarse mucho más lejos”.
El Santo Padre ha puesto en evidencia que "la dimensión misionera del presbítero nace de su configuración sacramental a Cristo Cabeza: esta trae consigo, como consecuencia, una adhesión cordial y total a aquella que la tradición eclesial ha reconocido como la apostolica vivendi forma. Esta consiste en la participación en una “vida nueva” espiritualmente entendida, a ese “nuevo estilo de vida” que fue inaugurado por el Señor Jesús y que fue hecho propio por los Apóstoles. … A la luz de esto parece claro cómo los tria munera son en primer lugar un don, y sólo como consecuencia un oficio, antes una participación en una vida y por ello una potestas" Aunque la tradición eclesial ha desvinculado "justamente la eficacia sacramental de la situación existencial concreta del sacerdote”, es siempre indispensable la " tensión hacia la perfección moral, que debe habitar en todo corazón auténticamente sacerdotal”.
A este punto el Santo Padre ha anunciado la convocatoria de un "Año Sacerdotal", del 19 de junio de 2009 al 19 de junio de 2010, en el 150° aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Juan Maria Vianney, "verdadero ejemplo de Pastor a servicio del rebaño de Cristo", durante el cual se promoverán diversas iniciativas espirituales y pastorales con el fin de " hacer percibir cada vez más la importancia del papel y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea”.
Benedicto XVI se ha centrado después en ilustrar la misión del presbítero "en la Iglesia". " Semejante dimensión eclesial, de comunión, jerárquica y doctrinal es absolutamente indispensable a toda autentica misión y, por sí sola, garantiza su eficacia espiritual. Los cuatro aspectos mencionados deben ser siempre reconocidos como íntimamente relacionados: la misión es “eclesial” porque nadie anuncia o se lleva a sí mismo, sino que dentro y a través de su propia humanidad, todo sacerdote debe ser bien conciencia de llevar a Otro, Dios mismo, al mundo… La misión es “comunional” porque tiene lugar en una unidad y comunión que sólo de forma secundaria tiene también aspectos relevantes de visibilidad social… Finalmente las dimensiones “jerárquica” y “doctrinal” sugieren reafirmar la importancia de la disciplina “(el término está unido con “discípulo”) eclesiástica y de la formación doctrinal, y no sólo teológica, inicial y permanente”.
Continuando en su discurso, el Pontífice ha puesto en evidencia la importancia de la formación de los candidatos al ministerio, exhortando a los Pastores a cultivar "relaciones humanas realmente paternales" con sus sacerdotes, preocupándose de su formación permanente, sobre todo bajo el perfil doctrinal y espiritual. "La misión tiene sus raíces de modo especial en una buena formación, llevada a cabo en comunión con la Tradición eclesial ininterrumpida, sin rupturas ni tentaciones de discontinuidad. En este sentido, es importante favorecer en los sacerdotes, sobre todo en las jóvenes generaciones, una correcta recepción de los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II, interpretados a la luz de todo el bagaje doctrinal de la Iglesia. También parece urgente la recuperación de esta conciencia que empuja a los sacerdotes a estar presentes, identificables y reconocibles tanto por el juicio de la fe, sea por las virtudes personales, sea también por el vestido, en los ámbitos de la cultura y de la caridad, desde siempre en el corazón de la misión de la Iglesia”.
En la parte conclusiva del su discurso a la Plenaria de la Congregación para el Clero, el Papa ha subrayado que "como Iglesia y como sacerdotes anunciamos a Jesús de Nazaret Señor y Cristo, crucificado y resucitado, Soberano del tiempo y de la historia, en la alegre certeza de que esta verdad coincide con las esperanzas más profundas del corazón humano. En el misterio de la encarnación del Verbo, es decir, en el hecho de que Dios se ha hecho hombre como nosotros, está tanto el contenido como el método del anuncio cristiano. La misión tiene aquí su verdadero centro propulsor: en Jesucristo, precisamente. La centralidad de Cristo trae consigo la justa valoración del sacerdocio ministerial, sin la cual no existirían ni la Eucaristía ni, por tanto, la misión ni la misma Iglesia. En este sentido es necesario vigilar para que las “nuevas estructuras” u organizaciones pastorales no estén pensadas para un tiempo en el que se debería “minusvalorar” el ministerio ordenado, partiendo de una interpretación errónea de la justa promoción de los laicos, porque en tal caso se pondrían los presupuestos para la ulterior disolución del sacerdocio ministerial y las eventuales presuntas “soluciones” vendrían a coincidir dramáticamente con las reales causas de los actuales problemas ligados al ministerio”. (S.L) (Agencia Fides 17/3/2009)


Compartir: