VATICANO - Benedicto XVI en el Te Deum de fin de año: “El tiempo pasa y su devenir inexorable nos impulsa a dirigir la mirada con profunda gratitud al Dios eterno, al Señor del tiempo”

miércoles, 2 enero 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En ocasión de la Celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, seguidas por la Adoración Eucarística y el canto del “Te Deum” de agradecimiento por el año transcurrido, el 31 de diciembre en la Basílica Vaticana, el Papa Benedicto XVI puso de relieve la figura de María, la mujer que la Iglesia contempla “por haber sido llamada a realizar una misión que la pone en una relación muy íntima con Cristo; más aún, en una relación absolutamente única, porque María es la Madre del Salvador”. El Santo Padre recordó que también el pueblo cristiano puede y debe afirmar el vínculo maternal con María, Madre de Jesucristo: “viviendo su singularísima relación materna con el Hijo, compartió su misión por nosotros y por la salvación de todos los hombres. Contemplándola, la Iglesia descubre en ella los rasgos de su propia fisonomía: María vive la fe y la caridad; María es una criatura, también ella salvada por el único Salvador; María colabora en la iniciativa de la salvación de la humanidad entera. Así María constituye para la Iglesia su imagen más verdadera: aquella en la que la comunidad eclesial debe descubrir continuamente el sentido auténtico de su vocación y de su misterio”.
Prosiguiendo con su homilía, el Papa se detuvo a reflexionar sobre la relación entre el Verbo encanado y el hombre, una relación que, con la asunción de la naturaleza humana del hijo, abre “la perspectiva de un cambio radical de la misma condición del hombre”. “El Verbo encarnado transforma desde dentro la existencia humana, haciéndonos partícipes de su ser Hijo del Padre. Se hizo como nosotros para hacernos como él: hijos en el Hijo y, por tanto, hombres libres de la ley del pecado”, afirmó Benedicto XVI.
Refiriéndose a las palabras del himno del “Te Deum”, el Santo Padre rezó por todos los hijos de Dios en el mundo, comenzando por los jóvenes, cada vez más “atraídos por una falsa exaltación, o mejor, profanación del cuerpo y por la trivialización de la sexualidad”, espejo de una cultura ligada al consumismo y al secularismo que muestra “el déficit de esperanza y de confianza en la vida que constituye el mal "oscuro" de la sociedad occidental moderna”. Es fundamental, así, para Benedicto XVI, la emergencia de una formación y de una educación adecuada a los jóvenes: “Sin clamores, con paciente confianza, tratemos de afrontar esa emergencia, ante todo en el ámbito de la familia. Sin duda, es consolador constatar que el trabajo emprendido durante estos últimos años por las parroquias, por los movimientos y por las asociaciones en la pastoral familiar sigue desarrollándose y dando sus frutos”.
Sucesivamente el pensamiento del Santo Padre se dirigió a las iniciativas misioneras, que “están aumentando y en ellas participa ya un número notable de jóvenes que asumen personalmente la responsabilidad y la alegría del anuncio y del testimonio del Evangelio”. Benedicto XVI invocó finalmente una particular bendición para los jóvenes y los adultos que se han consagrado al sacerdocio en Cristo. “Cristo es nuestra esperanza "segura". Pero nuestra esperanza siempre es esencialmente también esperanza para los demás. Sólo así es verdaderamente esperanza también para cada uno de nosotros”, concluyó el Papa. (Agencia Fides - líneas 35, palabras 544)


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