ASIA/TIERRA SANTA - Mensaje del Custodio de Tierra Santa para la Jornada internacional de oración por la paz en Tierra Santa, el 31 de enero: “La paz tiene un precio, la paz exige la conversión… Rezar por la paz quiere decir abrirnos a recibir la paz, don de Dios a los hombres amados por el Señor”

viernes, 30 enero 2009

Roma (Agencia Fides) – Con ocasión de la Jornada Internacional de Intercesión por la Paz, que se celebrará el sábado 31 de enero en más de 400 ciudades de los 5 continentes, donde los jóvenes darán vida a una oración continua de 24 horas, marcada por Celebraciones Eucarísticas y Adoraciones sin interrupción para pedir a Dios el don de la “Paz en Tierra Santa” (ver Agencia Fides 29/1/2009), el Custodio de Tierra Santa, Fr. Pierbattista OFM, envió el siguiente mensaje:
“En Jerusalén, la mañana del 31 de enero se celebrará una santa Misa en el Calvario, en coral unión de intenciones con muchas ciudades, desde Europa hasta el continente Americano, desde África hasta India… para que se levante el grito: ¡Queremos la Paz en Tierra Santa! Todos juntos, los cristianos de más de 400 ciudades en todo el mundo, obedecen a la invitación de 24 horas de oración en esta Jornada Internacional de Intercesión por la Paz, en la que cada uno, solo o junto al propio Grupo o Asociación, en la iglesia de su ciudad o en su casa, eleve a Dios el grito de la humanidad que expresa su profunda y vital necesidad de paz.
Tan sólo un mes atrás la Liturgia nos recordaba una vez más el misterio de la Navidad, invitándonos a acoger la paz, don de Dios, que para la salvación de los pueblos, nos llama a alegrarnos por el nacimiento de su Hijo, Príncipe de la Paz. Como el pequeño Niño que nace en Belén, la paz que Jesús vino a traer es una condición frágil, que debe ser custodiada con amorosa premura, que debe ser cultivada con incansable perseverancia. La predicación de Juan Bautista invitaba a la conversión para el perdón de los pecados, a hacer obras dignas de la conversión, a compartir en la justicia…
Acoger un don exige preparar el corazón y la mente a todo aquello que el don cambia en nuestra vida. Acoger la paz quiere decir estar dispuestos a pagar su precio. La paz es un don comprometedor: Jesús vino a traernos la plenitud de vida, a donarnos la posibilidad concreta, real, de vivir en paz. Nosotros sabemos que su palabra es verdadera, que es camino, verdad y vida, que él es la Palabra eterna del Padre, palabra que en Isaías había preanunciado un niño nacido por nosotros, Príncipe de la Paz.
Una historia de violencias, de abusos, de opresiones y de luchas parece no dejar espacio a la paz. ¿Hemos acaso cerrado nuestro corazón al anuncio gozoso de los ángeles? ¿Estamos quizás impidiendo que nuestra mente acepte que la historia pueda tener otro desenlace? ¿Estamos quizás negándonos la esperanza encerrada en el Evangelio, porque aceptar el don de Dios exige nuestra conversión?
La paz tiene un precio, la paz exige la conversión, la conversión nos lleva a perdonar para ser perdonados. Exige obras de compasión y de comprensión, de justicia y de misericordia. Exige el compartir fraternalmente los bienes de la tierra, la participación común a las conquistas del intelecto humano, la solicitud gratuita hacia los débiles, el compromiso constante y concreto en la esperanza y en el diálogo. La paz exige que nos reconozcamos hombres en medio a otros hombres, hombres con los hombres. Que cada uno y todos juntos vivamos en el respeto de las exigencias personales de cada uno, iguales e inalienables para cada uno.
Rezar por la paz quiere decir abrirnos a recibir la paz, don de Dios a los hombres amados por el Señor. Entonces nuestra oración se hará un grito que sube a Dios, y Dios, que ve la miseria de su pueblo y escucha su grito, Dios que conoce nuestros sufrimientos, bajará de nuevo a liberarnos. Fr. Pierbattista ofm, Custodio”
La iniciativa es promovida por algunas realidades juveniles (Asociación Nacional Papaboys, Apostolado “Jóvenes Por La Vida”, Capillas de Adoración Perpetua, Reunión Eucarística) y ha encontrado la adhesión de muchos grupos de oración, laicos y consagrados, y sacerdotes de todo el mundo, así como de misioneros y misioneras. (S.L.) (Agencia Fides 30/1/2009; líneas 50, palabras 721)


Compartir: