OCEANÍA/TAHITÍ - El 2008 es el Año de la Familia en la Arquidiócesis de Papeete: “En este país, que la publicidad presenta como un paraíso, existe en realidad un impresionante número de personas heridas a causa de su vida familiar”

viernes, 24 octubre 2008

Papeete (Agencia Fides) – “En este país, que la publicidad presenta como un paraíso, existe en realidad un impresionante número de personas heridas a causa de su vida familiar”: afirma el Arzobispo de Papeete, Mons. Hubert Coppenrath, en la carta de inicio del Año dedicado a la familia, que se viene celebrando durante todo el 2008, marcando un crítico cuadro de las condiciones en las que se encuentra la familia en Polinesia. La crisis de inestabilidad de las relaciones conyugales es un fenómeno que afecta a muchos países del mundo, entre ellos también Indonesia, donde “la mitad de las parejas viven en concubinato y casi la mitad de los matrimonios civiles terminan con el divorcio. El divorcio llega también a aquellas parejas casadas por la Iglesia y en general, cuando no se llega al punto del divorcio, la vida conyugal pasa tensiones y se convive sin amor. Esto sin mencionar las violencias conyugales, niños maltratados, daños debidos al alcohol, incestos”. En los últimos años, recuerda el Arzobispo en la Carta, Polinesia ha pasado por una ola de “ideologías portadoras de muerte, que quieren poner en el mismo nivel legal el matrimonio y las uniones homosexuales”.
Mons. Coppenrath propone a la comunidad de Papeete un esfuerzo de cooperación para mirar en modo renovado el ideal de la familia cristiana y resaltar de modo justo los modelos positivos. “No basta solamente con exponer el ideal cristiano del matrimonio, es necesario convencer sobre la importancia de vivir y del amar. No se trata solamente de informar sino de obtener progresos concretos justamente en aquellos ámbitos que tocan a cada uno de nosotros”.
Como sugerencias prácticas, el Arzobispo propone “la búsqueda de nuevos objetivos donde las relaciones entre conyugues se hayan entibiecido; mayor atención y más tiempo dedicado a la familia; el perdón y la reconciliación entre los padres, entre estos y los hijos y entre los hermanos y hermanas; la reflexión sobre los daños que el divorcio inflige a los niños; una seria preparación para el sacramento del matrimonio, guiada por personas competentes; el esfuerzo para que la familia sea una verdadera Iglesia doméstica, una pequeña célula donde se reza, se vive juntos la fe y se ayuda recíprocamente. Mons. Coppenrath está convencido de que el Año de la Familia podrá ser particularmente útil para pensar en “una institución natural querida y fundada por Dios”. (A.M.) (Agencia Fides 24/10/2008; 30 líneas, 430 palabras)


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