VATICANO - El Papa entrega a los nuevos Cardenales un anillo con una Cruz grabada: “Siempre será para vosotros una invitación a recordar a que Rey servís, en que trono fue elevado y cómo fue fiel hasta el final para vencer el pecado y la muerte”

lunes, 26 noviembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Este año la solemnidad de Cristo Rey del universo, coronamiento del año litúrgico, está enriquecida por la acogida en el Colegio Cardenalicio de 23 nuevos miembros, que, según la tradición, he invitado hoy día a concelebrar conmigo la Eucaristía. A cada uno de ellos dirijo un cordial saludo, extendiéndolo con fraterno afecto a todos los Cardenales presentes”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI inició la homilía durante la concelebración eucarística con los 23 nuevos Cardenales, presidida en la Basílica Vaticana el domingo 25 de noviembre, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
Refiriéndose a las Lecturas bíblicas propuestas por la Liturgia, el Papa dijo: “Nos encontramos como si estuviésemos frente a un imponente fresco que presenta tres grandes escenas: en el centro, la Crucifixión, según el Evangelio de san Lucas; a un lado la unción real de David por los ancianos de Israel; al otro lado, el himno cristológico con el que san Pablo introduce la Carta a los Colosenses. Todo se ve dominado por la figura de Cristo, el único Señor, frente al cual todos somos hermanos”. Benedicto XVI destacó la necesidad de “partir desde el evento central: la Cruz. En ella Cristo manifiesta su singular realeza... Jesús revela la propia gloria permaneciendo ahí, en la cruz, como Cordero inmolado... en Jesús crucificado se realiza la máxima revelación posible de Dios en este mundo, porque Dios es amor, y la muerte de Jesús en la cruz es el más grande acto de amor de toda la historia”.
En el anillo cardenalicio que el Santo Padre entregó a los nuevos miembros del sagrado Colegio Cardenalicio está representada la crucifixión: “Este, queridos Hermanos neo Cardenales, siempre será para vosotros una invitación a recordar a que Rey servís, en que trono fue elevado y cómo fue fiel hasta el final para vencer el pecado y la muerte con la fuerza de la divina misericordia -dijo Benedicto XVI en su homilía-. Así, llevando el anillo cardenalicio, vosotros estáis constantemente llamados a dar la vida por la Iglesia”.
La escena de la unción real de David, presentada por la primera Lectura, evoca la dimensión “corporativa” de la realiza. “Los ancianos de Israel van a Hebrón, hacen un pacto de alianza con David, declarando que se consideran unidos a él y queriendo formar con él una sola cosa -recordó el Papa-. Si aplicamos esta figura a Cristo, me parece que esta misma profesión de alianza se preste muy bien para que se la apropien ustedes, queridos Hermanos Cardenales. También vosotros... podéis decir a Jesús: ‘Nosotros nos consideramos como tus huesos y tu carne’ (2 Sam 5, 1). Pertenecemos a Ti, y contigo queremos formar una sola cosa. Tú eres el pastor del Pueblo de Dios, Tú eres el jefe de la Iglesia (cfr. 2 Sam 5, 2). En esta solemne Celebración eucarística queremos renovar nuestro pacto contigo, nuestra amistad, porque solo en esta relación íntima y profunda contigo, Jesús nuestro Rey y Señor, toman sentido y valor la dignidad que nos ha sido conferida y la responsabilidad que esta implica”.
El himno cristológico de la Carta a los Colosenses suscita sentimientos de gozo y de gratitud “por el hecho que el reino de Cristo no es algo que solo se ve desde lo lejos, sino que es una realidad a la que hemos sido llamados a pertenecer, en la cual hemos sido “transferidos”, gracias a la obra redentora del Hijo de Dios”, dijo el Santo Padre, recordando que “mediante la muerte en la cruz del Hijo, Dios ha reconciliado consigo a toda criatura”, y destacó: “Estamos nuevamente frente a la cruz, evento central del misterio de Cristo. En la visión paulina la cruz es encuadrada al interior de toda la economía de la salvación, donde la realeza de Jesús se despliega en toda su amplitud cósmica... La Iglesia es depositaria del misterio de Cristo: lo es con toda humildad y sin sombra de orgullo o arrogancia, porque se trata del máximo don que ha recibido sin mérito alguno y que está llamada a ofrecer gratuitamente a la humanidad de todos los tiempos, como horizonte de significado y de salvación... Esta es, en particular modo, vuestra tarea, venerables Hermanos Cardenales: anunciar al mundo la verdad de Cristo, esperanza para todo hombre y para toda la familia humana”.
En la parte conclusiva de la homilía, el Papa Benedicto XVI quiso confiar un último encargo a los Cardenales: “Habéis dedicado vuestra vida al servicio de la Iglesia, y ora estáis llamados a asumir en ella una tarea de mayor responsabilidad... Que la oración por la paz y la unidad constituya vuestra primera y primordial misión, para que la Iglesia sea ‘firme y compacta’, signo e instrumento de unidad para todo el género humano”. (S.L.) (Agencia Fides 26/11/2007; líneas 51, palabras 750)


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