VATICANO - La catequesis de Benedicto XVI sobre San Eusebio de Vercelli: “gobernó su diócesis con el testimonio de su vida” —Apelo del Papa “a multiplicar los esfuerzos por eliminar las caudas de la pobreza y sus trágicas consecuencias”

jueves, 18 octubre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - San Eusebio de Vercelli, el primer Obispo de la Italia septentrional del que tenemos noticias seguras, fue el protagonista de la catequesis del Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia general del miércoles 17 de octubre. “Nacido en Cerdeña (Italia) a comienzos del siglo IV, aún de tierna edad se transfirió a Roma con su familia —recordó el Papa—. Más tarde fue instituido lector y entró así a hacer parte del clero de la Urbe, en un tiempo en el que la Iglesia estaba enfrentando la crisis arriana. La gran estima que adquirió Eusebio explican su elección en el 345 como obispo de Vercelli. El nuevo obispo inició inmediatamente una intensa obra de evangelización en un territorio que era aún pagano, especialmente en las zonas rurales... fundó una comunidad sacerdotal inspirada en el modelo monástico que le dio al clero de Italia septentrional una importante impronta de santidad y que suscitó figuras de Obispos importantes... Formado sólidamente en la fe nicena, en la fe del Dios trinitario, Eusebio defendió con todas sus fuerzas la plena divinidad de Jesucristo, defendió el Credo de Nicea ‘de la misma sustancia’ del Padre. Con tal fin se alió con los grandes Padres del IV siglo —sobre todo con San Atanasio, el defensor de la ortodoxia nicena— contra la política filo arriana del emperador”.
Esta actitud le valió el destierro del Emperador Constancio II, quién pretendía instrumentalizar la religión con fines políticos. Fue mandado a Scitopolis en Palestina del 335 al 360, donde fundó un monasterio con un pequeño grupo de discípulos, desde donde mantuvo correspondencia con sus fieles en Piamonte (Italia). Después del 360 fue exiliado en Capadocia y Tebaida donde sufrió graves maltratos físicos. En el 361 el nuevo Emperador Juliano el Apóstata puso fin al exilio de Eusebio y de muchos otros obispos, permitiéndoles regresar a sus antiguas sedes. En el 362 Eusebio participó en el Concilio de Alejandría y pudo ejercer todavía por diez años, hasta su muerte, el ministerio episcopal, logrando una relación ejemplar con su ciudad.
“La relación entre el Obispo de Vercelli y su ciudad es iluminado sobre todo por dos testimonios epistolares” recordó el Santo Padre. En la segunda carta eusebiana escrita desde el exilio, él manifiesta “la conmoción del buen pastor frente a su rebaño... con expresiones llenas de afecto y amor. Es de notar la relación explícita que une al obispo con las comunidades cristianas que, dentro de la misma diócesis, habían logrado un cierto grado de consistencia y autonomía”. Otro elemento interesante que el Santo Padre resaltó fue la relación del Obispo con su ciudad que “no se limitaba a los cristianos, sino que se extendía también a aquellos —fuera de la Iglesia— que de alguna forma reconocían su autoridad espiritual y amaban a este hombre ejemplar”. En la carta que San Ambrosio de Milán escribió a los ciudadanos de Vercelli alrededor del 394, más de 20 años después de la muerte de Eusebio, el obispo de Milán “constata de la manera más clara su estima por Eusebio” que “se fundamenta sobre todo en el hecho de que el obispo de Vercelli gobernaba su diócesis con el testimonio de su vida... Lo primero que hizo el Obispo de Vercelli —anota Ambrosio— fue congregar a su clero en vida communis y lo educó en la observancia de las reglas monásticas, si bien viviesen en medio de la ciudad. El obispo y el clero debían compartir los problemas de los ciudadanos de forma creíble cultivando al mismo tiempo una ciudadanía diversa: la del cielo”
De esta manera Eusebio “vivía en medio de la ciudad como un monje, abriendo la ciudad a Dios. Esta característica no disminuyo en nada su ejemplar dinamismo pastoral. Entre otras cosas parece ser que instituyó en Vercelli rectorías que permitieron un servicio eclesial ordenado y estable y promovió los santuarios marianos para la conversión de la población rural pagana”. El Santo Padre explicó que para Eusebio “El pastor y los fieles de la Iglesia están en el mundo, pero no son del mundo. Por eso, los pastores deben exhortar a sus fieles a no considerar las ciudades del mundo como su morada estable sino a buscar la definitiva (...) Jerusalén celestial” por lo tanto sin doblegarse a las modas del momento ni a las injustas pretensiones del poder político. Benedicto XVI concluyo afirmando: “La vida de Eusebio nos dice que la auténtica escala de valores (...) no procede del emperador de ayer o de hoy, sino de Jesucristo, el hombre perfecto, igual al Padre en la divinidad y hombre como nosotros”
Al final de la audiencia, Benedicto XVI lanzó un apelo con ocasión de la Jornada Mundial del rechazo de la miseria: “Hoy día se celebra la Jornada Mundial del rechazo de la miseria, reconocida por las Naciones Unidas con el título de ‘Jornada Internacional para la eliminación de la pobreza’. ¡Cuantas poblaciones siguen viviendo en condiciones de extrema pobreza! La diferencia entre ricos y pobres se ha hecho más evidente e inquietante, también en los países económicamente más avanzados. Esta situación preocupante se impone a la conciencia de la humanidad, porque las condiciones en que se hallan tantas personas ofenden la dignidad del ser humano y comprometen, en consecuencia, el progreso auténtico y armónico de la comunidad mundial. Animo, por tanto a multiplicar los esfuerzos para eliminar las causas de la pobreza y sus consecuencias trágicas”. (S.L.) (Agencia Fides 18/10/2007 - líneas 62, palabras 940)


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