VATICANO - A la embajada de Italia ante la Santa Sede el Papa recuerda la distinción y la autonomía entre Estado e Iglesia, que “la Iglesia no sólo reconoce y respeta, sino que se alegra de ellas, como de un gran progreso de la humanidad y de una condición fundamental para su misma libertad y el cumplimiento de su misión universal de salvación entre todos los pueblos”

lunes, 15 diciembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El sábado por la mañana, 13 de diciembre, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió en visita a la Embajada de Italia ante la Santa Sede. En la Capilla de la Embajada, recientemente restaurada, en presencia de los dependientes de la Embajada y e de sus familiares, después de un breve momento de adoración del Santísimo Sacramento, el Papa pronunció un discurso de saludo en el que recordó la figura de San Carlos Borromeo, a quien está dedicada la capilla. Él, junto a su hermano Federico, recibió como regalo todo el edificio de su tío, el Pontífice Pío IV. El Pontífice subrayó el proceso de maduración espiritual del joven Borromeo, que lo llevó a una profunda conversión marcada por una decidida opción de vida evangélica. “El camino humano y espiritual de San Carlos Borromeo – destacó – muestra cómo la gracia divina puede transformar el corazón del hombre y hacerlo capaz de un amor hacia los hermanos hasta el sacrificio de sí”.
Luego, en el Salón de la Embajada, se realizó el Encuentro oficial. En su discurso Benedicto XVI ante todo recordó las visitas de tres Predecesores suyos: los Siervos de Dios Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II. Después de haber citado los recientes encuentros con el Presidente de la República italiana, el Pontífice retomó cuanto ya afirmó en la visita al Quirinal, es decir, que “en la ciudad de Roma conviven pacíficamente y colaboran fructuosamente el Estado Italiano y la Sede Apostólica”.
El Santo Padre reconoció asimismo el importante papel “que ha llevado a cabo y sigue llevando a cabo la Embajada de Italia en las intensas y particulares relaciones ente la Santa Sede y la República Italiana”, recordando que el próximo mes de febrero se conmemoran 80 años de la firma de los Pactos Lateranenses y 25 años del Acuerdo de modificación del Concordato, y finalmente ha subrayado una vez más “la fructuosa relación que existe entre Italia y la Santa Sede. Se trata de un acuerdo sumamente importante y significativo en la actual situación mundial, en la que el perdurar de conflictos y tensiones entre los pueblos hace cada vez más necesaria una colaboración entre todos aquellos que comparten los mismos ideales de justicia, solidaridad y paz”.
“Esta breve visita – prosiguió el Pontífice – me permite reafirmar cómo la Iglesia es bastante consciente de que ‘a la estructura fundamental del cristianismo le pertenece la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios, es decir la distinción entre Estado e Iglesia’. Dicha distinción y autonomía la Iglesia no sólo las reconoce y respeta, sino que se alegra de ellas, como de un gran progreso de la humanidad y de una condición fundamental para su misma libertad y el cumplimiento de su misión universal de salvación entre todos los pueblos. Al mismo tiempo, sin embargo, la Iglesia siente que su tarea, siguiendo los dictámenes de la doctrina social, argumentada ‘a partir de aquello que es conforme a la naturaleza de todo ser humano’, de despertar en la sociedad las fuerzas morales y espirituales, contribuyendo a abrir las voluntades a las auténticas exigencias del bien. Por lo tanto, recordando el valor que tienen para la vida no sólo privada sino también y sobre todo pública algunos fundamentales principios éticos, de hecho la Iglesia contribuye a garantizar y promover la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad, y en este sentido se realiza la esperada auténtica cooperación entre Estado e Iglesia.
El Papa terminó su discurso invitando a cuantos trabajan en la Embajada a encontrar en San Carlos Borromeo a “un constante protector, y al mismo tiempo, un modelo al cual inspirarse en el desarrollo de sus tareas cotidianas”, y mandó sus saludos natalicios “a las Autoridades italianas, comenzando por el Presidente de la República, y a todo el querido pueblo de esta amada Península. Mi deseo de paz abraza también a todos los países de la tierra, sea que estén oficialmente representados ante la Santa Sede o no. Es un deseo de luz y de auténtico progreso humano, de prosperidad y de concordia, realidades todas a las que podemos aspirar con confiada esperanza, porque son dones que Jesús ha traído al mundo naciendo en Belén”. (S.L.) (Agencia Fides 15/12/2008; líneas 45 palabras 709)


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