VATICANO - “La ley de la Iglesia es, ante todo, lex libertatis: ley que nos hace libres para adherirnos a Jesús” subraya el Papa en el Congreso promovido por el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos

lunes, 28 enero 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “El uis ecclesiae no es sólo un conjunto de normas del Legislador eclesial para este especial pueblo que es la Iglesia de Cristo. Es, en primer lugar, la declaración con autoridad, por parte del Legislador eclesial, de los deberes y de los derechos, que se fundan en los sacramentos y que nacen, así, de la institución de Cristo mismo”. Este “concepto fundamental” ha sido subrayado por el Santo Padre Benedicto XVI el 25 de enero, durante la audiencia a los participantes al Congreso de Estudio organizado por el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, en ocasión del XXV° aniversario de la promulgación del Código de Derecho Canónico, sobre el tema “La ley canónica en la vida de la Iglesia. Estudio y perspectivas, en el contexto del reciente Magisterio pontificio”. El tema fue definido por el Papa como “de gran interés”, en cuanto “pone de relieve el vínculo estrecho que hay entre la ley canónica y la vida de la Iglesia según la voluntad de Jesucristo”.
El conjunto de realidades jurídicas, indicado por el Código, “compone un admirable mosaico en el que están representados los rostros de todos los fieles, laicos y Pastores, y de todas las comunidades, desde la Iglesia universal hasta las Iglesias particulares”, afirmó el Santo Padre que, citando al Beato Antonio Rosmini, evidenció que “la esencia del derecho canónico es la persona del cristiano en la Iglesia… El Código de derecho canónico contiene luego las normas producidas por el Legislador eclesial para el bien de la persona y de las comunidades en la totalidad del Cuerpo Místico que es la santa Iglesia”.
El Papa prosiguió: “Para que la ley canónica pueda ofrecer este precioso servicio debe, ante todo, ser una ley bien estructurada. Es decir, debe estar vinculada, por un lado, a aquel fundamento teológico que le da racionalidad y es título esencial de legitimidad eclesial; por otro lado, debe ser coherente con las circunstancias mutables de la realidad histórica del Pueblo de Dios. Asimismo, debe ser formulada en modo claro, sin ambigüedades, y siempre en armonía con las demás leyes de la Iglesia. Es por lo tanto necesario abrogar las normas que resultan superadas; modificar las que necesiten ser corregidas; interpretar - a la luz del Magisterio vivo de la Iglesia - aquellas que son dudosas y, finalmente, llenar las eventuales lacunae legis”.
En la parte conclusiva de su discurso, el Santo Padre recordó la importancia de que el Derecho canónico sea “amado y observado por todos los fieles”, en cuanto “la ley de la Iglesia es, ante todo, lex libertatis: ley que nos hace libres para adherirnos a Jesús. Por ello, es necesario saber presentar el vínculo concreto que tiene con la vida de la Iglesia, tutelando los delicados intereses de las cosas de Dios, y protegiendo los derechos de los más débiles, de aquellos que no tienen otras fuerzas para hacerse valer, así como también en defensa de aquellos delicados ‘bienes’ que cada fiel ha recibido gratuitamente - el don de la fe, de la gracia de Dios, ante todo - que en la Iglesia no pueden permanecer sin una protección adecuada por parte del Derecho”. (S.L.) (Agencia Fides 28/1/2008; líneas 33, palabras 535)


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