AMÉRICA/ESTADOS UNIDOS - Crisis y recesión se abaten también sobre los trabajadores inmigrantes indocumentados

viernes, 24 octubre 2008

Nueva York (Agencia Fides) – En Nueva York, junto con Wall Street, los banqueros y el mundo de las altas finanzas, se derrumban las esperanzas y las expectativas de muchos ciudadanos y trabajadores, así como las de una parte de inmigrantes ilegales que de manera repentina se ha quedado sin trabajo. Último eslabón de una complicada cadena económica, son muchos los inmigrantes, sobre todo latinoamericanos, que llegan a las grandes ciudades, y son empleados en condiciones más o menos precarias en la cada vez más activa industria de la construcción, hasta ahora particularmente floreciente también en Nueva York.
Pedro tiene 29 años, es mexicano y llegó a los Estados Unidos hace 5 años, estableciéndose rápidamente en Nueva York, donde vive parte de su familia. Desde entonces ha trabajado siempre como albañil, salvo breves periodos. Una mañana de octubre, como los otros días, salió de su casa en el barrio de Brooklyn, para ir a trabajar a la obra e iniciar su jornada de trabajo; pero al llegar, le dijeron que las obras se habían detenido y que permanecerían cerradas por un tiempo.
“Estoy sin trabajo, pero no sé por cuánto tiempo”, explicó Pedro a la Agencia Fides. “Nos han dicho que tenemos que esperar algunos días, pero sin explicarnos los motivos”. Pedro trabajaba en la construcción de un rascacielos, con una empresa que asume ciudadanos de los Estados Unidos, pero también inmigrantes legales e ilegales. Hoy la obra está clausurada. Aunque no se ha dado ninguna explicación, es muy probable que la crisis –con la falta de liquidez y de garantías que ha surgido–, haya bloqueado a tiempo indeterminado muchas obras en los alrededores de la ciudad.
“No estoy seguro de que sea a causa de la crisis; ahora estamos en el periodo de las fiestas hebreas, y el patrón es hebreo. Tal vez reiniciemos dentro de dos semanas”. Con estas palabras, Pedro busca tal vez aferrarse a una seguridad, y excluir la posibilidad de que la tierra prometida se haya convertido definitivamente en un gran bluff. Mientras tanto, todas las mañanas va con otros compañeros de trabajo a buscar alguna otra ocupación incluso temporal o por el día. Existen algunos lugares clave donde reunirse para cada tipo de empleo: en los mercados, por ejemplo, se contrata a cargadores y trabajadores por jornada, la mayor parte mexicanos, a los que se les pide trabajar cerca de 12 horas al día con una retribución irrisoria; en las esquinas, cerca a los grandes almacenes “do it yourself”, o de artículos para la edilicia, los privados contratan trabajadores por jornada para pequeñas o grandes obras en el campo de la construcción o de la jardinería; mientras que en locales especialmente destinados a ello, al menos hasta hace una semana, los “contractor”, los empresarios, reclutaban obreros, sobre todo inmigrantes indocumentados, para trabajos de una jornada generalmente duros, precarios y mal retribuidos.
Desde el inicio de la crisis, el número de inmigrantes sin documentos y desocupados parecer haber aumentado. En el cruce entre Lexington Avenue y la 66°, en el corazón del Upper East Side, es decir de la parte más lujosa de Manhattan, hay un gran negocio de pinturas y accesorios para la pintura. En las últimas semanas, todas las mañanas se ve en esa esquina a grupos de latinoamericanos con sus bolsas de trabajo esperando encontrar una ocupación para el día. Allí mismo, frente al negocio, le ofrecen mano de obra a los clientes o a los “contractor”.
Jesús es uno de ellos: tiene 37 años, es peruano y llegó hace 4 años a los Estados Unidos con su hermano. “En Nueva York no he tenido nunca problemas para encontrar trabajo”, cuenta a la Agencia Fides. Vive en Queens, uno de los cinco distritos de la ciudad donde viven muchos inmigrantes latinos. “Antes era de verdad muy fácil, pero desde hace algunos meses todo se ha hecho más difícil”, cuenta con una sonrisa amarga en la boca, añadiendo que desde los primeros días de octubre la situación se ha precipitado de verdad. “Pero espero que sea por un tiempo, y que pasará rápido, porque vivir día a día, en Nueva York, no es fácil”. Y sigue: “En los últimos años estábamos tranquilos, se trabajaba mucho pero esto significaba mandar mucho dinero abajo a la familia; y en pocos años, lograr quizás comprar una casa en el propio país”. Jesús creía haber llegado a pocos pasos de su sueño, y no quisiera verse hoy obligado a hacer vanos sus sacrificios de todos estos años. De hecho, en la imposibilidad de llevar sus familias a los EEUU – legalmente y por una vía segura – muchas veces los adultos se mudan solos y por períodos breves: hombres, pero también muchas mujeres, obligadas a dejar en casa a sus hijos, para que los críen sus madres, cuñadas, hermanas.
El dinero que envían a casa, las llamadas remesas, constituyen un medio fundamental de sustentación para muchos países en vías de desarrollo. Las cifras hablan claro en ese sentido. El flujo entre Estados Unidos y América Latina ha crecido enormemente en los últimos años, contribuyendo a construir y a comprar una casa también a aquellos que antes de partir combatían cotidianamente con el hambre.
Ciertamente la vida en USA no es fácil para un emigrado, pero la voluntad de construir algo es un motor fundamental para resistir y vencer cualquier dificultad. Sin embargo, la crisis estallada catastróficamente en las últimas semanas ha cogido desprevenidos a los dirigentes políticos, de la economía y de las finanzas – los cuales pueden encontrar de alguna manera los recursos para resistir – y preocupa sobre todo por el efecto que podría tener sobre el amplio espectro de trabajadores-clandestinos que son los emigrantes sin documentos. Hombres y mujeres obligados a sufrir la ruina de los acontecimientos en una tierra extranjera que podría revelarse aún más hostil de lo que ha sido hasta el momento. (FM) (Agencia Fides 24/10/2008 líneas 64 palabras 982)


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