VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello — La sintonía efectiva y afectiva con el Papa

martes, 17 junio 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La autolesión, es decir el hacerse mal a uno mismo, continua marcando la bimilenaria vida de la Iglesia. Comenzó con Judas que pensaba a su manera de hacer más asequible al poder mundano la persona y la propuesta de Jesucristo. Quizás no tuvo el tiempo para conocer y abrirse plenamente al misterio de Dios hecho hombre por nosotros.
Después del Concilio Vaticano II, a pesar de dos mil años de reflexión e investigación sobre Jesucristo, en la teología hemos experimentado algo similar: sobretodo Karl Rahner realizó un “giro radical’, —que se mostró después como una ruptura y una transformación— tomando distancia de la época precedente, considerando que la reflexión teológica desarrollada hasta ese momento desatendía, o peor aún, que no tomaba en cuenta la realidad del hombre.
¿En que consistía este giro?
En síntesis: todo discurso sobre Dios y sobre su revelación no tendría su origen en Él, sino en una pregunta que el hombre se hace sobre si mismo. Por consiguiente, la teología debería siempre hablar del hombre y de su salvación, plantear la pregunta sobre él y sobre el mundo. Se sabe que las críticas a dicha teoría no faltaron: se pueden recordar las de Leo Scheffczyck, muerto hace unos años después de haber sido nombrado Cardenal.
Dicha posición no se ha quedado solamente en un “pensamiento teológico” sino que se ha convertido en una práctica que ha impregnado, poco a poco, muchos sectores de la doctrina y de la vida eclesial. Una de las consecuencias más clamorosas ha sido el modo de entender la doctrina sacramental: en la actualidad el sacramento no es considerado como proveniente de lo Alto, de Dios, sino como la participación en algo que el cristiano ya posee. La conclusión a la que ha llegado Häuβling es que el hombre en los sacramentos terminaría participando en una acción que no corresponde realmente a su exigencia de ser salvado.
La respuesta a esta tesis “sacramentaria”, siguiendo el giro antropológico de cierta teología, ha sido dada por Joseph Ratzinger cuando tuvo que enfrentar la desviación litúrgica que tiende a prescindir de una acción divina precedente a cualquier pensamiento o acción del hombre, es decir, que tiende a prescindir del “antes” de Jesucristo. El discurso sobre Dios, y el mismo culto a Dios, es posible sólo porque Él se ha dirigido primero a nosotros, al hombre, con su revelación.
La liturgia no es otra cosa que la continuación de esta revelación, como Joseph Ratzinger-Benedicto XVI ha escrito en “Jesús de Nazareth”. Sin el “antes” del descenso de Dios, su Encarnación y, por lo tanto en la liturgia, cualquier discurso teológico y cualquier liturgia pueden ser una alienación o una proyección del hombre.
Se puede ver la proliferación de ensayos de antropología litúrgica, hasta reducir la dimensión de los mismos signos sacramentales, llamados preferiblemente símbolos, al sentido débil actual de signos evocativos pero vacíos.
La situación es grave, no tanto porque todo esto se enseñe incluso en algunas facultades de teología, sino porque parece que no pude ser enfrentando en un debate franco y científico sin ser censurado.
Ya que hoy se busca siempre mirar a Oriente —al menos por educación ecuménica— habría que decir que para la teología oriental “el giro antropológico” es una falsa pista por la que se ha encaminado la teología occidental.
El único tema fundamental de toda la teología de todos los tiempos es, y debe permanecer, la Encarnación del Verbo, el principio humano-divino que ha entrado en el mundo “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. El hombre, separado de Dios, no tiene ninguna posibilidad de sobrevivencia.
De otra manera, insistiendo o concentrado nuestros discursos prácticamente sólo sobre el hombre, como está sucediendo, no se habla más de Dios.
Guiándonos por el camino de la doctrina católica de siempre, el Papa Benedicto XVI, está reconduciendo la atención al “antes” de Dios. Es indispensable, si se quiere que la barca de Pedro permanezca afianzada en la verdad y proceda segura en la paz (cf. Colecta de San León Magno). (Agencia Fides 17/6/2008 líneas 51 palabras 697)


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