VATICANO - AVE MARÍA a cargo de Mons. Luciano Alimandi - El “sueño” de los discípulos

miércoles, 12 marzo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Entre los episodios que meditaremos en los días de la Pasión del Señor está el del sueño de los tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, en el huerto de los olivos mientras Jesús sufre terriblemente su agonía. El Seños les había pedido que “velarán” y de acompañándolo, pero en vano. Fueron vencidos por el sueño como sucede cuando los instintos de la “carne” se imponen sobre los deseos del “espíritu”. Jesús les llama la atención y los regresa a la realidad. Cuando despierta a Pedro simplemente hace una observación sobre el sueño: “¿Simón, duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mc 14, 37b-38).
“¡Velad! No basta rezar, es necesario vigilarse uno mismo: los propios pensamiento, emociones, sentimientos, instintos, deseos, etc., porque los hombre están siempre listos para “descender” del plano espiritual al puramente material haciendo que el discípulo de Cristo “resbale” en comportamientos meramente mundanos que no tienen nada que hacer con el “espíritu”. Uno no puede confiar demasiado en el propio corazón de carne porque, como dicen las Escrituras, “es difícil de sanar” (Jer 17, 9). Es necesario mantener constantemente el difícil equilibrio entre el espíritu y la materia, entre el cuerpo y el alma, entre las exigencias de uno y otro, dando siempre precedencia al espíritu, ya que, como dice Jesús, “la carne es débil” y si no está sujeta al espíritu lo arrastra hacía la tierra.
El discípulo debe caminar mirando siempre al Señor, para no verse prisionero de los propios instintos, como quién no quiere levantar la cabeza para dejarse impresionar por el azul del cielo, para respirar la fragancia de la Pascua. El cristiano debe vivir siempre un continuo éxodo de si mismo para conformarse a Su Redentor, imitándolo.
En uno de sus admirables comentarios a la Pasión de Cristo, el Papa San León Magno afirma: “El pueblo cristiano está invitado a participar de las riquezas del paraíso. Para todos los bautizados la puerta para regresar a la patria perdida está abierta, al menos que uno no quiera excluirse a sí mismo de ese camino, que incluso se abrió también a la fe del ladrón. Procuremos que las actividades de la presente vida no produzcan en nosotros demasiada ansiedad o demasiada presunción al punto de anular el compromiso de conformarnos con nuestro Redentor, a través de la imitación de sus ejemplos. De hecho, Él no hizo o sufrió nada sino fue por nuestra salvación, para que la virtud, que era de la Cabeza, fuera también poseída por el Cuerpo...”.
Los apóstoles, como nosotros, se hunden en lo “bajo” porque no estaban vigilando, se dejaron dominar por los instintos de “supervivencia” frente a lo que humanamente hablando era una desgracia: ¡la Pasión! Sin embargo una desgracia relativa pues era preludio de un triunfo absoluto, también anunciado por Jesús: el triunfo de Su Resurrección: “El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres y le matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará” (Mc 9, 31).
La razón de la crisis de fe que atraviesa el mundo cristiano es la misma de siempre: la falta de vida interior, es decir, de una vida espiritual en la que la materialidad de la existencia humana este sometida a la neta superioridad del Espíritu. Cuántas veces el Señor les había recomendado a sus discípulos: “Mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 36), “no sois del mundo” (Jn 15, 19). El reino de Dios no puede apoyarse en lo que es terreno pues es inminentemente espiritual. Cuántas veces el Señor ha declarado la superioridad del alma sobre el cuerpo, del espíritu sobre el mundo: “¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Mc 8, 36).
Permanecer vigilantes significa mantener la absoluta prioridad de la relación del alma con Dios, porque ¡“Dios es Espíritu” (Jn 4, 24), no es materia! “Dios se ha hecho uno de nosotros para hacernos como Él”, si nosotros así lo queremos, si acogemos sus mandamientos. “Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto” (Jn 15, 11). Jesús habla de una alegría espiritual, que penetra el alma y la llena de sentido, una alegría que los sentidos de la carne, apesadumbrados por el pecado, no son capaces ni de entender ni de percibir, es por eso que es necesario renegarlos, someterlos al Espíritu.
El Santo Padre Benedicto XVI ha recientemente amonestado sobre la amenaza de la “secularización”, que se da también al interior de la Iglesia: “La secularización no solo es una amenaza externa para los creyentes, sino que se manifiesta desde hace tiempo en la misma Iglesia. Desnaturaliza desde el interior y en profundidad la fe cristiana, y por lo tanto, el estilo de vida y comportamiento cotidiano de los creyentes. Estos viven en el mundo y están marcados, si no condicionados, por la cultura de la imagen que impone modelos e impulsos contradictorios, en la negación práctica de Dios: no hay más necesidad de Dios, de pensar en Él y regresar a Él. Además la mentalidad hedonística y consumista predominante favorece, en los fieles como en los pastores, una desviación hacia la superficialidad y un egocentrismo que daña la vida eclesial” (Benedicto XVI, Audiencia para la Plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura, 8 de marzo 2008).
Uno se adormece, en vez de hacerle compañía a Jesús, cuando uno se deja condicionar por el mundo, circunscribiendo a este la felicidad, dañando el espíritu, como dice san Pablo: “Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros” (Rm 8, 5ss). La Pasión de Nuestro Señor sería vana si no nos decidiésemos a vivir “según el Espíritu”. ¡Qué la Madre de Dios pueda tener el gozo, en esta Pascua, de acompañar hacia el Señor a tantos discípulos convertidos a Él! (Agencia Fides 12/3/2008; líneas 64, palabras 1033)


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