VATICANO - Benedicto XVI en la solemnidad de la Epifanía, del Año Paulino: "¿Qué fue la vida de Pablo, después de su conversión, si no una 'carrera' para llevar a los pueblos la luz de Cristo y, a la vez, conducir los pueblos a Cristo? Su ministerio es ejemplo y estímulo para la Iglesia en orden a redescubrirse esencialmente misionera y renovar el compromiso del anuncio del Evangelio"

miércoles, 7 enero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El martes 6 de enero, en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Santo Padre Benedicto XVI ha celebrado la Santa Misa en la Basílica Vaticana. En la homilía el Papa se ha detenido ante todo en el "misterio multiforme" de la Epifanía, esto es, de la "manifestación" de nuestro Señor Jesucristo, que asume diversas connotaciones en la tradición latina y en la oriental. "¿Y que deberíamos decir nosotros, queridos hermanos, - ha continuado el Pontífice - especialmente nosotros sacerdotes de la nueva Alianza, que cada día somos testigos y ministros de la 'epifanía' de Jesucristo en la santa Eucaristía? La Iglesia celebra en este santo y humilde Sacramento todos los misterios del Señor, en el que él al mismo tiempo revela y esconde su gloria".
Recordando que el 2009, 4° centenario de las primeras observaciones de Galileo Galilei al telescopio, se ha dedicado de modo especial a la astronomía, el Santo Padre ha dirigido particular atención al símbolo de la estrella, "tan importante en la narración evangélica de los Magos", que eran con toda probabilidad astrónomos. Ellos “notaron que aparecía un nuevo astro, e interpretaron este fenómeno celeste como anuncio del nacimiento de un rey, precisamente, según las Sagradas Escrituras, del rey de los Judíos. Los Padres de la Iglesia han visto en este singular episodio también narrado por san Mateo una especie de 'revolución' cosmológica, causada por la entrada en el mundo del Hijo de Dios… mientras la teología pagana divinizaba los elementos y las fuerzas del cosmos, la fe cristiana, llevando a cumplimiento la revelación bíblica, contempla a un único Dios, Creador y Señor de todo universo… No son, pues, los elementos cósmicos que deben ser divinizados, sino, por el contrario, en todo y por encima de todo hay una voluntad personal, el Espíritu de Dios, que se ha revelado en Cristo como Amor". En esta realidad, ha continuado el Santo Padre, los hombres no son esclavos de los "elementos del cosmos”, sino que son libres, capaces de relacionarse con la libertad creadora de Dios, que está en el origen de todo "y todo lo gobierna no como un frío y anónimo motor, sino como Padre, Esposo, Amigo, Hermano, como Logos, 'Palabra-razón' que se ha unido a nuestra carne mortal una vez para siempre y ha compartido plenamente nuestra condición, manifestando la superabundante potencia de su gracia".
El Santo Padre ha continuado su homilía recordando que para el pensamiento cristiano el cosmos es comparado a un "libro", "considerándolo como la obra de un Autor que se expresa a través de la 'sinfonía' de la creación". Dentro de esta sinfonía se encuentra, en un cierto momento, un "solo", un tema confiado a un único instrumento o a una voz tan importante que de ella depende el sentido de toda la obra. Este "solo" es Jesús, "comparado por los antiguos escritores cristianos como un nuevo sol… En el Jesús terreno se encuentra el culmen de la creación y de la historia, pero en el Cristo resucitado se va más allá: el paso, a través de la muerte, a la vida eterna anticipa el punto de la ‘recapitulación’ de todo en Cristo… Y precisamente con la resurrección de los muertos Él obtuvo 'la primacía sobre todas las cosas'… no hay sombra, por muy tenebrosa que sea, que pueda oscurecer la luz de Cristo. Por ello, en los creyentes en Cristo no falta nunca la esperanza, incluso hoy, ante la grave crisis social y económica que aflige a la humanidad, ante el odio y la violencia destructora que no dejan de ensangrentar tantas regiones de la tierra, ante el egoísmo y la pretensión del hombre de erguirse como dios de si mismo, que conduce a veces a peligrosas alteraciones del diseño divino sobre la vida y la dignidad del ser humano, sobre la familia y la armonía de la creación".
A continuación Benedicto XVI ha puesto de relieve que "la señoría universal de Cristo se ejerce de modo especial en la Iglesia" y por tanto "la Epifanía es la manifestación del Señor, y como reflejo es la manifestación de la Iglesia, porque el Cuerpo no se puede separar de la Cabeza… La Iglesia sabe que la misma humanidad, con sus límites y sus miserias, pone de mayor relieve la obra del Espíritu Santo. Esta no puede jactarse de nada si no de su Señor: la luz no proviene de ella, no es suya la gloria. Pero precisamente ésta es su alegría, que nadie podrá quitarle”.
El Santo Padre ha concluido la homilía con una exhortación a vivir la dimensión misionera de la Epifanía a la luz del testimonio del apóstol Pablo, en este Año Paulino que estamos celebrando: "¿Qué fue la vida de Pablo, después de su conversión, si no una 'carrera' para llevar a los pueblos la luz de Cristo y, a la vez, conducir los pueblos a Cristo? La gracia de Dios hizo de Pablo una 'estrella' para las gentes. Su ministerio es ejemplo y estímulo para la Iglesia en orden a redescubrirse esencialmente misionera y a renovar el compromiso por el anuncio del Evangelio, especialmente a quienes todavía "no lo conocen." Por último, mirando a san Pablo y recordando que su predicación estaba toda nutrida de las Sagradas Escrituras, el Papa ha "reafirmado con fuerza que la Iglesia y los cristianos podrán ser luz, que conduce a Cristo, sólo si se alimentan asidua e íntimamente de la Palabra de Dios. Es la Palabra la que ilumina, purifica, convierte, no somos ciertamente nosotros." (S.L) (Agencia Fides 7/1/2009)


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