VATICANO - El Papa a los miembros de la Inspección General de Seguridad Pública en el Vaticano: “nuestro trabajo cotidiano, sea el que sea, asume un significado y valor diverso, porque lo anclamos a aquellos valores perennes humanos y espirituales, que hacen nuestra existencia más serena y útil a los hermanos”

viernes, 16 enero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Recibiendo en audiencia, el 16 de enero, a los Dirigentes y Agentes de la Comisaría de Seguridad Pública ante el Vaticano para la presentación de los saludos por el año nuevo, el Santo Padre Benedicto XVI les expresó su “más vivo y grato aprecio” por el trabajo que llevan a cabo cotidianamente “con reconocida profesionalidad y gran dedicación”, saludando con afecto a todos aquellos que “el Estado italiano destina a un especial servicio de policía y de vigilancia”, vinculado a su misión de Pastor de la Iglesia universal.
El Papa dijo en su discurso: “Considerando el trabajo que estáis llamados a realizar – recuerdo que siempre encontraba a alguno de vosotros cuando atravesaba como Cardenal todos los días la Plaza de San Pedro – pienso en los sacrificios que vuestro servicio comporta. Sacrificios que vosotros debéis hacer, pero que también vuestros familiares deben compartir a causa de los turnos que requiere la vigilancia continua de los lugares adyacentes a la Plaza de San Pedro y al Vaticano”. El Santo Padre incluyó luego en su agradecimiento también a las respectivas familias, con un pensamiento especial hacia quienes se han casado recientemente o darán este paso en breve tiempo.
“Inicia un nuevo año y son muchas nuestras expectativas y esperanzas. No no podemos negar que en el horizonte se perfilan muchas sombras que preocupan a la humanidad – prosiguió Benedicto XVI –. A pesar de ello, no debemos desalentarnos; es más, debemos mantener siempre encendida en nosotros la llama de la esperanza. Para nosotros, cristianos, la verdadera esperanza es Cristo, don del Padre a la humanidad. Este anuncio es para todos los hombres… la Iglesia sigue proclamándolo hoy a toda la humanidad, para que toda persona y toda situación humana pueda experimentar el poder de la gracia salvadora de Dios que es la única que puede transformar el mal en bien”.
A continuación el Papa recordó que a la luz de esta esperanza, el trabajo cotidiano, “sea el que sea, asume un significado y valor diverso, porque se fundamenta en esos valores perennes humanos y espirituales, que hacen nuestra existencia más serena y útil a los hermanos… Un servicio al prójimo, concerniente al orden y la seguridad y, al mismo tiempo, una ascesis personal, por decir así, una constante vigilancia interior que exige armonizar bien la disciplina y la cordialidad, el control de uno mismo y la acogida atenta de los peregrinos y de los turistas que vienen al Vaticano. Este servicio, realizado con amor -concluyó-, se convierte en oración, una oración que es más agradable a Dios cuando vuestro trabajo es poco gratificante, monótono y gravoso, especialmente en las horas nocturnas o en los días en los que el clima es más destemplado. Todos los bautizados realizan su propia vocación a la santidad cumpliendo bien el propio deber”. (S.L.) (Agencia Fides 16/1/2009; líneas: 31, palabras: 469)


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