VATICANO - El Santo Padre concluye el Mes Mariano exhortando a continuar con el rezo del Santo Rosario “aprendiendo de María, la lámpara de la fe brille cada vez más en el corazón de los cristianos y en sus casas"

lunes, 2 junio 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "El Rosario, cuando no es una repetición mecánica de fórmulas tradicionales, es una meditación bíblica que nos hace revivir los acontecimientos de la vida del Señor en compañía de la Virgen, conservándolos como ella, en nuestro corazón. En muchas comunidades cristianas, durante el mes de mayo, se da la bella costumbre de rezar de manera más solemne el Rosario en familia y en las parroquias. Que no decaiga esta buena costumbre, ahora que termina el mes, para que, aprendiendo de María, la lámpara de la fe brille cada vez más en el corazón de los cristianos y en sus casas". Es la recomendación del Santo Padre Benedicto XVI formulada al final de la Celebración al término del Mes Mariano que se ha tenido lugar la tarde del sábado 31 de mayo en la plaza de San Pedro. Después del rezo del Santo Rosario, mientras se llevaba en procesión una imagen de la Virgen por la plaza, ha tenido lugar una Celebración de la Palabra al final de la cual el Santo Padre ha bajado a la plaza y ha pronunciado una breve alocución.
El Papa se ha referido a continuación al pasaje evangélico de la fiesta de la Visitación, 31 de mayo, que cuenta el viaje de Maria de Nazareth a la casa de su prima Isabel. "Antes de preocuparse por sí misma, - ha dicho el Pontífice -, María piensa en la anciana Isabel, al saber que su embarazo está en un estado avanzado y, movida por el misterio de amor que acaba de acoger en su interior, se pone en camino "rápidamente" para ir a ofrecerle ayuda. ¡Esta es la grandeza sencilla y sublime de María! Cuando llega a la casa de Isabel... la luz interior del Espíritu Santo envuelve sus personas". A las palabras de Isabel, iluminadas desde lo alto, que exclama: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ", Maria, cuya alma está sin pe Engrandece mi alma al Señor".
" María "ve" con los ojos de la fe la obra de Dios en la historia - ha continuado Benedicto XVI - Por este motivo es bienaventurada, pues ha creído: por la fe, de hecho, ha acogido la Palabra del Señor y ha concebido al Verbo encarnado. Su fe le ha hecho ver que los tronos de los poderosos de este mundo son provisionales, mientras que el trono de Dios es la única roca que no cambia, que no se derrumba. Su Magnificat, con el pasar de los siglos y milenios, sigue siendo la interpretación más verdadera y profunda de la historia, mientras las interpretaciones de muchos de los sabios de este mundo han sido desmentidas por los hechos en el transcurso de los siglos”.
El Santo Padre ha concluido su discurso exhortando a los presentes a volver a casa “con el Magnificat en el corazón": nos " Alberguemos en nuestro espíritu los mismos sentimientos de alabanza y acción de gracias de María hacia el Señor, su fe y su esperanza, su abandono dócil en las manos de la Providencia divina. Imitemos su ejemplo de disponibilidad y de generosidad en el servicio a los hermanos. De hecho, sólo acogiendo el amor de Dios y haciendo de nuestra existencia un servicio desinteresado y generoso al prójimo, podremos elevar con alegría un canto de alabanza al Señor”. (S.L) (Agencia Fides 2/6/2008)


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