EUROPA/ALEMANIA - La acogida de refugiados y prófugos implica “que nos dirijamos al prójimo como a una persona impidiendo considerarlo como cosa o fuente de trabajo”: afirma Arzobispo Marchetto ante la Comisión para las Migraciones de la Conferencia Episcopal Alemana

viernes, 28 noviembre 2008

Colonia (Agencia Fides) – “Los refugiados siempre están presentes en el corazón de la Iglesia” y “cuanto esta realiza a favor de ellos es parte integral de su misión”: destacó el Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en la Reunión de la Comisión para las Migraciones de la Conferencia Episcopal Alemana que se realizó en Colonia (Alemania) el 27 y 28 de noviembre. “También en el alba del Tercer Milenio –dijo el Arzobispo en su discurso-, la acogida es una característica fundamental del ministerio pastoral entre los refugiados y los prófugos en el interior del propio país: esta garantiza que nos dirijamos al prójimo como a una persona y, eventualmente, como a un hermano o hermana en la fe. Esto impide que sea considerado como cosa o fuente de trabajo. La acogida en efecto no es tanto una tarea sino un más bien un modo de vivir y compartir. Ofrecer hospitalidad brota del compromiso de ser fieles a Dios, de escuchar Su voz, que nos habla en las Escrituras y en cuantos nos rodean”.
Tras haber ilustrado las competencias del Pontificio Consejo para los Emigrantes con una visión general de sus trabajos, Mons. Marchetto presentó una visión de conjunto de la Instrucción “Erga migrantes caritas Christi”, publicada hace 4 años, para estimular la recepción. Mirando al futuro, además de la preparación del VI Congreso Mundial de Pastoral para los Migrantes y Refugiados que se realizará en noviembre del 2009, presentó el bosquejo de un nuevo documento sobre la pastoral de Refugiados que será publicado el próximo año. “La asistencia debe incluir tanto las necesidades materiales como aquellas espirituales de la persona, y esto confirma la oportunidad de la naturaleza pastoral del documento en preparación –prosiguió el Arzobispo-. Así como cada persona, para crecer y desarrollarse, necesita de una familia, también así lo necesitan los refugiados. Por tal motivo la Iglesia siempre ha invocado la reunificación de las familias separadas ante la fuga de uno de los propios miembros”.
Si la Iglesia, sobre todo la Iglesia particular, tiene la responsabilidad de dar acogida, solidaridad y asistencia a los refugiados, siente también como misión propia “el suscitar la conciencia sobre la situación de los refugiados, situación que debería cambiar gracias a los esfuerzos de todos aquellos que están en capacidad de hacer algo. Esta dramática situación no puede y no debe durar para siempre”.
En su intervención, Mons. Marchetto destacó “la dignidad humana y cristiana” de los refugiados, prófugos y personas sujetas al tráfico, “que se funda en la convicción que todos somos creados a imagen de Dios”, y por ello “las personas son más importantes que las cosas y el valor de cada institución se mide según el modo como trata la vida y la dignidad del ser humano”. Si una persona no goza de una vida realizada humanamente en el propio país –continuó Mons. Marchetto- “tiene el derecho, en determinadas circunstancias, de ir a otro lugar. Todo ser humano tiene un valor esencial e inestimable, una dignidad que no puede ser amenazada por ningún motivo. El Magisterio siempre ha denunciado los desequilibrios socio económicos que son la mayor causa de migración, los riesgos de una globalización sin reglas, en la cual los migrantes aparecen como víctimas y no protagonistas de su propia decisión migratoria”.
Deteniéndose en algunos aspectos de la pastoral específica de los migrantes forzados, el Arzobispo destacó que a estas personas se les debe ofrecer “esperanza, valor, amor y creatividad” para consentirles el rehacerse una vida. La prioridad “se debe dirigir al esfuerzo común por darles un preciso apoyo moral y espiritual y la comunidad cristiana local puede ser de gran ayuda. Además es necesario que existan las condiciones necesarias para consentirles el retomar el camino de una vida normal y ser independientes, dándoles la posibilidad de hacerse cargo de sí mismos y de las propias familias. Los derechos propios de los refugiados deben ser por lo tanto respetados. Pero sobre todo deben ser afrontadas las causas de fondo que obligan a las personas a huir, como es destacado por algunas Exhortaciones post sinodales”. (S.L.) (Agencia Fides 28/11/2008; 53 líneas, 724 palabras)


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