EUROPA/ESPAÑA - Entrevista de la Agencia Fides al Obispo de Cuenca: “La labor de acogida, en la Iglesia, no puede limitarse a un trabajo de caridad, aunque éste sea necesario. El modo de afrontar el tema de las migraciones no puede reducirse a Caritas. La Iglesia tiene la misión de Evangelizar”

jueves, 24 julio 2008

De la Encíclica Redemptoris Missio: “Entre los grandes cambios del mundo contemporáneo, las migraciones han producido un fenómeno nuevo: los no cristianos llegan en gran número a los países de antigua cristiandad, creando nuevas ocasiones de comunicación e intercambios culturales, lo cual exige a la Iglesia la acogida, el diálogo, la ayuda y, en una palabra, la fraternidad. Entre los emigrantes, los refugiados ocupan un lugar destacado y merecen la máxima atención. Estos son ya muchos millones en el mundo y no cesan de aumentar; han huido de condiciones de opresión política y de miseria inhumana, de carestías y sequías de dimensiones catastróficas. La Iglesia debe acogerlos en el ámbito de su solicitud apostólica. Finalmente, se deben recordar las situaciones de pobreza, a menudo intolerable, que se dan en no pocos países y que, con frecuencia, son el origen de las migraciones de masa. La comunidad de los creyentes en Cristo se ve interpelada por estas situaciones inhumanas: el anuncio de Cristo y del Reino de Dios debe llegar a ser instrumento de rescate humano para estas poblaciones” (RM 37)
Cuenca (Agencia Fides) – España. Estamos en las tierras descritas por Miguel de Cervantes: entre antiguos molinos de viento, completamente restaurados, y nueve grandes torres eólicas productoras de energía. En Cuenca nos encontramos con su Obispo, S.E. José María Yanguas Sanz. Estamos aquí para hablar del tema “migración y evangelización de los pueblos”. De esta zona de España, hasta hace poco tiempo, se partía con las maletas amarradas con cuerdas hacia tierras desconocidas en busca de esperanzas y de una nueva vida, recorriendo caminos ya abiertos por muchos misioneros: sayo, Crucifijo y Evangelio. Hoy ya no se parte, más bien llegan, procedentes del norte y del sur, enteras familias desde tierras desconocidas, padres en búsqueda de aquello que, en los lugares de donde provienen, nunca han tenido. La ciudad de Cuenca es espléndida. Medieval. Pequeñas calles y palacios con escudos.
Es Domingo. Una Iglesia, Una Santa Misa para un matrimonio en una de las lenguas de los pueblos del este. Al mismo tiempo, en la extraordinaria Catedral, entran en procesión el Obispo, seguido de su pueblo. Familias llenas de devoción. Turistas detrás de una cuerda tomas fotografías, luego algunos de ellos se unen a los cantos y a las oraciones. Olor a incienso. La luz de los vitrales. El órgano. Todo ayuda a vivir la Misa con devoción. Todos llegan ordenadamente a su puesto. Todas las bancas están ocupadas. En la parte de atrás algunos permanecen de pie. Dos niños corretean y luego se ubican a los pies del altar. Parecen dos ángeles mandados del Cielo. Permanecerán allí hasta el final de la función litúrgica. Su silencio, su compostura, nos recuerdan el valor de la inocencia que hemos perdido. Son dos niños claramente no europeos: hijos de inmigrantes. No fue fácil al final de la Santa Misa seguir al Obispo. Todos desean una palabra, la bendición para sus niños y para ellos mismos. Una palabra de consuelo para quien no pudo participar. La multitud es muy numerosa y si no fuese por el báculo que sobrepasa a todos, sería muy difícil seguir el camino hacia la sacristía. Entramos. El Obispo, que se está quitando los paramentos litúrgicos, se dirige amablemente hacia nosotros: “La Catedral es vuestra casa y la de todos”, nos dice. “Siéntense, por favor”. Palabra, no circunstancial, sino de afecto paterno. Quien está delante de nosotros no es simplemente una autoridad, sino un Obispo, un Apóstol. Más que una entrevista es un diálogo que nos dejará una riqueza y una enseñanza.

