VATICANO - La Carta a los Colosenses y a los Efesios “son una gran catequesis, de la que podemos aprender no sólo como ser buenos cristianos, sino también como ser realmente hombres”: la catequesis del Papa en la audiencia general

jueves, 15 enero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La catequesis del Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia general del miércoles 14 de enero ha sido dedicada a las dos Cartas del Epistolario paulino consideradas “gemelas”: la Carta a los Colosenses y a los Efesios. “Ambas tienen modos de decir que se encuentran únicamente en ellas”, explicó el Papa, además en ambas se encuentra un cierto “código doméstico”, “es decir una serie de consejos dirigidos a maridos y mujeres, a padres e hijos, a patrones y esclavos”.
“Más importante aún – prosiguió Benedicto XVI – es constatar que sólo en estas dos Cartas está testimoniado el título de ‘cabeza’, kefalé, dado a Jesucristo. Y este título es empleado a un doble nivel. En un primer sentido, Cristo es entendido como el jefe de la Iglesia. Esto significa dos cosas: ante todo que él es quien gobierna, quien dirige, es el responsable que guía la comunidad cristiana como su líder y su Señor… y luego el otro significado es que él es como la cabeza que enerva y vivifica a todos los miembros del cuerpo que preside…: es decir no es sólo quien manda, sino también quien está orgánicamente conectado con nosotros, de quien viene también la fuerza de actuar en modo recto. En ambos casos, la Iglesia es considerada dependiendo de Cristo, tanto por seguir su conducción superior – los mandamientos – como por acoger todos los influjos vitales que de Él promanan. Sus mandamientos no son sólo palabras, mandatos, sino que son fuerzas vitales que vienen de Él y nos ayudan… Luego, en un segundo sentido, Cristo es considerado no sólo como jefe de la Iglesia, sino como jefe de los poderes celestes y de todo el cosmos… Cristo no puede temer a ningún eventual contrincante, porque es superior a cualquier forma de poder que presumiese humillar al hombre… Por lo tanto, si estamos unidos en Cristo, no debemos temer a ningún enemigo y a ninguna adversidad; pero esto significa por lo tanto que debemos sujetarnos con fuerza a Él, sin dejarlo nunca”.
Continuando su explicación, el Santo Padre recordó que para el mundo pagano el mundo estaba lleno de espíritus, en gran parte peligrosos y de los que era necesario defenderse, “el anuncio de que Cristo era el único vencedor y que quien estaba con Cristo no debía temer a nadie”, apareció por lo tanto como una verdadera liberación. “Lo mismo vale también para el paganismo de hoy, ya que también los actuales seguidores de ideologías semejantes ven al mundo lleno de poderes peligrosos. A ellos es necesario anunciar que Cristo es el vencedor, así que quien está con Cristo, quien permanece unido a Él, no debe temer nada y ni a nadie… Es más, todo el cosmos está sometido a Él, y hacia Él converge como a su cabeza… Por lo tanto no está, por un lado, el gran mundo material y por otro esta pequeña realidad de la historia de nuestra tierra, el mundo de las personas: todo es uno en Cristo. Él es el jefe del cosmos; también el cosmos es creado por Él, y es creado por nosotros en cuanto estamos unidos a Él. Es una visión racional y personalista del universo”. El Papa citó luego la imagen de Cristo Pantocrator, “a veces representado sentado en lo alto sobre el mundo entero o incluso sobre un arco iris para indicar su equiparación a Dios mismo, a la derecha de quien está sentado, y por lo tanto su inigualable función de conductor de los destinos humanos”. En dicha visión “la Iglesia reconoce que en algún modo Cristo es más grande que ella, dado que su señoría se extiende también más allá de sus confines, y… sólo la Iglesia es calificada como Cuerpo de Cristo, no el cosmos. Todo esto significa que nosotros debemos considerar positivamente las realidades terrenas, ya que Cristo las recapitula en sí, y al mismo tiempo debemos vivir en plenitud nuestra específica identidad eclesial, que es la más homogénea a la identidad de Cristo mismo”.
Un concepto especial típico de estas dos Cartas paulinas, es el concepto de “misterio”, “significando el inescrutable designio divino sobre la suerte del hombre, de los pueblos y del mundo”. El Santo Padre ha evidenciado que las dos Epístolas nos dicen que en Cristo se encuentra el cumplimiento de este misterio. “Si estamos con Cristo, aunque no podamos intelectualmente entender todo, sabemos que estamos en el núcleo del ‘misterio’ y en el camino de la verdad. Es Él en su totalidad, y no sólo en un aspecto de su persona o en un momento de su existencia, quien lleva en sí mismo la plenitud del insondable plan divino de salvación… Las meras categorías intelectuales aquí resultan insuficientes, y, reconociendo que muchas están más allá de nuestras capacidades racionales, uno se debe confiar a la contemplación humilde e gozosa no sólo de la mente sino también del corazón. Los Padres de la Iglesia, por otro lado, nos dicen que el amor comprende más que la sola razón”.
En la última parte de la catequesis, el Papa volvió al concepto de la Iglesia como compañera esponsal de Cristo. “La Iglesia no es sólo una novia, sino que es la esposa real de Cristo. Él, por así decirlo, la ha conquistado, y lo ha hecho con el precio de su vida… Además, él está preocupado por su belleza: no sólo por la que ya adquirió con el bautismo, sino también de la que debe crecer cada día gracias a una vida irreprensible… De aquí a la común experiencia del matrimonio cristiano el paso es breve; es más, ni siquiera es claro cuál es para el autor de la Carta el punto de referencia inicial: si es la relación Cristo-Iglesia, a la luz de la cual hay que pensar la unión del hombre y de la mujer, o si es el dato de la experiencia de la unión conyugal, a la luz del que hay que pensar la relación entre Cristo y la Iglesia. Pero ambos aspectos se iluminan recíprocamente.
Benedicto XVI concluyó recordando que estas dos Cartas del Apóstol Pablo “son una gran catequesis, de la que podemos aprender no sólo como ser buenos cristianos, sino también como ser realmente hombres. Si comenzamos a entender que el cosmos es la huella de Cristo, aprendemos nuestra recta relación con el cosmos, con todos los problemas de la conservación del cosmos. Aprendemos a verlo con la razón, pero con una razón movida por el amor, y con la humildad y el respeto que permiten actuar en modo recto. Y si pensamos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, que Cristo se ha entregado a sí mismo por ella, aprendemos cómo vivir con Cristo el amor recíproco, el amor que nos une a Dios y que nos hace ver en el otro a la imagen de Cristo, a Cristo mismo”.
Entre los saludos en distintos idiomas a los peregrinos presentes el Papa saludo de manera especial a los peregrinos franceses que acompañan las reliquias de los beatos Louis y Zélie Martin, padres de Santa Teresita del Niño Jesús, beatificados en la reciente Jornada Misionera Mundial, e invitó a rezar por el VI Encuentro Mundial de las Familias que se está celebrando estos días en Ciudad de México: “Que este importante evento eclesial manifieste una vez más la belleza y el valor de la familia, suscitando en todos nuevas energías en favor de esta insustituible célula fundamental de la sociedad y de la Iglesia”. (S.L.) (Agencia Fides 15/1/2009; líneas 77, palabras 1245)


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