VATICANO - En la audiencia general el Papa recorre las etapas de su viaje a Francia: “todos somos peregrinos, tenemos necesidad de la Madre que nos guía; y en Lourdes, su sonrisa nos invita a ir hacia delante con gran confianza, con la conciencia de que Dios es bueno, que Dios es amor”

jueves, 18 septiembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La audiencia general del miércoles 17 de septiembre se llevó a cabo en el Aula Pablo VI en Vaticano, donde el Santo Padre Benedicto XVI – viniendo en helicóptero de su residencia estiva de Castel Gandolfo – encontró a peregrinos y fieles. “El encuentro hodierno me ofrece la grata oportunidad de recorrer de nuevo los varios momentos de la visita pastoral que durante los días pasados he realizado en Francia”, dijo Benedicto XVI, agradeciendo a todos aquellos que en modo diverso cooperaron al éxito de la peregrinación. “La visita inició en París, donde encontré idealmente a todo el pueblo francés – prosiguió el Papa –, rindiendo así homenaje a una amada Nación en la que la Iglesia, ya desde el siglo II, ha llevado a cabo un fundamental papel civilizador”. En dicho contexto “maduró la exigencia de una sana distinción entre la esfera política y la religiosa”, dijo también el Pontífice, reafirmando que “auténtica laicidad no significa prescindir de la dimensión espiritual, sino reconocer que justamente ésta, radicalmente, es garantía de nuestra libertad y de la autonomía de las realidades terrenas, gracias al dictado de la Sabiduría creadora que la consciencia humana sabe acoger y actuar”. Sobre este tema el Papa desarrolló una amplia reflexión en el encuentro con el mundo de la cultura, en el Collège des Bernardins.
“El punto de partida de mi discurso – recordó el Santo Padre – fue una reflexión sobre el monacato, cuyo objetivo era buscar a Dios, quaerere Deum… La búsqueda de Dios llevaba así a los monjes, por su naturaleza, a una cultura de la palabra. Quaerere Deum, buscar a Dios, lo buscaban en el camino de su Palabra y debían por lo tanto conocer cada vez más profundamente esta Palabra… Se desarrollaba así en los monasterios aquella eruditio que habría consentido la formación de la cultura. Justamente por esto, quaerere Deum – buscar a Dios, estar en camino hacia Dios – permanece hoy como ayer la vía maestra y el fundamento de toda verdadera cultura”.
En la Catedral de Notre-Dame de París, durante la celebración de las Vísperas de la Bienaventurada Virgen María, el Papa recordó haber exhortado a sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y seminaristas, “a dar prioridad a la escucha religiosa de la Palabra divina, mirando a la Virgen María como a un modelo sublime”. En el sagrato de Notre-Dame, el Santo Padre entregó a los jóvenes dos tesoros de la fe cristiana: el Espíritu Santo y la Cruz. “El Espíritu abre la inteligencia humana a horizontes que la superan y le hace comprender la belleza y la verdad del amor de Dios revelado justamente en la Cruz”. Después de una breve parada en el Institut de France, sede de las cinco Academias nacionales, de una de las cuales es miembro el Santo Padre, se llevó a cabo la Celebración Eucarística en la Esplanade des Invalides. “Haciéndome eco de las palabras del apóstol Pablo a los Corintios, he invitado a los fieles de París y de toda Francia a buscar al Dios vivo, que nos ha mostrado su rostro verdadero en Jesús presente en la Eucaristía, llevándonos a amar a nuestros hermanos así como Él nos ha amado a nosotros”.
Después vino el traslado a Lourdes, “verdaderamente un lugar de luz, de oración, de esperanza y de conversión, fundada sobre la roca del amor de Dios, que tuvo su revelación culminante en la Cruz gloriosa de Cristo”, subrayó el Papa. “Apareciendo a Bernadette, en la gruta de Massabielle, el primer gesto que hizo María fue justamente la Señal de la Cruz, en silencio y sin palabras. Y Bernadette la imitó haciendo a su vez la Señal de la Cruz, aunque con una mano temblorosa. Así la Virgen dio una primera iniciación a la esencia del cristianismo: la Señal de la Cruz es la suma de nuestra fe, y haciéndola con corazón atento entramos en el misterio pleno de nuestra salvación. En ese gesto de la Virgen está todo el mensaje de Lourdes. Dios nos ha amado tanto que se ha dado Él mismo por nosotros: este es el mensaje de la Cruz, ‘misterio de muerte y de gloria’. La Cruz nos recuerda que no existe verdadero amor sin sufrimiento, no existe donación de la vida sin dolor”.
El importante encuentro con el Episcopado francés fue definido por el Pontífice “un momento de intensa comunión espiritual, en el que confiamos juntos a la Virgen las esperanzas comunes y las preocupaciones pastorales. La etapa sucesiva fue la procesión eucarística con miles de fieles, entre los cuales, como siempre, muchos enfermos. Ante el Santísimo Sacramento, nuestra comunión espiritual con María se hizo todavía más intensa y profunda porque Ella nos dona ojos y corazón capaces de contemplar a su Divino Hijo en la Santa Eucaristía… La jornada del lunes 15 de septiembre, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa, estuvo dedicada en modo especial a los enfermos… Con los enfermos y con cuantos los acuden, quise meditar en las lagrimas de María derramadas a los pies de la Cruz, y sobre su sonrisa, que ilumina la mañana de Pascua”.
El Santo Padre terminó su discurso invitando a alabar al Señor “porque María, apareciendo a Santa Bernadette, ha abierto en el mundo un espacio privilegiado para encontrar el amor divino que sana y que salva. En Lourdes, la Santa Virgen invita a todos a considerar la tierra como lugar de nuestra peregrinación hacia la patria definitiva, que es el Cielo. En realidad todos somos peregrinos, tenemos necesidad de la Madre que nos guía; y en Lourdes, su sonrisa nos invita a ir hacia delante con gran confianza, con la conciencia de que Dios es bueno, que Dios es amor” (S.L.) (Agencia Fides 18/9/2008)


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