VATICANO - La catequesis del Papa: San Gregorio Magno "en un tiempo desastroso, incluso desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos enseña dónde están las verdaderas fuentes de la paz, de dónde viene la verdadera esperanza y de este modo se convierte en una guía para nosotros también hoy”

jueves, 29 mayo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Santo Padre Benedicto XVI ha dedicado su catequesis durante la audiencia general del miércoles 28 de mayo a la figura de "uno de los más grandes Padres en la historia de la Iglesia, uno de los cuatro doctores del occidente, el Papa san Gregorio, que fue Obispo de Roma entre el 590 y el 604, y que mereció de la tradición el título de Magnus/Grande". Nacido en Roma, en torno al 540, de una rica familia patricia de profunda fe cristiana de la que salieron dos Papas, Gregorio entró en la carrera administrativa, siguiendo las huellas paternales, y en el 572 se convirtió en prefecto de la ciudad. Esta tarea, a pesar de la tristeza de los tiempos, le permitió conocer todo género de problemas administrativos, dándole luz para futuras tareas. De todas formas, no mucho tiempo después, abandonó todo cargo civil para retirarse a su casa e iniciar una vida de monje, transformando la casa de familia en el monasterio de San Andrés al Celio.
"De este período de vida monástica - ha recordado el Papa -, vida de diálogo permanente con el Señor en la escucha de su palabra, le quedará una perenne nostalgia que aparecerá continuamente en sus homilías: en medio de las preocupaciones pastorales, lo recordará varias veces en sus escritos como un tiempo feliz de recogimiento en Dios, de dedicación a la oración, de serena inmersión en el estudio. Pudo así adquirir ese profundo conocimiento de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia del que se sirvió luego en sus obras."
Pero el retiro claustral de Gregorio no duró mucho tiempo. El Papa Pelagio lo nombró diácono y lo envió a Constantinopla como su representante, para favorecer la superación de los últimos coletazos de la controversia monofisita y sobre todo para conseguir el apoyo del emperador en el esfuerzo de contener la presión longobarda. "La permanencia en Constantinopla, donde con un grupo de monjes retomó la vida monástica, fue importante para Gregorio - ha recordado Benedicto XVI -, ya que le dio oportunidad de adquirir directa experiencia del mundo bizantino, como también sobre el problema de los longobardos, que habría puesto a dura prueba su habilidad y su energía en los años del Pontificado. Después de algunos años fue llamado de nuevo a Roma por el Papa, que lo nombró su secretario". Fueron aquellos años difíciles marcados por continuas lluvias, por el desbordamiento de los ríos, la carestía y la peste, que provocó numerosas víctimas, entre ellos, también el Papa Pelagio II. Como su sucesor en la Sede de Pedro fue elegido por unanimidad Gregorio, quien después de cierta resistencia, al final tuvo que ceder. Era el año 590.
El nuevo Pontífice se metió enseguida con empeño al trabajo, demostrando desde el principio, como ha subrayado Benedicto XVI, "una visión singularmente brillante de la realidad con laque debía enfrentarse, una extraordinaria capacidad de trabajo para afrontar los asuntos tanto eclesiásticos cuanto civiles, un constante equilibrio en las decisiones, incluso atrevidas, que le imponía su misión. Se conserva de su gobierno una amplia documentación gracias al Registro de sus cartas (cerca de 800) en las que se refleja la cotidiana confrontación con los complejos interrogativos que afluían en su mesa". El Papa dedicó grandes todas las energías posibles para solucionar una de las más importantes cuestiones que afligían en aquel tiempo a Italia y Roma, la cuestión longobarda: "san Gregorio veía a esta gente con los ojos del buen pastor, preocupado de anunciarles la palabra de salvación, estableciendo con ellos relaciones de fraternidad con vistas a una futura paz fundada en el respeto recíproco y en la serena convivencia entre italianos, imperiales y longobardos. Se preocupó de la conversión de los jóvenes pueblos y del nuevo orden civil de Europa: los Visigodos de España, los Francos, los sajones, los inmigrantes en Bretaña y los longobardos, fueron los destinatarios privilegiados de su misión evangelizadora."
Benedicto XVI también ha recordado la serie de cartas enviadas por el Papa Gregorio a la reina Teodolinda, princesa bávara intensamente católica que tuvo un papel importante en la pacificación con los longobardos. "La vida de esta reina - ha continuado el Papa - constituye un bello testimonio de la importancia de las mujeres en la historia de la Iglesia”.
San Gregorio se dedicó sin descansó además de a la acción espiritual y pastoral, a una multiforme actividad social, a pesar de su inestable salud que a menudo le obligaba a guardar cama durante varios días. "A pesar de las condiciones difíciles en las que debía trabajar - ha concluido el Santo Padre -, logró ganarse, gracias a la santidad de su vida y a la rica humanidad, la confianza de los fieles, consiguiendo para su tiempo y para el futuro, resultados realmente grandiosos. Fue un hombre inmerso en Dios: el deseo de Dios era cada vez más vivo en el fondo de su alma y precisamente por ello, él siempre estaba muy cerca del prójimo, de las necesidades de la gente de su tiempo. En un tiempo desastroso, incluso desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos enseña dónde están las verdaderas fuentes de la paz, de dónde viene la verdadera esperanza y de este modo se convierte en una guía para nosotros también hoy”.
Al término de la audiencia el Papa ha dirigido un particular saludo a los sacerdotes del Pontificio Colegio San Pablo apóstol, que han finalizado los estudios en las diversas Universidades Pontificias y están a punto de volver a sus correspondientes Países: "Queridos sacerdotes, os exhorto a vivir siempre con fidelidad al ministerio pastoral, teniendo en cuenta la formación recibida en estos años en Roma". Saludando luego a profesores, alumnos y padres de la peregrinación de las Maestras Pías Filipinas, con ocasión del tercer centenario de apertura en Roma de la primera escuela por parte de S. Lucia Filipinos, ha exhortado a las religiosas, siguiendo el ejemplo de su Fundadora, a aprovechar esta solemnidad "para contribuir, con renovado empeño, par afrontar la actual emergencia educativa en la ciudad de Roma, corazón de la cristiandad". (S.L) (Agencia Fides 29/5/2008)


Compartir: