VATICANO - En la solemnidad de la Epifanía el Papa Benedicto XVI recuerda que "la Iglesia asume plenamente su misión sólo cuando reflexiona en si misma a la luz de Cristo Señor, y de esta manera puede ayuda a los pueblos del mundo en el camino de la paz y del auténtico progreso”

lunes, 7 enero 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "La llegada de los Magos de Oriente a Belén, para adorar al Mesías recién nacido, es signo de la manifestación del Rey universal a los pueblos y a todos los hombres que buscan la verdad". Son las palabras pronunciadas por el Santo Padre Benedicto XVI en la Basílica Vaticana durante la Santa Misa de la solemnidad de la Epifanía del Señor, el 6 de enero de 2008.
El Santo Padre ha recordado que en la Epifanía la Iglesia celebra "a Cristo, Luz del mundo y su manifestación a las gentes". En el día de Navidad en efecto la "gran luz" que descendió a la tierra se apareció a un pequeño grupo de personas como "una llamarada encendida en la noche: un frágil recién nacido, que gime en el silencio del mundo". "El nacimiento del Rey de los Judíos fue anunciado por medio de una estrella, visible desde muy lejos. Este fue el testimonio de 'algunos Magos', llegado desde oriente a Jerusalén poco después del nacimiento de Jesús, en el tiempo del rey Herodes". El Papa ha subrayado a continuación como "las antiguas profecías encuentran confirmación en el lenguaje de los astros" y el símbolo de la luz aplicado al nacimiento de Cristo "expresa la bendición especial de Dios sobre la descendencia de Abraham, destinada a extenderse a todos los pueblos de la tierra".
La visita de los Magos al Niño Jesús en Belén recuerda los orígenes de la historia del pueblo de Dios, es decir a la llamada de Abraham, cuando "empieza el gran diseño de Dios para hacer de la humanidad una familia, por medio de la alianza con un pueblo nuevo, que Él había elegido para que fuera una bendición entre todas las gentes. Este plan divino está todavía en curso y tuvo su momento culminante en el misterio de Cristo… En la plenitud de los tiempos vino Jesucristo para llevar a termino la alianza: Él mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Sacramento de la fidelidad de Dios a su diseño de salvación para toda la entera humanidad, para todos nosotros”.
Con la adoración de los Magos inicia "un movimiento opuesto al de Babel: de la confusión a la comprensión, de la dispersión a la reconciliación. Percibimos así una unión entre la Epifanía y Pentecostés: si la Natividad de Cristo, que es la Cabeza, es también la Natividad de la Iglesia, su cuerpo, podemos ver en los Magos a todos los pueblos que se incorporan al resto de Israel, preanunciando el gran signo de la 'Iglesia políglota', actuado por el Espíritu Santo cincuenta días después de la Pascua. El amor fiel y tenaz de Dios, que nunca falla a su alianza de generación en generación… Este 'misterio' de la fidelidad de Dios constituye la esperanza de la historia. Ciertamente, esta viene contrastada con movimientos de división y atropellos, que laceran la humanidad debido al pecado y al conflicto de egoísmos. La Iglesia está, en la historia, al servicio de este 'misterio' de bendición para toda la humanidad. En este misterio de la fidelidad de Dios, la Iglesia asume plenamente su misión sólo cuando reflexiona en si misma a la luz de Cristo Señor, y de esta manera puede ayuda a los pueblos del mundo en el camino de la paz y del auténtico progreso”.
Si bien "con Jesucristo la bendición de Abraham se ha extendido a todos los pueblos", sin embargo, por desgracia, una "espesa niebla continua envolviendo a las naciones" y la historia de la humanidad. "No se puede decir en efecto que la globalización sea sinónimo de orden mundial, todo lo contrario - ha subrayado el Papa -. Los conflictos por la supremacía económica y el acaparamiento de los recursos energéticos, hídricos y de las materias primas hacen difícil el trabajo de quienes se esfuerzan, a todos los niveles, por construir un mundo justo y solidario. Se necesita una esperanza más grande, que permita elegir el bien común de todo frente al lujo de unos pocos y a la miseria de muchos". "Esta gran esperanza sólo puede ser Dios - ha continuado el Papa - el Dios que se ha manifestado en el Niño de Belén y en el Crucificado- Resucitado… Solamente adoptando un estilo de vida sobrio, acompañado por el serio empeño por una ecuánime distribución de las riquezas, será posible establecer un orden de desarrollo justo y sostenible. Para ello se necesitan hombres con una gran esperanza y valentía. El coraje de los Magos, que emprendieron un largo viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un Niño y ofrecerle sus dones preciosos". (S.L) (Agencia Fides 7/1/2008, Líneas: 53 Palabras: 821)


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