Ag. Fides: Estimado Monseñor, hoy el fenómeno migratorio está conociendo dimensiones desconocidas hasta hace pocos años, es un fenómeno que involucra a la Iglesia y a su dimensión misionera en todos sus aspectos, en primer lugar el de la Evangelización de los Pueblos. En el pasado se trataba sobre todo de pueblos que desde naciones de raíces y tradición cristianas se movían hacia territorios adonde se habían dirigido en avanzada, si se me permite, nuestros misioneros, con su valentía, su decisión, su impulso de amor a la difusión de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Hoy todo ha cambiado. A territorios como el de su diócesis ingresan y se establecen pueblos de tradiciones e historias diferentes. La Evangelización presenta un nuevo desafío. ¿Estamos preparados?
S. E. Mons. Yanguas: El fenómeno de la migración es nuevo para España, como sucede en nuestra diócesis de Cuenca, así como para otros países de Europa. Tal vez no sea tan fuerte como en Inglaterra o Francia, pero es naturalmente un fenómeno que se percibe en las calles y en la sociedad española. Es un fenómeno que alcanza dimensiones notables en muchos ambientes. Hasta el 10 a 15 por ciento.
En la costa de Levante de España, la migración es todavía más evidente. Es un desafío para nuestra sociedad española, y para Cuenca en particular. Una ciudad que tenía una tradición de migración más que de inmigración. Una ciudad que no estaba acostumbrada a recibir personas que vienen de fuera, de otras naciones, de otras culturas, de otros continentes.

Ag. Fides: Ciertamente para la Iglesia ésta es también una gran ocasión para acercar y propiciar el encuentro de credos y culturas distintas.
S. E. Mons. Yanguas: Si la migración representa un desafío desde el punto de vista cultural, pero también político, económico, lo es todavía más desde el punto de vista religioso. La Iglesia ha sabido hacer frente a este fenómeno fundamentalmente renovando el sentido de la acogida.

Ag. Fides: Excelencia, me permita, la acogida puede significar tantas cosas, ¿pero qué significa en modo particular para la Iglesia?
S.E. Mons. Yanguas: Acogida significa ponerse a disposición de estas personas que tienen carencias sobre todo en los primeros momentos: idioma, cultura. Son personas que se encuentran en situaciones laborales nuevas, con dificultades y problemas, que a veces tocan sus derechos fundamentales, que son además los derechos fundamentales de la “persona”.
Acogida, para la Iglesia, no puede limitarse a un trabajo, ciertamente necesario, de caridad. La relación con el mundo de la emigración no puede limitarse a la Caritas. La Iglesia tiene la misión de evangelizar.
En otros tiempos hemos ido de Europa hacia los nuevos países en los nuevos continentes, con nuestros misioneros, para evangelizar aquellas tierras. Ahora son muchas las personas de aquellas tierras que vienen a este “viejo” continente, a España, a esta diócesis de Cuenca, y la Iglesia debe sentir el desafío de la evangelización.
Muchos de ellos provienen de países de tradición cristiana y muchos de ellos son católicos. Otros son ortodoxos. Otros provienen del norte de África y del África Subsahariana.

Ag. Fides: Excelencia, Vd tiene una gran experiencia no sólo pastoral, ya que ha trabajado asimismo en Roma, en el corazón de la Iglesia Universal, ¿puede decir que estamos preparados para esta nueva Evangelización de los Pueblos justamente aquí, donde son más fuertes las tradiciones y las raíces cristianas?
S.E. Mons. Yanguas: Pienso que la Iglesia, la Iglesia de Cuenca, tiene como primer desafío el de predicar sobre todo a estas personas que no tienen nuestra misma fe, la Fe cristiana, anunciándoles el Evangelio. Son personas que vienen a un país de antiguas y ricas tradiciones cristianas, embebido de la fe que hemos recibido de nuestros antepasados. Fe que en formas y modos ha alcanzado nivel técnicos y artísticos altísimos en sus diversas expresiones.
Estos nuevos ciudadanos que llegan a nuestras tierras, vienen también con sus valores, sus culturas. La actitud de todos aquellos que acogen a los que vienen a nosotros, debe ser de apertura. Esto significa tener un intercambio, recibir lo mejor de cada cultura.
¿Y qué hay mejor en nuestra cultura, en nuestra herencia histórica, que nuestra Fe?
De aquí la necesidad de anunciarla y de proclamarla y de dar a estos hermanos nuestros, a estos nuevos conciudadanos aquella herencia y aquella tradición que está representada en las obras de arte, y que ha sido la matriz del progreso para nuestras sociedades.

