VATICANO - En la fiesta del Bautismo del Señor, Benedicto XVI bautiza a trece recién nacidos: "cuando se bautiza a los niños introduciéndolos en la luz de Dios y de sus enseñanzas, no se les hace violencia, sino que se les da la riqueza de la vida divina en la que se enraíza la verdadera libertad que es propia de los hijos de Dios”

lunes, 12 enero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Si la Navidad y la Epifanía sirven sobre todo para hacernos capaces de ver, para abrirnos los ojos y el corazón al misterio de un Dios que viene a estar con nosotros, la fiesta del bautismo de Jesús nos introduce, podríamos decir, en la cotidianeidad de una relación personal con Él. De hecho, mediante la inmersión en las aguas del Jordán, Jesús se ha unido a nosotros. El Bautismo es por así decirlo el puente que Él ha construido entre sí y nosotros, el camino por el que se nos hace accesible; es el arco iris divino sobre nuestra vida, la promesa del gran sí a Dios, la puerta de la esperanza y, al mismo tiempo, el signo que nos indica el camino a recorrer de forma activa y alegre para encontrarlo y sentirnos amados por Él" Son las palabras pronunciadas por el Santo Padre Benedicto XVI durante la Santa Misa que ha presidido en la Capilla Sixtina, el domingo 11 de enero, Fiesta del Bautismo del Señor, durante la cual ha administrado el Sacramento del Bautismo a 13 niños y niñas.
"El niño no es propiedad de los padres - ha afirmado el Papa en la homilía -, sino que ha sido confiado por el Creador a su responsabilidad, libremente y de una forma siempre nueva, para que éstos le ayuden a ser un libre hijo de Dios. Sólo si los padres maduran esta conciencia conseguirán encontrar el justo equilibrio entre la pretensión de poder disponer de los propios hijos como si fueran una propiedad privada, plasmándolos en base a las propias ideas y deseos, y la postura libertaria que se expresa en dejarlos crecer en autonomía plena, satisfaciendo cada uno de sus deseos y aspiraciones, considerando la forma adecuada de cultivar su personalidad. Si, con este sacramento, el bautizando se convierte en hijo adoptivo de Dios, objeto de su amor infinito que lo tutela y defiende de las fuerzas oscuras del maligno, es necesario enseñarle a reconocer a Dios como su Padre y a saberse relacionar con Dios con actitud de hijo. Y por tanto, cuando según la tradición cristiana como hoy hacemos, se bautiza a los niños introduciéndolos en la luz de Dios y de sus enseñanzas, no se les hace violencia, sino que se les da la riqueza de la vida divina en la que se enraíza la verdadera libertad que es propia de los hijos de Dios; una libertad que deberá ser educada y formada con el madurar de los años, para que los haga capaces de elecciones personales responsables”.
Dirigiendo a continuación un saludo particular a los padres, padrinos y madrinas, el Pontífice los ha exhortado a ser "conscientes del don recibido" y a no cesar de dar gracias al Señor que, con el sacramento del Bautismo, introduce a los niños “en una nueva familia, más grande y estable, más abierta y numerosa”, esto es, la familia de los creyentes, la Iglesia, "una familia que tiene a Dios por Padre y en la que todos se reconocen hermanos en Jesucristo … Preocupaos por tanto de educarlos en la fe, de enseñarles a rezar y a crecer como hacía Jesús y con su ayuda, “en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres”.
Volviendo al pasaje evangélico que narra el Bautismo del Señor, Benedicto XVI ha subrayado que "con el Bautismo no nos sumergimos entonces sencillamente en las aguas del Jordán para proclamar nuestro empeño de conversión, sino que se infunde en nosotros la sangre redentora de cristo que nos purifica y nos salva. Es el Hijo amado del Padre, en el que Él se ha complacido, el que nos devuelve la dignidad y la alegría de llamarnos y ser realmente “hijos” de Dios. Dentro de poco reviviremos este misterio evocado por la solemnidad de hoy; los signos y los símbolos del sacramento del Bautismo nos ayudarán a comprender lo que el Señor opera en el corazón de estos pequeños nuestros, haciéndolos “suyos” para siempre, morada elegida de su Espíritu y “piedras vivas” para la construcción del edificio espiritual que es la Iglesia. La Virgen María, Madre de Jesús, el Hijo amado de Dios, vele sobre ellos y sobre sus familias, les acompañe siempre, para que puedan realizar hasta el final el proyecto de salvación que con el bautismo se realiza en sus vidas”. (S.L) (Agencia Fides 12/1/2009; Líneas: 49 Palabras: 791)


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