VATICANO - En la solemnidad de la Ascensión Benedicto XVI recuerda que "Jesús nos invita a no quedarnos mirando hacia lo alto, sino a estar juntos, unidos en la oración, para invocar el don del Espíritu Santo”

lunes, 5 mayo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "En sus discursos de adiós a los discípulos, Jesús insistió mucho en la importancia de su ‘regreso al Padre’, cumplimiento de toda su misión. De hecho, vino al mundo para devolver el hombre a Dios, pero no idealmente -como haría un filósofo o un maestro de sabiduría - sino realmente, como pastor que quiere llevar todas las ovejas al redil”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI se ha dirigido a los fieles que llenaban la plaza de San Pedro para la oración mariana del Regina Cæli el domingo 4 de mayo, Solemnidad de la Ascensión del Señor, que en el Vaticano y en otras naciones se había celebrado el jueves anterior siguiendo el Libro de los Hechos de los Apóstoles que la sitúa cuarenta días después de la resurrección.
"Jesús afrontó este ‘éxodo’ hacia la patria celestial en primera persona por nosotros- ha subrayado el Santo Padre - Por nosotros descendió del Cielo y por nosotros ascendió, tras haberse hecho semejante en todo a los hombres… Dios en el hombre - el hombre en Dios: ya no se trata de una verdad teórica, sino real. Por este motivo, la esperanza cristiana, fundamentada en Cristo, no es ilusión; por el contrario - como dice la carta a los Hebreos -, en ella ‘tenemos como una segura y sólida ancla de nuestra alma’(Heb 6, 19), un ancla que penetra en el cielo, donde Cristo nos ha precedido”.
Explicando a continuación el sentido de la presencia de la Virgen Maria entre nosotros, el Santo Padre ha recordado que “al dirigir hacia ella la mirada, como los primeros discípulos, se nos presenta la realidad de Jesús: la Madre orienta hacia el Hijo, que ya no se encuentra físicamente entre nosotros, sino que espera en la casa del Padre. Jesús nos invita a no quedarnos mirando hacia lo alto, sino a estar juntos, unidos en la oración, para invocar el don del Espíritu Santo. Sólo a quien ‘renace de lo alto’, es decir, del Espíritu Santo, se le abre la entrada al Reino de los cielos, y la primera ‘renacida de lo alto’ es precisamente la Virgen María”. (S.L) (Agencia Fides 5/5/2008; Líneas. 26 Palabras: 398)


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