Ag. Fides: ¿Pero todo esto cómo se puede articular concretamente, vistas las diferencias, cuando no las hostilidades declaradas, de ciertas culturas?
S.E. Mons. Yanguas: El desafío de los nuevos fenómenos de la migración obliga a tener comportamientos y programas nuevos, que sepan ofrecer al mismo tiempo la acogida cordial, sincera, leal, característica de la vida cristiana, junto a la predicación, la proclamación, el anuncio gozoso, alegre, decidido, convencido de la Fe cristiana.
Sería un error, un gran error, pensar en una especie de cultura o religión universal válida para todos. No. En mi opinión lo que se nos pide en estos tiempos, como siempre, es la fidelidad a nuestras raíces. Fidelidad a nuestra fe, que es anuncio sincero, gozoso, familiar, sabiendo que es un bien para toda la humanidad. Sabiendo que es un bien la verdad de Jesucristo que está por encima y que lleva a la plenitud cualquier otra verdad, cualquier otro resplandor que existe en el corazón de los hombres. Las nociones de Persona, de derechos fundamentales de la Persona de dignidad de la Persona, de derecho natural son una sola cosa.
Todo esto constituye una parte muy notable de la tradición occidental, de aquellas raíces cristianas de nuestra tradición, en las que pueden insertarse valores autóctonos de las personas que vienen a nosotros. Este es el modo de alcanzar la veta de aquellos nobles valores que pueden llevar consigo estas Personas. Repito, en mi opinión, esta situación constituye un momento espléndido para el ejercicio de la caridad, pero constituye al mismo tiempo un momento también espléndido y una oportunidad espléndida para predicar y anunciar la Fe a estos hermanos nuestros que vienen en busca de medios de subsistencia mejores.

Ag. Fides: Gracias Excelencia y buen trabajo para Usted y toda su, me permita repetir sus palabras, “Espléndida Comunidad”. (Desde Cuenca, Luca de Mata)

Ficha - Mons. José María Yanguas Sanz nació el 26 de octubre de 1947 en Alberite (La Rioja), diócesis de Calahorra y La Calzada – Logroño (España). En 1971 terminó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Calahorra. Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1971 para la diócesis de Calahorra. En 1978 concluyó el Doctorado en Teología en la Universidad de Navarra, y en 1991 el de Filosofía en la misma Universidad. Después de su ordenación sacerdotal ha realizado numerosos encargos: 1971-1972: colaborador en diversas parroquias de Logroño; 1972-1976: profesor de Teología en la Universidad de Navarra para los universitarios de las Facultades Civiles; 1976-1981: profesor adjunto de Teología Dogmática en la misma Universidad; 1981-1989: profesor adjunto de Teología Moral; 1988-1989: miembro de la “Dirección de Investigación” de la Facultad de Teología; 1971-1989: colaborador pastoral en la parroquia de S. Nicolás en Pamplona durante el año académico, y en varias parroquias de Logroño durante las vacaciones de verano; 1989-2001: agregado en la Congregación para los Obispos; 2001-2006: Jefe de oficina de la Congregación para los Obispos. El 23 de diciembre de 2005 es nombrado Obispo de Cuenca. Recibe la Ordenación Episcopal en la Catedral de Cuenca y toma posesión de la Diócesis el 25 febrero de 2006. (1 - sigue) (Agencia Fides 24/7/2008)


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