VATICANO - Otro regalo del Papa a los católicos chinos: la Oración a Nuestra Señora de Sheshan

viernes, 16 mayo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El 27 de mayo del año pasado, en la solemnidad de Pentecostés, Benedicto XVI firmó la “Carta a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia Católica en la República Popular China”. A un año de distancia el Santo Padre ha compuesto personalmente el texto de una súplica que todos los católicos del mundo usarán en la Jornada de oración por la Iglesia en China que se celebrará el 24 de mayo, día dedicado a la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María “Ayuda de los cristianos”, venerada con tanta devoción en el santuario de Sheshan en Shangai.
En la oración que el Santo Padre nos ha regalado se pueden captar fácilmente algunos de los temas más importantes de la Carta pontificia enviada a la Iglesia que está en China. La invocación se abre con un saludo a la Virgen Santísima, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, venerada con el título de “Ayuda de los cristianos” en el Santuario de Sheshan. A Nuestra Señora de Sheshan el Papa le pide guiar con solicitud maternal al Pueblo de Dios, por los caminos de la verdad y del amor, para que en toda circunstancia sea fermento de convivencia armoniosa entre todos los ciudadanos. Como no recordar los pasajes de la carta Pontificia en la que el Santo Padre define la verdad y el amor como “las dos columnas basilares de la vida de la comunidad cristiana”? (n.7 §3).
En el segundo y tercer parágrafo de la Carta, con breves y eficaces pinceladas que van desde el “sí” de Nazaret hasta la hora suprema de la Cruz, cuando María permaneció en pie junto a su Hijo que moría para que el hombre viviera, la oración recuerda el corazón del Evangelio, el Misterio Pascual: el misterio de la Redención realizada por Cristo hecho hombre en el seno virginal de María. “Hoy, como ayer, anunciar el Evangelio significa anunciar y dar testimonio de Jesucristo crucificado y resucitado, el Hombre nuevo, vencedor del pecado y de la muerte. Él permite a los seres humanos entrar en un nueva dimensión donde la misericordia y el amor, incluso para con el enemigo, dan fe de la victoria de la Cruz sobre toda debilidad y miseria humana” (n.3 §7).
A María, Madre de la Esperanza, el Papa pide ayuda para que la Iglesia sepa discernir en toda situación, incluso la más oscura, los signos de la presencia operante de Dios. Escribiendo a los católicos chinos para ayudarlos “a descubrir lo que el Señor y Maestro, Jesucristo, ‘la clave, el centro y el fin de toda la historia humana’, quiere de vosotros” (n.2 §2), el Santo Padre habló del designio de Dios sobre la historia de la humanidad y de la necesidad de descubrir aquello que Dios quiere de nosotros, incluso cuando nos encontramos ante un aparente fracaso (cf. n.19 §3).
La invitación fuerte a la Evangelización - “Duc in altum” del n.3 §5 - lo encontramos expresado en las simples palabras de la oración: “en medio de las dificultades cotidianas, sigan creyendo, esperando y amando, para que nunca temamos hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús, todo expresado plásticamente en el gesto de María que desde lo alto de la cima del Santuario de Sheshan sostiene al Hijo, y lo presenta al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor” (cf. Carta n.3 §7).
La oración termina pidiendo a María, Madre de China, que ayude a todos los fieles de esta noble Nación y del mundo entero a ser siempre testigos creíbles del Amor manifestado y dado en la Cruz, unidos a la Iglesia universal y a Pedro, roca sobre la que está construida la Iglesia según el proyecto originario querido por Cristo mismo.
“También en vuestro país, el anuncio de Cristo crucificado y resucitado será posible en la medida en que con fidelidad al Evangelio, en comunión con el Sucesor del Apóstol Pedro y con la Iglesia universal, sabréis realizar los signos del amor y de la unidad (‘como yo os he amado, así amaos también los unos a los otros. De esto todos sabrán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. [...] Como tu, Padre, estás en mi y yo en ti, que ellos sean también en nosotros una sola cosa, para que el mundo crea que tú me has enviado’: Jn 13, 34-35; 17, 21)”. (n.3 §7)
Ayudados por la oración que el Papa Benedicto XVI ha escrito para todos nosotros, preparémonos a vivir esta jornada del 24 de mayo en comunión con la Iglesia que está en China. “Deseo que esta fecha sea para vosotros una jornada de oración por la Iglesia en China. Os exhorto a celebrarla renovando vuestra comunión de fe en Jesús Nuestro Señor y de fidelidad al Papa, rezando para que la unidad entre vosotros sea cada vez más profunda y visible. Os recuerdo asimismo el mandamiento del amor que Jesús nos ha dado, de amar a nuestros enemigos y de rezar por aquellos que nos persiguen, así como la invitación del Apóstol San Pablo: ‘Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.’ (1 Tm 2, 1-4)”. (n.19 §2)
“En esa misma Jornada los católicos del mundo entero -en particular aquellos de orígenes chino- os mostrarán su fraterna solidaridad y solicitud para con vosotros, pidiendo al Señor de la historia el don de la perseverancia en el dar testimonio, con la certeza de que vuestros sufrimientos pasados y presentes por el santo Nombre de Jesús y vuestra intrépida lealtad a Su Vicario en tierra serán premiados, incluso si a veces todo puede parecer un triste fracaso” (n.19 § 2.3). (Agencia Fides 16/5/2008; líneas 63, palabras 1020)


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