VATICANO - En la audiencia general el Papa ilustra las enseñanzas de San Pablo sobre los sacramentos: “mediante la Palabra y mediante los Sacramentos, en toda nuestra vida el Señor está cerca”

jueves, 11 diciembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Al inicio de la catequesis tenida durante la audiencia general del miércoles 10 de diciembre, el Santo Padre Benedicto XVI recordó cuanto afirmó la semana anterior acerca de los inicios de la historia humana, “contaminada por el abuso de la libertad creada, que pretende emanciparse de la Voluntad divina”, y luego del “nuevo inicio en la historia en Jesucristo, Aquél que es hombre y Dios… Si la primera historia se inicia, por así decirlo, con la biología, la segunda se inicia en el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo resucitado. Este Espíritu ha creado en Pentecostés el inicio de la nueva humanidad, de la nueva comunidad, la Iglesia, el Cuerpo de Cristo”.
El Papa ha luego ilustrado cómo el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo llega a ser “mi Espíritu”. “El Espíritu de Cristo toca a la puerta de mi corazón, me toca interiormente – afirmó Benedicto XVI –. Sin embargo, ya que la nueva humanidad del ser humano debe ser un verdadero cuerpo, ya que el Espíritu debe reunirnos y crear realmente crear una comunidad, ya que es característico del nuevo inicio el superar las divisiones y crear la agregación de los dispersos, este Espíritu de Cristo se sirve de dos elementos de agregación visible: de la Palabra del anuncio y de los Sacramentos, particularmente del Bautismo y de la Eucaristía… La fe no es producto de nuestro pensamiento, de nuestra reflexión, es algo de nuevo que no podemos inventar, sino solamente recibir como don, como una novedad producida por Dios. Y la fe no viene de la lectura, sino de la escucha. No es una cosa solamente interior, sino una relación con Alguien. Supone un encuentro con el anuncio, supone la existencia del otro que anuncia y crea comunión”.
Acerca del anuncio el Santo Padre subrayó que “quien anuncia no habla por sí, sino que es enviado. Está dentro de una estructura de misión que comienza con Jesús enviado por el Padre, pasa a los apóstoles – la palabra apóstoles significa ‘enviados’ – y continúa en el ministerio, en las misiones transmitidas por los apóstoles. El nuevo tejido de la historia aparece en esta estructura de las misiones, en la que escuchamos hablar en última instancia a Dios mismo, su Palabra personal, el Hijo habla con nosotros, llega hasta nosotros. La Palabra se ha hecho carne, Jesús, para crear realmente una nueva humanidad. Por eso la palabra del anuncio se convierte en Sacramento en el Bautismo, que es renacimiento del agua y del Espíritu”.
Tomando como referencia lo que San Pablo afirma sobre el Bautismo en la Carta a los Romanos (6,3-4), Benedicto XVI subrayó: “Nadie puede bautizarse a sí mismo, tiene necesidad del otro. Nadie puede hacerse cristiano por sí mismo. Llegar a ser cristianos es un proceso pasivo. Sólo de otro podemos ser hechos cristianos. Y este ‘otro’ que nos hace cristianos, nos da el don de la fe, es en primera instancia la comunidad de los creyentes, la Iglesia… Un cristianismo autónomo, autoproducido, es una contradicción en sí mismo… También la comunidad vive en el mismo proceso pasivo: sólo Cristo puede constituir a la Iglesia. Cristo es el verdadero donador de los Sacramentos… La segunda cosa es esta: el Bautismo es más que un lavado. Es muerte y resurrección… Comienza en aquel momento realmente una nueva vida. Llegar a ser cristianos es más que una operación cosmética, que añadiría algo hermoso a una existencia ya más o menos completa. Es un nuevo inicio, es nacer de nuevo: muerte y resurrección. Obviamente en la resurrección resurge cuanto era bueno en la existencia precedente. La tercera cosa es: la materia forma parte del Sacramento. El cristianismo no es una realidad puramente espiritual. Implica el cuerpo. Implica el cosmos. Se extiende hacia la nueva tierra y los nuevos cielos”.
Tomando en consideración el Sacramento de la Eucaristía, el Santo Padre destacó “con qué profundo respeto San Pablo transmite verbalmente la tradición sobre la Eucaristía que ha recibido de los mismo testigos de la última noche”, y observó: “Con el don del cáliz, el Señor nos dona el verdadero sacrificio. El único verdadero sacrificio es el amor del Hijo. Con el don de este amor, amor eterno, el mundo entra en la nueva alianza. Celebrar la Eucaristía significa que Cristo se nos da el mismo, su amor, para conformarnos a sí y para crear así el mundo nuevo”. El segundo importante aspecto de la doctrina sobre la Eucaristía trata del “carácter personal y el carácter social del Sacramento de la Eucaristía. Cristo se une personalmente a cada uno de nosotros, pero el mismo Cristo se une también con el hombre y con la mujer a mi lado. Y el pan es para mí y también para el otro. Así Cristo une a todos a sí y nos une a todos nosotros, el uno con el otro. Recibimos en la comunión a Cristo. Pero Cristo se une igualmente con mi prójimo: Cristo y el prójimo son inseparables en la Eucaristía. Y así todos nosotros somos un solo pan, un solo cuerpo. Una Eucaristía sin solidaridad con los demás es una Eucaristía abusada… Cristo nos da en la Eucaristía su cuerpo, se da a sí mismo en su cuerpo y así nos hace su cuerpo, nos une a su cuerpo resucitado… Llegamos a estar realmente unidos con el cuerpo resucitado de Cristo, y así unidos los unos con los otros. La Iglesia no es sólo una corporación como el Estado, sino que es un cuerpo. No es simplemente una organización, sino un verdadero organismo”.
Un último punto lo reservó el Papa al Sacramento del matrimonio, que Pablo define “grande misterio”: “La mutua sumisión debe adoptar el lenguaje del amor, que tiene su modelo en el amor de Cristo por la Iglesia. Esta relación Cristo-Iglesia hacia primario el aspecto teologal del amor matrimonial, exalta la relación afectiva entre los esposos. Un auténtico matrimonio será vivido bien si en el constante crecimiento humano y afectivo se esforzará por permanecer siempre unido a la eficacia de la Palabra y al significado del Bautismo”. Luego Benedicto XVI concluyó la catequesis afirmando que, “mediante la Palabra y mediante los Sacramentos, en toda nuestra vida el Señor está cerca”, e invitó a rezar “para que podamos ser cada vez más tocados en lo íntimo de nuestro ser por su cercanía, para que nazca la alegría – aquella alegría que nace cuando Jesús es realmente cercano”. (S.L.) (Agencia Fides 11/12/2008; líneas 68 palabras 1071)


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