EUROPA/ITALIA - Se trata de una guerra contra el cristianismo. ¿Nos hemos dado cuenta?

lunes, 25 febrero 2008

Roma (Agencia Fides) - Luego de la ingestión de 200 miligramos de mifepistrone (la Ru486, que aniquila al embrión en el vientre) y, dos días después, con 800 miligramos de misoprostol, el fármaco que induce las contracciones y causa la expulsión del embrión, una joven americana se siente mal. Temblor, dolores abdominales, nausea, vómitos y mareos. Se piensa que se trate simplemente de los efectos colaterales, pero la situación se agrava. Se dirige a la clínica, donde le son indicados otros fármacos. Regresa a su casa. Pasa un día más, su situación empeora y internada de emergencia. Se añaden la presión alta y la taquicardia. Controles. Más antibióticos e intervención quirúrgica de exploración. Le encuentran dos litros y medio de líquido peritoneal turbio y ninguna evidencia de embarazo extrauterino. Es internada en terapia intensiva. Luego de dieciséis horas la joven muere. La autopsia confirma la presencia de Clostridium Sordellii en el tejido uterino, la bacteria causante del deceso. Es uno de los dieciséis casos registrados en el mundo de muerte por ingestión de la RU486. De esta muerte dio noticia, en noviembre del 2007, la revista especializada Obstetrics & Gynecology, del American College of Obstetricians and Gynecologists.
Pero no bastan las muertes, 16 de ellas comprobadas -sobretodo cuando hay fortísimos intereses económicos que presionan para la distribución de este fármaco-, para impedir que la RU486 se convierta en el más formidable medio de control de nacimientos, junto con las nefastas prácticas de la esterilización de las mujeres (se estima la existencia de 160 millones de mujeres esterilizadas en el mundo).
Es en este contexto que se debe leer la toma de posición de la Orden italiano de Médicos del 23 de febrero pasado, que pide admitir “de una buena vez” la práctica del aborto químico por medio del uso de la RU486 y no poner “limitaciones subrepticias” al uso de la píldora del día siguiente, definida como contraceptivo de emergencia, disponible en los supermercados americanos, vendida en Francia, España, Suiza, Reino Unido, Sudáfrica, Albania, Algeria, Bélgica, Canadá (Québec), Chile, Dinamarca, Finlandia, Grecia, Israel, México, Países Bajos, Noruega, Portugal y Suiza, sin prescripción médica, promovida por muchos Gobiernos de América Latina como método contraceptivo.
La Orden de Médicos italianos no menciona que existe un parecer del Comité Nacional para la Bioética, en base al cual es un derecho del médico elegir no prescribir la píldora del día después, realizando de ese modo su objeción de conciencia (en Italia es obligatoria la prescripción médica); sostiene la modernidad de la ley 194 sobre la interrupción del embarazo, definiéndola “la mejor ley posible incluso desde el punto de vista moral”; se expresa favorablemente respecto de la diagnosis pre-implantación, que según el presidente del Comité Consultivo de Bioética francés, se está transformando en una práctica eugenésica, instrumento para eliminar niños malformados o enfermos.
Si se consultase el Código Deontológico que los médicos italianos han producido, en el art. 3 se puede leer que “Deber del médico es tutelar la vida (...)”. A veces, es sabido, puede suceder qeu las normas estén hechas precisamente para no ser respetadas; así como puede suceder también, como de hecho se verifica en Italia, que clínicos ilustres y ambiciosos profesen su favoritismo por la eutanasia o profeticen con ardor para la humanidad un futuro bisexual; o que las organizaciones internacionales tergiversen en sus documentos, desde hace años, el orden natural del mundo, no hablando más de hombre y mujer, sino de géneros, anulando así la identidad.
Todo esto no sucede por casualidad. Hay una cita en la última Encíclica de Benedicto XVI tomada de Emmanuel Kant: “Si el cristianismo un día llegara a no ser más digno de amor (...) ese día el pensamiento dominante de los hombres tendría que ser el de un rechazo y una oposición contra él; y el anticristo (...) inauguraría, aunque por poco, su propio régimen (fundado presumiblemente en el egoísmo y el miedo). Después, sin embargo, ya que el cristianismo siendo destinado a ser la religión universal, no sería en ello ayudado por el destino, podría verificarse, bajo el aspecto moral, el fin (perverso) de todas las cosas”.
El abandono del cristianismo y la guerra a sus principios, el primero entre todos el derecho a la vida y a la dignidad de la persona humana, podrían llevar según Kant -evocado por Benedicto XVI- a un final no natural, “perverso” de la humanidad, una especie de autodestrucción, en sentido moral y en sentido material. El relativismo en el que nuestra sociedad está inmersa tiene esta terrible fuerza, que contamina la vida privada y la pública. (D.Q.) (Agencia Fides 25/2/2008; líneas 55, palabras 773)


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