VATICANO - En el II domingo de Adviento el Santo Padre recuerda que "en la liturgia del Adviento resuena un mensaje lleno de esperanza, que invita a levantar la mirada al horizonte último, pero al mismo tiempo a reconocer en el presente los signos del Dios-con-nosotros"

martes, 9 diciembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el segundo domingo de Adviento, 7 de diciembre, el Santo Padre Benedicto XVI ha recordado, antes del ángelus, que el tiempo litúrgico del Adviento es "tiempo de apertura al futuro de Dios, tiempo de preparación a la santa Navidad", y que "en la liturgia del Adviento resuena un mensaje lleno de esperanza, que invita a levantar la mirada al horizonte último, pero al mismo tiempo a reconocer en el presente los signos del Dios-con-nosotros."
Siguiendo la liturgia de la Palabra del domingo, el Papa ha evidenciado que en Adviento el Señor quiere "hablar al corazón de su Pueblo y, a través de el, a toda la humanidad, para anunciar la salvación". También hoy la Iglesia “se sitúa como centinela sobre el monte alto de la fe" y anuncia la venida del Señor a las poblaciones que sufren la miseria y el hambre, a las filas de prófugos, a cuánto padecen graves y sistemáticas violaciones de sus derechos.
Jesucristo, con su predicación y luego con su muerte y resurrección, “ha llevado a cabo las antiguas promesas… Ha inaugurado un éxodo no solo terreno, histórico, y como tal provisional, sino radical y definitivo: el paso del reino del mal al reino de Dios, del dominio del pecado y la muerte al del amor y la vida. Por tanto, la esperanza cristiana va más allá de la legítima espera de una liberación social y política, porque lo que Jesús ha iniciado es una humanidad nueva, que viene 'de Dios', pero al mismo tiempo brota en esta nuestra tierra, en la medida en que esta se deja fecundar por el Espíritu del Señor. Se trata por tanto de entrar plenamente en la lógica de la fe: creer en Dios, en su diseño de salvación, y al mismo tiempo comprometerse en la construcción de su Reino. La justicia y la paz, en efecto, son dones de Dios, pero requieren hombres y mujeres que sean 'tierra buena', dispuestas a acoger la buena semilla de su Palabra".
Maria, la Virgen Madre, "es el camino que el mismo Dios se preparó para venir al mundo", y a su materna intercesión el Papa ha confiado "la esperanza de paz y de salvación de los hombres de nuestro tiempo". (S.L) (Agencia Fides 9/12/2008)


Compartir: