VATICANO - El Mensaje Natalicio del Santo Padre: “En Jesús, Dios asumió lo que no era, permaneciendo en lo que era: la omnipotencia entró en un cuerpo infantil y no se sustrajo al gobierno del universo”

viernes, 28 diciembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Nos ha amanecido un día sagrado”: con las palabras de la aclamación antes del Evangelio de la liturgia del día de Navidad, el Papa Bendicto XVI expresó la gran alegría tan esperada traída al mundo por Jesucristo: “El nacimiento de un niño trae normalmente una luz de esperanza a quienes lo aguardan ansiosos. Cuando Jesús nació en la gruta de Belén, una «gran luz» apareció sobre la tierra; una gran esperanza entró en el corazón de cuantos lo esperaban: «lux magna»”.
En su Mensaje, pronunciado desde la logia central de la Basílica Vaticana, el Papa recordó esta “gran luz” traída por la Navidad, destacando que “no fue «grande» según el mundo, porque, en un primer momento, sólo la vieron María, José y algunos pastores, luego los Magos, el anciano Simeón, la profetisa Ana: aquellos que Dios había escogido”. La luz de la que se habla resplandece “en lo recóndito y en el silencio de aquella noche santa” y es “la gran esperanza portadora de felicidad: «el Verbo se hizo carne y nosotros hemos visto su gloria»”. Esa misma luz es la “Palabra creadora de Dios” y Benedicto XVI recordó que “todas las criaturas… llevan en sí la huella de Dios, una chispa de su luz. Sin embargo, cuando Jesús nació de la Virgen María, la Luz misma vino al mundo”. “En Jesús, Dios asumió lo que no era, permaneciendo en lo que era: la omnipotencia entró en un cuerpo infantil y no se sustrajo al gobierno del universo”, afirmó el Papa.
La reflexión del Papa se concentró luego sobre la paz, que “sólo la «gran» luz que aparece en Cristo puede dar a los hombres”; y justamente por esto todo el mundo está llamado a acoger “al Dios que en Belén se ha hecho uno de nosotros” y para hacer esto es necesario fe y humildad, siguiendo el ejemplo de las personas que han tocado con mano la gracia del Señor: “La humildad de María, que ha creído en la palabra del Señor, y que fue la primera que, inclinada ante el pesebre, adoró el Fruto de su vientre; la humildad de José, hombre justo, que tuvo la valentía de la fe y prefirió obedecer a Dios antes que proteger su propia reputación; la humildad de los pastores, de los pobres y anónimos pastores, que acogieron el anuncio del mensajero celestial y se apresuraron a ir a la gruta, donde encontraron al niño recién nacido y, llenos de asombro, lo adoraron alabando a Dios”. La humildad muestra a los verdaderos “protagonistas de la Navidad”: “Los pequeños, los pobres en espíritu…; los protagonistas de siempre de la historia de Dios, los constructores incansables de su Reino de justicia, de amor y de paz”.
Benedicto XVI rezó asimismo para que esta luz de Cristo “sea consuelo para cuantos viven en las tinieblas de la miseria, de la injusticia, de la guerra” para quien se encuentra en el sufrimiento, entre tensiones étnicas y guerras, entre calamidades y tensiones religiosas. El pensamiento del Santo Padre se dirigió sobre todo allí donde “resuena el fragor de las armas: en las martirizadas tierras del Darfur, de Somalia y del norte de la República Democrática del Congo, en las fronteras de Eritrea y Etiopía, en todo el Oriente Medio, en particular en Irak, Líbano y Tierra Santa, en Afganistán, en Pakistán y en Sri Lanka, en las regiones de los Balcanes”. “A la sed de sentido y de valores que hoy - afirmó con fuerza el Papa - se percibe en el mundo; a la búsqueda de bienestar y paz que marca la vida de toda la humanidad; a las expectativas de los pobres, responde Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, con su Natividad. Que las personas y las naciones no teman reconocerlo y acogerlo”.
Finalmente, antes de impartir la Bendición Urbi et Orbi, el Santo Padre Benedicto XVI invitó a la oración humilde y confiada a Jesús: “el Señor, que ha hecho resplandecer en Cristo su rostro de misericordia, os colme con su felicidad y os haga mensajeros de su bondad. ¡Feliz Navidad!” (Agencia Fides - líneas 43, palabras 689)


Compartir: