EUROPA/ITALIA - MISIÓN Y EMIGRACIÓN - Palermo: no un desafío a Dios sino más bien vivir en las manos de Dios, de Su Providencia, de Su Caridad y de Su Misericordia - Encuentro con el Hermano Biagio Conte, fundador de la “Misión Esperanza y Caridad”. (Correspondencia desde Palermo de Luca De Mata - 6° parte)

viernes, 12 septiembre 2008

Palermo (Agencia Fides) - Palermo. Fundación “Misión Esperanza y Caridad”. Estoy con el Hermano Biagio en su minúsculo estudio donde se pueden ver personas de todas las naciones entrando y saliendo. No es un caos, aquí todos saben lo que hacen y lo que deberán hacer. Esta misión no es Babel, un desafío a Dios, sino más bien vivir en las manos de Dios, de Su Providencia, de Su Misericordia y de Su Caridad. La puerta del Hermano Biagio da a un gran corredor lleno de catres donde las personas que reciben ayuda aún duermen. Son las diez de la mañana.
Aquí pueden llegar en cualquier momento. Muertos de cansancio, huyendo del suelo de las estaciones, de las veredas, de las bancas de los parques. El Hermano Biagio está en su silla de ruedas con una mochila verde y una rama verde de árbol, desgastada por los años y en la que este hombre de ojos claros, sonrientes y profundos se apoya para salir el encuentro de su prójimo. Habla y cada cierto tiempo se toca la barba como para subrayar que lo que está diciendo no es importante en sí mismo, pero que es una experiencia sufrida que ha vivido ayudando a que la desesperación humana no se sienta abandonada. Lo percibes cercano, no importa si eres un príncipe o el último de los desesperados. Estoy sentado frente a él. Me siento acogido y amado por su primera mirada, por su entusiasmo al hablar, por ayudar en lo concreto, por testimoniar el Evangelio con la valentía de la entrega que no conoce límites.
Acerca a su pecho su libro de oración, consumido como los granos del rosario que tiene entre las manos. Aquí todo aparece consumido, aquí todo llega por la caridad, pero todo es digno. Todo está ordenado y limpio. Aquí el esfuerzo está dirigido a los demás. Y esto se puede tocar, se puede percibir en la sonrisa que todos te dirigen. Me siento inútil, un estorbo en medio de este andar y venir de personas en movimiento para construir un gran proyecto de solidariedad. El Hermano Biagio entiende e inmediatamente me hace sentir cómodo. Mi trabajo de cronista no le interesa porque se habla de él sino porque puede ayudar a entender que Palermo es un lugar donde existen valores altos, donde la gente sabe amar a su prójimo como a sí mismo. Concordamos en que no le haré preguntas sino que me dará un testimonio de vida que sea sobre todo una reflexión de amor para quién lo quiera leer.
Hermano Biagio: “Paz y esperanza a todos vosotros, hermanos y hermanas. Nací en esta ciudad. Y como muchos jóvenes yo también tenía mis proyectos, estaba cogido por el mundo materialista y consumista. Para mi lo que valía eran los amigos, los grupos sociales, el vestirme bien, ir a una pizzería, bailar... Veía tanta indiferencia, tanta desigualdad. Me daba cuenta de los problemas de los marginados que vivían en las bancas, en las calles y en las estaciones. Y me preguntaba: ¿podemos ser indiferentes a todo esto? Buscaba excusas para no salir. Viví un periodo de silencio, mi cuarto se convirtió en un refugio, un lugar donde meditar y reflexionar.
Buscaba, buscaba esa verdad que me faltaba. Mis amigos no me entendían. En vez de ayudarme alarmaban a mi familia: ¡Cúrenlo, cúrenlo! ¡“Tiene depresión!”
Es verdad que podía parecer que estaba deprimido, es por eso que les respondía a todos... también a los médicos: Curen esta sociedad enferma y yo también me pondré bien.
Había un crucifijo en mi cuarto.
Me sentía observado, hasta que un día miré al crucifijo y me di cuenta que Dios había dado la vida por nosotros. Jesús se convirtió para mi en la esperanza, en la fuerza.
Realice un viaje Asís, donde San Francisco. Y la experiencia de Asís me hizo comprender que debía vivir el camino de la misión.
Al principio quería ir a África o en India. Pero el Señor me trajo de vuelta a Palermo. Una vez aquí no regresé a mi casa sino que me fui a vivir a la estación central, en medio de los mendigos, para ayudar a aquellos que la sociedad olvida, excluye, considera un desperdicio, una basura. Veía impotente como muchos morían de frío.
Nunca me interesó el nombre de los que trataba de ayudar, nunca les pregunte “¿Qué has hecho? ¿Cómo has terminado así?”. Cada uno tiene su propia historia. Un drama.
Como decía Madre Teresa yo soy una gota, pero todos juntos podemos hacer mucho. Cuando llega el verano en dos días pueden desembarcar hasta 1.200 personas.
Esta estructura ya está llena. ¿Que haremos esta noche? ¿Y mañana? Cuantas veces he escuchado está pregunta y siempre he respondido: Recen. El Señor se va a encargar. Aquí el día tiene siempre 24 horas, pero con la ayuda del Señor y con la ayuda de todos y con el sustento de la oración vamos adelante, confiados en las manos de Dios. Porque la oración libre ayuda y da paz. Es un arma preciosa, es el arma más hermosa y pacífica del mundo”. (desde Palermo, Luca De Mata) (6 - continua) (Agencia Fides 12/09/2008 líneas 61 palabras 904)


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