VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Sabiduría y pastoralidad. También en las homilías.

jueves, 23 octubre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Sínodo sobre “La Palabra de Dios en la vida y en la Misión de la Iglesia”, ya en sus últimos días, ha levantado, tanto a nivel mediático cuanto en el ámbito de las discusiones mismas entre los Padres y en los círculos de estudio, el muy delicado tema de la predicación de la y en la Iglesia, particularmente con respecto a la homilía.
Teniendo como premisa que el carisma de la predicación no es concedido a todos, y que los “crisóstomos” no se improvisan (y parecería que no abundan), la predicación homilética reviste una importancia fundamental al interno de la actividad misionera de la Iglesia y del ejercicio del “munus docendi”, la tarea de enseñar. La homilía (reservada exclusivamente a quien está revestido del orden sagrado), junto a la más amplia Liturgia, en la que es pronunciada, es uno de los puntos de “máxima visibilidad” de la Iglesia, y es necesario cuidar su cualidad, para no presentar a los hombres un rostro parcial, distorsionado o desfigurado de Cristo y de Su Esposa.
Quien pronuncia la homilía, humildemente, es consciente de ser portador, por gracia sobrenatural, de la “verdadera sabiduría”, de la verdad del mundo, que salva al mundo y responde a todas las necesidades del hombre de todo tiempo. La fe personal en Cristo Resucitado, la experiencia de una real y visible realización humana, la confianza en la acción misteriosa del Espíritu en los corazones humanos y en la eficacia de la Palabra de Dios, son características de todo predicador “sabio y pastoral”, es decir portador de una verdad que responde al hombre. En este sentido la “sabiduría” que se debe predicar no es la sabiduría humana, cambiante, incierta y débil, sino la sabiduría divina, cuya fuerza no viene de los hombres sino de Dios mismo; y la “pastoralidad” no es condescendencia timorata con los gustos o las modas del tiempo, las varias sensibilidades o incluso los errores o los pecados.
La homilía es “pastoral”, cuando “guía a las ovejas”, no cuando las dispersa, cuando es capaz de mostrar toda la racionalidad del acto de fe y la correspondencia con los más profundos deseos del corazón del hombre, manteniéndose ajena de todo espiritualismo, aunque siendo profundamente espiritual, y de todo racionalismo inmanentista, aunque siendo profundamente racional.
Como ha recordado el Santo Padre en el n. 6 de la Encíclica “Spe Salvi”: “el Evangelio lleva la verdad que los filósofos deambulantes habían buscado en vano […] Cristo: Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida”. De esta “sabiduría”, de esta certeza, debe partir toda homilía católica.
La pastoralidad consiste en mostrar la relación de la fe con la vida, evidenciando cuanto la vida es iluminada, dilatada en su respiro, haciéndose “más vida”, gracias a la fe. “La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una ‘prueba’ de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro ‘todavía-no’. El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras” (“Spe salvi” n. 7). (Agencia Fides 23/10/2008; líneas 41 palabras 629)


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