VATICANO - “Cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del ser humano, ninguna ley hecha por los hombres puede alterar la norma escrita por el Creador en el corazón humano”: afirmó el Papa Benedicto XVI ante los miembros de la Comisión Teológica Internacional

lunes, 8 octubre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Papa recibió a los miembros de la Comisión Teológica Internacional al final de su sesión plenaria anual celebrada en el Vaticano del 1 al 5 de octubre. Con esta ocasión el Santo Padre se refirió de manera especial al tema de la ley natural. Varios centros universitarios y asociaciones están promoviendo simposios y jornadas de estudio, bajo el auspicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, “con el fin de individuar líneas de convergencia útiles para poder profundizar constructiva y eficazmente en la doctrina de la ley moral natural”. Como precisó el Santo Padre, “no se trata de un tema exclusivamente confesional aunque la doctrina de la ley moral natural es iluminada y desarrollada en plenitud a la luz de la Revelación cristiana y del cumplimiento del hombre en el misterio de Cristo”.
Después de haber citado el “Catecismo de la Iglesia Católica” en relación a la doctrina sobre la ley natural, el Santo Padre señalo que “se alcanzan dos finalidades esenciales: por una parte, se comprende que el contenido ético de la fe cristiana no constituye una imposición dictada desde fuera a la conciencia del ser humano, sino una norma que tiene su fundamento en la misma naturaleza humana; por otra parte, partiendo de la ley natural de por sí accesible a todas las criaturas racionales, se pone con ella la base para entrar en diálogo con todos los seres humanos de buena voluntad, y más en general, con la sociedad civil y secular”. Sin embargo la sociedad civil presenta “una situación de confusión, se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su actuación ética y la doctrina de la ley moral natural se enfrenta a otras concepciones que son su negación directa... En muchos pensadores actualmente parece dominar un concepto positivista del derecho. Según el cual la humanidad, o la sociedad, o de hecho la mayoría de los ciudadanos, se convierte en la fuente última de la ley civil. El problema que se plantea no es, por tanto, la búsqueda del bien, sino la del poder, o más bien la del equilibrio de poderes. En la raíz de esta tendencia se halla el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, porque el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas. Pero si fuese así, la mayoría de un momento se convertiría en la fuente última del derecho. La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse”.
El Santo Padre subrayó que “cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del ser humano, ninguna ley hecha por los hombres puede alterar la norma escrita por el Creador en el corazón humano sin que la base irrenunciable de la misma sociedad sea dramáticamente dañada. La ley natural es así la verdadera garantía ofrecida a cada uno para vivir libre y respetado en su dignidad, y defendido de toda manipulación ideológica y de todo arbitrio y abuso del más fuerte. Nadie puede sentirse excluido de este llamamiento. Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismo y el relativismo ético cancelasen los principios fundamentales de la ley moral natural, los fundamentos del mismo ordenamiento democrático se verían profundamente afectados”.
Concluyendo el Santo Padre invitó a movilizar las conciencias de todos los seres humanos de buena voluntad, laicos o también pertenecientes a otras religiones diversas al Cristianismo, “para que se comprometan juntos y de modo activo a crear, en la cultura y en la sociedad civil y política, las condiciones necesarias para una plena conciencia del valor inalienable de la ley moral natural. Del respeto de la ley moral natural depende el progreso de las personas y de la sociedad por el camino del auténtico progreso en conformidad con la recta razón, que es participación en la Razón eterna de Dios”. (S.L.) (Agencia Fides 8/10/2007; líneas 49, palabras 741)


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