VATICANO - La invitación del Papa a rezar al Señor y a San Pablo “para que también hoy, como cristianos, podamos caracterizarnos cada vez más, en relación con la sociedad en la que vivimos, como miembros de la familia de Dios… y para que los pastores de la Iglesia tengan cada vez más sentimientos paternos, a la vez tiernos y fuertes, en la formación de la Casa de Dios, de la comunidad, de la Iglesia”

jueves, 29 enero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Las últimas cartas de San Pablo, llamadas Cartas Pastorales, dos enviadas a Timoteo y una a Tito, sus estrechos colaboradores, constituyeron el tema de la catequesis del Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia general del miércoles 28 de enero. A Timoteo, que fue además el primer Obispo de Éfeso, el Apóstol le confió misiones importantes y escribió de él un gran elogio. También Tito fue encargado de misiones muy importantes cuyo éxito confortó al Apóstol; según la Carta dirigida a aquel, parece ser que fue Obispo de Creta “La mayoría de los exegetas –explicó el Papa– opinan hoy en día que estas Cartas no habrían sido escritas por el propio Pablo, sino que su origen se encontraría en la “escuela de Pablo”, y reflejaría su legado para una nueva generación, agregando quizás algún breve escrito o palabra del mismo Apóstol”.
“No cabe duda de que la situación eclesial que estas Cartas reflejan es distinta a la de los años centrales de la vida de Pablo”, afirmó el Santo Padre, destacando además los nuevos contextos culturales y el surgimiento de doctrinas totalmente erradas y falsas que anticiparon “algunos esbozos de esa sucesiva orientación equivocada que conocemos con el nombre de Gnosticismo”. Para contrarrestar estas doctrinas, San Pablo hace referencia en primer lugar “a una lectura espiritual de la Sagrada Escritura (cfr. 2 Tm 3,14-17), es decir, a una lectura que la considere verdaderamente como ‘inspirada’ y procedente del Espíritu Santo, de manera que por ella se pueda ser ‘instruido para la salvación’… La otra llamada consiste en la referencia al buen ‘depósito’ (parathéke): es una palabra especial de las Cartas pastorales con la que se indica la tradición de la fe apostólica que hay que custodiar con ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros. Este ‘depósito’ debe que considerarlo como la suma de la Tradición apostólica y como criterio de fidelidad al anuncio del Evangelio… El anuncio apostólico, es decir la Tradición, es necesaria para introducirse en la comprensión de la Escritura y captar en ella la voz de Cristo”.
De las Cartas Pastorales se deduce además que “la comunidad cristiana se va configurando en términos muy claros, según una identidad que no sólo toma distancia de interpretaciones incongruentes, sino que principalmente afirma su propio anclaje en los puntos esenciales de la fe, que aquí es sinónimo de ‘verdad’… En todo caso –precisó el Pontífice–, se muestra como comunidad abierta, con horizonte universal, que reza por los hombres de toda clase y condición, para que lleguen al conocimiento de la verdad… Por lo tanto, para estas Cartas el sentido de universalidad, aunque las comunidades aún son pequeñas, es fuerte y determinante… Es éste un primer componente importante de estas Cartas: la universalidad de la fe como verdad, como clave de lectura de la Sagrada Escritura, del Antiguo Testamento, y así delinea una unidad de anuncio y Escritura y una fe viva abierta a todos y que da testimonio del amor de Dios hacia todos”.
En relación con la estructura ministerial de la Iglesia, por primera vez las Cartas Pastorales presentan una triple subdivisión en epíscopos, presbíteros y diáconos. En efecto, en las Cartas paulinas de los años centrales de su vida, Pablo habla de “epíscopos” y de “diáconos”, según la estructura típica de la Iglesia formada en los tiempos del mundo pagano. Sigue siendo dominante, por lo tanto, la figura del apóstol mismo y, por ello, sólo poco a poco se desarrollan los otros ministerios. En las iglesias formadas en el mundo judeo-cristiano, en cambio, “los presbíteros” son la estructura dominante. “Al final en las Cartas pastorales las dos estructuras se unen –continuó el Papa–: aparece ahora el “epíscopo", (el obispo) (cfr. 1 Tm 3,2; Tt 1,7), siempre en singular, acompañado del artículo determinante “el”. Y junto al “epíscopo” encontramos a los presbíteros y los diáconos… Se nota así inicialmente la realidad que más tarde se llamará ‘sucesión apostólica’. Y así tenemos lo esencial de la estructura católica: Escritura y Tradición, Escritura y anuncio, formando un conjunto, pero a esta estructura, por así decir doctrinal, debe añadirse la estructura personal, los sucesores de los Apóstoles, como testigos del anuncio apostólico”.
