VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - En el sufrimiento se mide la grandeza de la humanidad

jueves, 19 febrero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El tristemente conocido caso de Eluana Englaro no "está todavía cerrado", aunque la existencia terrenal de la joven haya concluido. La cuestión no está cerrada porque no están cicatrizadas las heridas que ha provocado en las conciencias y, sobre todo, están todavía por verificar las consecuencias jurídicas que, un precedente tal, traerá a la legislación italiana y no sólo italiana.
La impresión de fondo es que no ha sucedido nada por casualidad y que todo haya obedecido a una inquietante "dirección de muerte" que tenía como objetivo introducir, en la praxis si no todavía en la legislación, la despenalización para quien mata a otro hombre, incapaz de defenderse, dejándolo morir de hambre y sed.
Más allá del debate político, se debe recordar, con el Santo Padre Benedicto XVI, que mide "La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana. A su vez, la sociedad no puede aceptar a los que sufren y sostenerlos en su dolencia si los individuos mismos no son capaces de hacerlo y, en fin, el individuo no puede aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar personalmente en el sufrimiento un sentido, un camino de purificación y maduración, un camino de esperanza. En efecto, aceptar al otro que sufre significa asumir de alguna manera su sufrimiento, de modo que éste llegue a ser también mío. Pero precisamente porque ahora se ha convertido en sufrimiento compartido, en el cual se da la presencia de un otro, este sufrimiento queda traspasado por la luz del amor. La palabra latina consolatio, consolación, lo expresa de manera muy bella, sugiriendo un « ser-con » en la soledad, que entonces ya no es soledad. Pero también la capacidad de aceptar el sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, en definitiva, cuando mi bienestar, mi incolumidad, es más importante que la verdad y la justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reinan la violencia y la mentira. La verdad y la justicia han de estar por encima de mi comodidad e incolumidad física, de otro modo mi propia vida se convierte en mentira. Y también el « sí » al amor es fuente de sufrimiento, porque el amor exige siempre nuevas renuncias de mi yo, en las cuales me dejo modelar y herir. En efecto, no puede existir el amor sin esta renuncia también dolorosa para mí, de otro modo se convierte en puro egoísmo y, con ello, se anula a sí mismo como amor" (Spe Salvi n. 38).
¡Nada más 'laico' que la com-pasión, que no es exclusivo de nadie y que todos pueden vivir, midiendo el propio grado de racionalidad, amor y civilización y nada de más cristiano en el origen sea histórico que teológico!
El caso Englaro habría dejado al descubierto también, según algunos, la orientación ética de la católica Italia. Si ha habido diferencias en la realidad de los hechos y los números, no ha sido por el pueblo ni la nación que, por el contrario, ha manifestado el propio juicio claro a favor de la vida y la com-pasión. ¡Las diferencias no son del pueblo, sino de unas pocas elites minoritarias mortíferas que quieren imponer a la opinión pública y al país la propia visión desesperada de la vida, y de la muerte! El pueblo es capaz de abrazar el sufrimiento, de llevarlo con dignidad, mostrando así la grandeza de la propia civilización. (Agencia Fides 19/2/2009)


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