VATICANO - Los jóvenes emigrantes llamados por el Papa a “ser protagonistas de un mundo donde reine la comprensión y la solidaridad, la justicia y la paz” - El Mensaje por la 94ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado

jueves, 29 noviembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “El amplio proceso de globalización del mundo lleva consigo una necesidad de movilidad que impulsa también a muchos jóvenes a emigrar y a vivir lejos de sus familias y de sus propios países. Como consecuencia de esto, la juventud dotada de los mejores recursos intelectuales abandona a menudo los países de origen, mientras en los países que reciben a los migrantes rigen normas que dificultan su efectiva integración”. Lo afirma el Santo Padre Benedicto XVI en su Mensaje por la 94ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebrará el domingo 13 de enero de 2008, dedicado de manera particular a los jóvenes emigrantes.
El Papa destaca que “el fenómeno de la emigración va aumentando siempre más y abarca un gran número de personas de todas las condiciones sociales”. De manera particular para los jóvenes emigrantes resulta muy viva la así llamada “dificultad de la doble pertenencia”: sienten fuertemente la necesidad de no perder su cultura de origen, al tiempo que surge en ellos el deseo de insertarse orgánicamente en la sociedad que los acoge sin perder las propias tradiciones. Benedicto XVI recuerda luego a las jóvenes emigrantes, “más fácilmente víctimas de la explotación, de chantajes morales e incluso de toda clase de abusos”, así como a los adolescentes y a los menores no acompañados, que “terminan con frecuencia en la calle, abandonados a sí mismos y víctimas de explotadores sin escrúpulos que, más de una vez, los transforman en objeto de violencia física, moral y sexual”.
En su Mensaje el Papa define como “desgarradoras” las imágenes de los grandes campos de prófugos o de refugiados, presentes en diversas partes del mundo, que para un gran número de niños o jóvenes constituyen la única esperanza de vida, “donde se hallan segregados, lejos de los centros habitados y sin la posibilidad de ir normalmente a la escuela”. Seguidamente, Benedicto XVI pide un mayor esfuerzo para “ayudarles, mediante la creación de estructuras idóneas de acogida y de formación”.
Para responder a las esperanzas de los jóvenes emigrantes es necesario poner la mirada en el apoyo que pueden brindar la familia y la escuela, sin dejar de mencionar, sin embargo, las dificultades que los jóvenes suelen encontrar en su contexto familiar y escolástico. El Mensaje subraya, pues, la necesidad de “prever, para los jóvenes inmigrados, caminos específicos formativos de integración, apropiados a sus necesidades” además del esfuerzo por “crear en las aulas un clima de respeto recíproco y diálogo entre todos los alumnos, sobre la base de los principios y valores universales que son comunes a todas la culturas”. Esto tiene importancia sobretodo para los jóvenes refugiados, para quienes se deben preparar programas adecuados en los ámbitos escolástico y laboral.
“La Iglesia considera con especial atención el mundo de los migrantes y pide a los que han recibido en sus países de origen una formación cristiana que hagan fructificar ese patrimonio de fe y de valores evangélicos para que se pueda dar un testimonio coherente en los distintos contextos existenciales”. Las comunidades eclesiales están llamadas a “acoger cordialmente a los jóvenes y a los pequeños con sus padres”, buscando comprender sus dificultades y favorecer su inserción.
También está en continuo crecimiento el número de estudiantes de otros países que por motivos de estudio se encuentran lejos de casa: ellos necesitan también de una pastoral específica, ya que además de ser estudiantes son también emigrantes temporales. “A menudo se sienten solos, bajo la presión del estudio, y a veces oprimidos por las dificultades económicas”, escribe el Papa, evidenciando que “la Iglesia, con materna solicitud, los mira con afecto y procura realizar intervenciones específicas, pastorales y sociales, que tengan en cuenta los grandes recursos de su juventud”.
En la parte conclusiva de su Mensaje, el Santo Padre se dirige directamente a los jóvenes emigrantes con esta exhortación: “preparaos a construir, con vuestros coetáneos, una sociedad más justa y fraterna, cumpliendo escrupulosamente y con seriedad vuestros deberes con vuestras familias y con el Estado. Respetad las leyes y no os dejéis llevar nunca por el odio y la violencia. Procurad, más bien, ser protagonistas, desde ahora, de un mundo donde reinen la comprensión y la solidaridad, la justicia y la paz. En particular a vosotros, jóvenes creyentes, os pido que aprovechéis el tiempo de vuestros estudios para crecer en el conocimiento y en el amor a Cristo”.
El Santo Padre pide a los jóvenes cultivar una íntima relación con Jesús a través de la oración y de la escucha dócil de su Palabra, para vivir con valentía el Evangelio “traduciéndolo en gestos concretos de amor a Dios y de servicio generoso a los hermanos. La Iglesia también os necesita y cuenta con vuestra aportación. Podéis desarrollar una función providencial en el actual contexto de la evangelización. Originarios de culturas distintas, pero unidos todos por la pertenencia a la única Iglesia de Cristo, podéis mostrar que el Evangelio está vivo y es apropiado para cada situación; es un mensaje antiguo y siempre nuevo; Palabra de esperanza y de salvación para los hombres de todas las razas y culturas, de todas las edades y de todas las épocas.” (S.L.) (Agencia Fides 29/11/2007; líneas 63, palabras 895)


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