La última anotación hecha por el Santo Padre sobre las Cartas Pastorales paulinas tiene que ver con el hecho que “la Iglesia se comprende a sí misma en términos muy humanos, en analogía con la casa y la familia”. Se pueden leer instrucciones muy detalladas sobre el epíscopo: que sepa dirigir bien su propia familia... pues se uno no sabe dirigir su propia casa, ¿cómo podrá curarme. Por ello se necesita una gran aptitud para la enseñanza y de una especial característica personal, la de la paternidad: “El epíscopo de hecho se considera como padre de la comunidad cristiana”, destacó Benedicto XVI, quien concluyo su catequesis invitando a rezar al Señor y San Pablo “para que también hoy, como cristianos, podamos caracterizarnos cada vez más, en relación con la sociedad en la que vivimos, como miembros de la ‘familia de Dios’. Y oremos también para que los pastores de la Iglesia tengan cada vez más sentimientos paternos, a la vez tiernos y fuertes, en la formación de la Casa de Dios, de la comunidad, de la Iglesia”.
Antes del saludo a los peregrinos italianos, el Santo Padre hizo las siguientes tres comunicaciones.
La primera: “He recibido con alegría la noticia de la elección del metropolita Kiril como nuevo Patriarca de Moscú y de todas las Rusias. Invoco sobre él la luz del Espíritu Santo para un generoso servicio a la Iglesia ortodoxa rusa, confiándolo a la especial protección de la Madre de Dios”.
La segunda. “En la homilía pronunciada con ocasión de la solemne inauguración de mi Pontificado decía que es ‘explícito’ deber del Pastor ‘la llamada a la unidad’, y comentando las palabras evangélicas relativas a la pesca milagrosa dije: ‘aunque había tantos peces, la red no se rompió’, proseguí luego con estas palabras evangélicas: ‘Ay de mí, amado Señor, ésta –la red– ahora está rota, quisiéramos decir con dolor’. Y continué: ‘Pero no –no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no decepciona y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido... No permitas, Señor, que tu red se rompa y ayúdanos a ser servidores de la unidad”. Precisamente en cumplimiento de este servicio a la unidad, que califica de modo específico mi ministerio de Sucesor de Pedro, he decidido hace días conceder la remisión de la excomunión en que habían incurrido los cuatro obispos ordenados en 1988 por monseñor Lefebvre sin mandato pontificio. He cumplido este acto de misericordia paterna, porque repetidamente estos Prelados me han manifestado su vivo sufrimiento por la situación en la que se encontraban. Deseo que a este gesto mío siga el solícito empeño por su parte de llevar a cabo ulteriores pasos necesarios para llegar a la plena comunión con la Iglesia, dando así testimonio de fidelidad verdadera y verdadero reconocimiento del magisterio y de la autoridad del Papa y del Concilio Vaticano II”
La tercera comunicación. “En estos días en los que recordamos la Shoah, me vuelven a la memoria las imágenes recogidas en mis repetidas visitas a Auschwitz, uno de los lager en los que se consumó la brutal masacre de millones de hebreos, víctimas inocentes de un ciego odio racial y religioso. Mientras renuevo con afecto la expresión de mi total e indiscutible solidaridad con nuestros Hermanos destinatarios de la Primera Alianza, auguro que la memoria de la Shoah mueva a la humanidad a reflexionar sobre el imprevisible poder del mal cuando conquista el corazón del hombre. Que la Shoah sea para todos una advertencia contra el olvido, contra la negación o el reduccionismo, porque la violencia hecha contra un solo ser humano es violencia contra todos. Ningún hombre es una isla, escribió un conocido poeta. Que la Shoah enseñe de manera particular tanto a las viejas como a las nuevas generaciones que sólo el fatigoso camino de la escucha y del diálogo, del amor y del perdón, conduce a los pueblos, las culturas y las religiones del mundo al deseado encuentro de fraternidad y de paz en la verdad. ¡Que nunca más la violencia humille la dignidad del hombre!”. (S.L.) (Agencia Fides 29/1/2009; líneas 97, palabras 1451)


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