VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Savona y Génova - “El hombre no se realiza en una autonomía absoluta, creyendo ser Dios, sino, al contrario, reconociéndose como hijo, criatura abierta, lanzada hacia Dios y hacia los hermanos”

martes, 20 mayo 2008

Génova (Agencia Fides) - “Desde esta central Plaza de la Victoria, que nos acoge para la coral acción de alabanza y de agradecimiento a Dios con la que se cierra mi visita pastoral, envío el más cordial saludo a toda la comunidad civil y eclesial de Génova”, dijo el Santo Padre durante la Concelebración Eucarística que presidió en la tarde del Domingo 18 de mayo, saludando y agradeciendo a las autoridades, a los diversos componentes eclesiales y a cuantos colaboraron al éxito de la visita. Comentando las lecturas de la Misa del día, Solemnidad de la Santísima Trinidad, el Santo Padre subrayó que en ellas se puede individuar “un contenido principal que se refiere a Dios, y en efecto la fiesta de hoy nos invita a contemplarlo a Él, al Señor, que nos invita a subir en un cierto sentido ‘a la cima del monte’ como hizo Moisés. Esto parece a primera vista llevarnos lejos del mundo y de sus problemas, pero en realidad se descubre que justamente conociendo a Dios más de cerca se reciben también indicaciones prácticas preciosas para la vida… Del nombre de Dios depende nuestra historia; de la luz de su rostro nuestro camino”.
Luego el Papa prosiguió: “Si Dios es unidad dialógica, sustancia en relación, la criatura humana, hecha a su imagen y semejanza, refleja tal constitución: ella por lo tanto está llamada a realizarse en el diálogo, en el coloquio, en el encuentro. En particular, Jesús nos ha revelado que el hombre es esencialmente “hijo”, criatura que vive en la relación con Dios Padre. El hombre no se realiza en una autonomía absoluta, creyendo ser Dios, sino, al contrario, reconociéndose como hijo, criatura abierta, lanzada hacia Dios y hacia los hermanos, en cuyos rostros encuentra la imagen del Padre común. Se ve claramente que esta concepción de Dios y del hombre está a la base de un modelo correspondiente de comunidad humana, y por lo tanto de sociedad. Es un modelo que está antes de cualquier reglamentación normativa, jurídica, institucional, y diría que está incluso antes de cualquier especificación cultural. Un modelo de familia humana transversal a todas las civilizaciones, que nosotros cristianos estamos acostumbrados a expresar desde niños afirmando que los hombres son todos hijos de Dios y por lo tanto todos hermanos… Es una concepción que e basa en la idea de Dios Trinidad, del hombre como persona - no mero individuo - y de la sociedad como comunidad - no mera colectividad”.
Benedicto XVI recordó en este punto el rico Magisterio de la Iglesia que se desarrolló justamente a partir de esta visión de Dios y del hombre, con los capítulos más importantes de la Doctrina Social de la Iglesia, a la que han dado aportes sustanciales los Pontífices de los últimos ciento veinte años, “haciéndose intérpretes autorizados y guías del movimiento social de inspiración cristiana”. El Santo Padre citó asimismo su primera Encíclica Deus caritas est, que “propone de nuevo el ejercicio de la caridad concreta, por parte de la Iglesia, a partir de la fe en Dios Amor, encarnado en Jesucristo”, y el Congreso eclesial nacional de Verona, que indicó dos opciones de fondo: la opción del “primado de Dios” y la de poner al centro a la persona y la unidad de su existencia, en los diversos ámbitos en que se despliega. La tercera opción fundamental del Episcopado italiano, recordada por el Papa, la constituye el testimonio personal y comunitario, en el que convergen vida espiritual, misión pastoral y dimensión cultural.
“En una sociedad en tensión entre globalización e individualismo - afirmó el Pontífice -, la Iglesia está llamada a ofrecer el testimonio de la koinonía, de la comunión. Esta realidad no viene ‘de abajo’ sino que es un misterio que tiene, por así decir, las ‘raíces en el cielo’: justamente en Dios uno y trino. Es Él, en sí mismo, el eterno diálogo de amor que en Jesucristo se ha comunicado a nosotros, entró en la trama de la humanidad y de la historia para conducirla a la plenitud. Y aquí está entonces la grande síntesis del Concilio Vaticano II: la Iglesia, misterio de comunión, ‘es en Cristo como un sacramento, es decir signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano’ (Lumen gentium, 1).”
Benedicto XVI concluyó su homilía con algunas exhortaciones particulares. Ante todo encomendó a adultos y jóvenes el cuidado “de la formación espiritual y catequística, una formación ‘sustanciosa’, más necesaria que nunca para vivir bien la vocación cristiana en el mundo de hoy”; y así proseguir “el generoso compartir con los pobres y los débiles, sacando siempre inspiración y fuerza de la Eucaristía, fuente perenne de la caridad”. A los seminaristas y a los jóvenes comprometidos en un camino vocacional los aconsejó: “no tengáis temor, es más, sentid la atracción de las opciones definitivas, de un itinerario formativo serio y exigente. Sólo la medida alta del discipulado fascina y da alegría”. Finalmente Benedicto XVI exhortó a todos “a crecer en la dimensión misionera, que es coesencial a la comunión. La Trinidad, en efecto, es al mismo tiempo unidad y misión: cuanto más intenso es el amor, tanto más fuerte es el impulso por difundirse, por dilatarse, por comunicarse. Iglesia de Génova, sé unida y misionera, para anunciar a todos la alegría de la fe y la belleza de ser Familia de Dios”.
Terminada la Santa Misa, el Papa llegó al aeropuerto “Cristoforo Colombo” de Génova-Sestri, de donde, despidiéndose de las autoridades, partió en avión para regresar a Roma. (S.L.) (Agencia Fides 20/5/2008; líneas 61, palabras 931)


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