VATICANO - “Los resultados de las políticas y de los proyectos turísticos serán beneficiosos solo si se acompañan de una visión social y ambiental, además de la económica”: carta del Pontificio Consejo para los Inmigrantes al Congreso en el ámbito de la Bolsa Internacional de Turismo (BIT)

viernes, 20 febrero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “El cambio climático se ha convertido en una preocupación prioritaria a nivel global. Es un problema que afecta a todos los que vivimos en esta casa común que es la tierra. En efecto, todos somos responsables, a título diverso, de la situación actual, de la situación actual y sufrimos al mismo tiempo las consecuencias”. Es lo que afirma la Carta enviada por los participantes al Congreso de la Iglesia en el ámbito de la Bolsa Internacional de Turismo (BIT), que se lleva a cabo en Milán el 20 de febrero de 2009, sobre el tema “El turismo afronta el desafío del cambio climático”. La Carta ha sido firmada por el Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Inmigrantes e Itinerantes, el Card. Renato Raffaele Martino, y por el Arzobispo Secretario, Mons. Agostino Marchetto.
En la Carta se recuerda el Mensaje del Dicasterio preparado con ocasión de la Jornada Mundial del Turismo 2008, y se subraya que el turismo es una actividad del hombre “que contribuye al cambio climático y sufre sus efectos. Con la emisión de gases nocivos por parte de los medios de transporte (que inciden en un 5% sobre el total mundial), con la construcción incontrolada de los especies naturales y con el desperdicio de los recursos naturales, el turismo tiene un peso negativo importante. Sufre al mismo tiempo las consecuencias de esto. En efecto, como sucede con la agricultura, depende ampliamente de la meteorología y de la climatología, viéndose afectada tanto en la marcha diaria del tiempo como en la evolución climática a largo plazo”.
No se puede olvidar sin embargo que “la industria económica trae innumerables beneficios a la economía de los países, favorece la creación de puestos de trabajo, el desarrollo de las infraestructuras, la promoción de la cultura y la tutela de las áreas naturales. Es por lo tanto una gran fuerza para combatir la pobreza y mejorar la cualidad de la vida de los individuos y de poblaciones enteras”. Para que el turismo sea una auténtica fuerza motriz de crecimiento económico, la Carta destaca la necesidad de que responsa a los parámetros del respeto ecológico, expuestos en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia: “los resultados de las políticas y de los proyectos turísticos serán beneficiosos solo si se acompañan de una visión social y ambiental, además de la económica. Será por lo tanto una continua fuente de riqueza si crece en la línea de un turismo sostenible… Para tantos países de recursos limitados, el turismo es una fuente primaria de rentas y una propuesta seria de crecimiento económico, si respeta estrategias de sostenibilidad, responsabilidad y solidaridad… Este posible beneficio puede vacilar ante la actual crisis ambiental, y son precisamente los países más pobres los que sufren las mayores consecuencias, aún no siendo ellos los principales responsables de las emisiones nocivas”.
La Carta pone asimismo en evidencia los influjos del cambio climático en la experiencia religiosa: “el turismo, facilitando el contacto del hombre con la naturaleza, puede ser ocasión para conocer las riquezas de la Creación, que nos muestran la infinita bondad y misericordia de su Autor… Pero hoy, no siempre la naturaleza, modificada por la acción del hombre, refleja el rostro del Creador. Demasiado a menudo la destructora mano humana se contrapone al dedo del Creador, representado con gran vigor en la Capilla Sixtina. La acción humana está en el origen del cambio climático, cuyos efectos se ven sobre todoo en el aumento del nivel del mar y el alejarse de las líneas costeras, en la mayor frecuencia de lluvias torrenciales con sequías más largas e intensas, y la gradual desertificación, en la disminución de la biodiversidad y la reducción del casco polar… El jardín se ha convertido en un desierto”.
En la parte conclusiva de la misiva se subraya que “es necesario tomar precauciones e invertir la ruta”, adoptando “una correcta concepción del ambiente” que consideré la creación “un regalo de Dios, para todos, un patrimonio común de la humanidad”, un “regalo recibido pero que tiene que ser trasmitido a las futuras generaciones”. Por lo tanto “el progreso en el ámbito del turismo, como en otros sectores, tiene que reconocer sus propios límites. Éste está al servicio de la creación y no viceversa”. Después de ofrecer algunas propuestas (“cultivar una ética de la responsabilidad; recuperar el sentido del límite, reconociendo la alteridad entre semejantes y la trascendencia del Creador en relación a las criaturas; asumir la propia y personal responsabilidad en el cuidado del planeta; alentar una cultura “verde”; desarrollar una cultura del turismo responsable también en relación a los cambios climáticos”). La Carta concluye con una invitación a “recuperar la dimensión espiritual en la relación con la creación, no reduciéndola a un mero objeto de explotación sino comprometiéndose en realizar todo aquello que se comienza a definir como ‘turismo inteligente’, es decir ético, ‘verde’ y de calidad en todos sus aspectos”. (S.L.) (Agencia Fides 20/2/2009 – Líneas 54; Palabras 820)


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