VATICANO - Mensaje del Papa: “Solo buscando un humanismo integral y solidario, en cuyo contexto incluso la cuestión del desarme asuma una naturaleza ética y espiritual, la humanidad podrá caminar hacia la deseada paz auténtica y duradera”

lunes, 14 abril 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “La humanidad ha alcanzado un formidable progreso en la ciencia y en la técnica. El ingenio humano ha producido frutos impensables desde hace pocos decenios. Al mismo tiempo, en el mundo permanecen áreas sin un adecuado nivel de desarrollo humano y material; no pocos pueblos y personas se ven privados de los derechos y libertades más elementales… las zonas de marginación y miseria parecen crecer. El proceso mundial de globalización, si bien ha abierto nuevos horizontes, no ha quizás todavía dado los resultados esperados”. Así comienza el Mensaje enviado por el Santo Padre Benedicto XVI a los participantes del Seminario internacional organizado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz sobre el tema: “Desarme, desarrollo y paz. Perspectivas para un desarme integral”.
Después de evidenciar la actualidad del tema tomado en consideración, el Papa señala que “hoy la comunidad internacional parece estar perdida. En diversas áreas del mundo insisten tensiones de guerra, y también en otros lados donde no se vive la tragedia de la guerra están sin embargo difundidos los sentimientos de miedo y de inseguridad. Asimismo, fenómenos como el terrorismo de escala mundial hacen lábil el confín entre la paz y la guerra, generando prejuicios contra la esperanza del futuro de la humanidad”. Para responder a estos desafíos es necesaria ciertamente una acción común a nivel político, económico y jurídico, pero antes aún - subraya Benedicto XVI - “es necesaria una reflexión compartida a nivel moral y espiritual; es cada vez más urgente promover un ‘nuevo humanismo’ que ilumine al hombre en la comprensión de sí mismo y del sentido de su camino en la historia”. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse sólo al crecimiento económico, sino que debe comprender la dimensión moral y espiritual, en cuanto “un auténtico humanismo integral no puede sino ser al mismo tiempo solidario y la solidaridad es una de las expresiones más altas del espíritu humano… El hombre, en efecto, cuando busca sólo el bienestar material, permaneciendo cerrado en su propio yo, se cierra él mismo el camino hacia la plena realización y la auténtica felicidad”.
En su Mensaje el Papa evidencia la interdependencia de los tres elementos que son objeto de reflexión del Seminario: el desarme, el desarrollo y la paz. “No es posible concebir una paz auténtica y duradera sin el desarrollo de toda persona y pueblo… Ni es pensable tampoco una reducción de los armamentos, si no se elimina primero la violencia a la raíz, es decir, si el hombre primero no se orienta decididamente a la búsqueda de la paz, de lo bueno y de lo justo. La guerra, como toda forma de mal, encuentra su origen en el corazón del hombre. En este sentido, el desarme no interesa sólo a los armamentos de los Estados, sino que involucra al hombre entero, llamado a desarmar su corazón y a ser en todos lados un operador de paz”. Aunque reconociendo el derecho a la legítima defensa entre aquellos derechos inalienables de los Estados, el Papa subraya que para esto “no parece lícito cualquier nivel de armamento”, porque “todo Estado puede poseer únicamente las armas necesarias para asegurar su legítima defensa”, de otro modo los armamentos “de garantía de la paz, corren el riesgo de convertirse en una trágica preparación de la guerra”.
Hablando de la estrecha relación entre desarme y desarrollo, el Papa evidencia que “los ingentes recursos materiales y humanos utilizados para el gasto militar y para los armamentos son de hecho quitados a los proyectos de desarrollo de los pueblos, especialmente de los más pobres y necesitados de ayuda”. No obstante los numerosos llamamientos del pasado, hoy la producción y el comercio de las armas están en continuo crecimiento y van asumiendo un papel fundamental en la economía mundial, mientras se afirma la tendencia a la superposición de economía civil y economía militar. Por lo tanto el Papa renovó el llamamiento “a que los Estados reduzcan el gasto militar para los armamentos y tomen en seria consideración la idea de crear un fondo mundial que sea destinado a proyectos de desarrollo pacífico de los pueblos”.
Volviendo a la relación entre desarrollo y paz, Benedicto XVI recuerda que pueden existir guerras “desencadenadas por violaciones graves de los derechos humanos, por la injusticia y la miseria”, pero no debe dejar de prestarse atención al riesgo de guerras “causadas por la voluntad de expansión o por la conservación del dominio económico en perjuicio de los demás”, también llamadas “guerras del bienestar”. El hombre puede llegar a matar a su hermano incluso en nombre del exclusivo bienestar material, “sin un desarrollo moral y espiritual coherente”. El Papa subraya la urgencia de “una decidida opción de la comunidad internacional en favor de la paz”, poniendo manos a la obra en los planos económico y jurídico. “Es fundamental todo el esfuerzo que se pueda hacer para contrarrestar la proliferación de armas ligeras y de bajo calibre, que alimentan las guerras locales y la violencia urbana, y son causa de muerte para demasiadas personas cada día en el mundo”.
Sigue siendo prioritaria, de todos modos, “la conversión del hombre al bien en el plano cultural, moral y espiritual. Todo hombre, de la condición que sea, está llamado a convertirse al bien y a buscar la paz en el propio corazón, así como también en el prójimo y en el mundo”. Invocando el Magisterio de sus predecesores, Benedicto XVI recuerda que “la paz es un don de Dios, don precioso que debe ser buscado y protegido también con medios humanos” y solicita a este propósito el aporte de todos para la difusión de una cultura de paz y para una mutua educación en la paz, sobretodo en las nuevas generaciones.
El Mensaje concluye con un llamado a la esperanza: “dirigiendo la mirada a las situaciones concretas en las que vive hoy la humanidad, podríamos experimentar un justificado desaliento y resignación: en las relaciones internacionales parecen prevalecer la desconfianza y la soledad; los pueblos se sienten divididos, unos contra otros. Una guerra total, cual terrible profecía, amenaza convertirse en trágica realidad. La guerra, sin embargo, nunca es inevitable, y la paz siempre es posible. ¡Es un deber! Ha llegado el momento de cambiar el curso de la historia, de recuperar la confianza, de cultivar el diálogo, de alimentar la solidaridad”. (S.L.) (Agencia Fides 14/4/2008; líneas 66, palabras 1105)


Compartir: