VATICANO - El Mensaje del Papa Benedicto XVI para la XXIII Jornada Mundial de la Juventud: “Sed santos, sed misioneros, porque no se puede separar la santidad de la misión... Estad dispuestos a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo resucitado en todos los rincones de la tierra”

lunes, 23 julio 2007

Lorenzago (Agencia Fides) - En preparación a la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Sydney (Australia) del 15 al 20 de julio de 2008 sobre el lema: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigo” (Hch 1,8), el Santo Padre Benedicto XVI ha enviado su Mensaje a los jóvenes del mundo, en el cual recuerda que “el hilo conductor de la preparación espiritual a la cita de Sydney es el Espíritu Santo y la misión”.
Articulado en ocho párrafos, firmado en Lorenzago el 20 de julio de 2007, el Mensaje recuerda sobre todo el camino de preparación hacia Sydney, llamando a los jóvenes a reflexionar durante este año “sobre el Espíritu de fuerza y testimonio, que nos da la valentía de vivir el Evangelio y la audacia de proclamarlo”. Benedicto XVI exhorta a los jóvenes con esas palabras: “No olvidéis nunca que la Iglesia, es más, la misma humanidad, la que os rodea y espera en vuestro futuro, espera mucho de vosotros, jóvenes, pues lleváis en vosotros el don supremo del Padre, el Espíritu de Jesús».
De este modo el Papa resumió los puntos sobresalientes de la “promesa del Espíritu Santo en la Biblia” “La efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente es el ápice de una promesa de Dios mucho más antigua, anunciada y preparada en todo el Antiguo Testamento”. Pentecostés representa el “punto de partida de la misión de la Iglesia”: renovó interiormente a los Apóstoles y, “de pescadores atemorizados” se convirtieron en “heraldos valientes del Evangelio”. “Nada podía detenerlos… Así nace la Iglesia, que desde el día de Pentecostés no ha cesado de irradiar la Buena Noticia ‘hasta los extremos confines de la tierra”.
Para comprender la misión de la Iglesia, el Santo Padre invita a volver al Cenáculo, en donde los discípulos perseveraban en la oración con María, la “Madre”, esperando el Espíritu Santo prometido. “En este icono de la Iglesia naciente, debe inspirarse toda comunidad cristiana - aconseja Benedicto XVI-. La fecundidad apostólica y misionera no es principalmente el resultado de programas y métodos pastorales sabiamente elaborados y ‘eficientes’, sino es el fruto de la incesante oración comunitaria.
La eficacia de la misión presupone, además, que las comunidades estén unidas, es decir, que tengan ‘un sólo corazón y una sola alma’, y estén disponibles para testimoniar el amor y la alegría que el Espíritu Santo infunde en el corazón de los fieles”. En fin, el Papa subraya “como el Espíritu Santo es el don más alto de Dios para el hombre, y por esto, el testimonio supremo de su amor para nosotros, un amor que se expresa concretamente como un ‘sí a la vida’ que Dios quiere para cada criatura. Este ‘sí a la vida’ tiene su forma completa en Jesús de Nazaret y en su victoria sobre el mal mediante la redención”. El Evangelio de Jesús, justamente por la fuerza del Espíritu, “no se reduce a una pura constatación, sino que es ‘buena noticia para los pobres, liberación para los prisioneros, vista para los ciegos... Es lo que se manifestó con fuerza el día de Pentecostés, convirtiéndose en gracia y tarea para la Iglesia, su misión prioritaria”. El Papa exhorta: “llevemos dentro de nosotros el sello del amor del Padre a Cristo Jesús que es el Espíritu Santo. No lo olvidemos nunca, porque el Espíritu del Señor siempre se acuerda de cada uno y quiere, particularmente a través de vosotros, jóvenes, suscitar en el mundo el viento y el fuego de un nuevo Pentecostés”.
En el párrafo dedicado al Espíritu Santo como “Maestro interior”, Benedicto XVI recuerda que también hoy el Espíritu Santo continúa actuando en la Iglesia “y sus frutos son abundantes en la medida en la que estamos disponibles a abrirnos a su fuerza renovadora”. Es natural preguntarse “¿quién es el Espíritu Santo? Efectivamente no son pocos los cristianos para los cuales Él continúa siendo el ‘gran desconocido’. Por esto, preparándonos para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, he querido invitaros a profundizar en el conocimiento personal del Espíritu Santo ... Sin embargo, no basta conocerlo; es necesario acogerlo como guía de nuestras almas, como el ‘Maestro interior’ que nos introduce en el Misterio Trinitario, porque sólo Él puede enriquecernos en la fe y permitir que la vivamos con plenitud cada día. Él nos empuja hacia los otros, enciende en nosotros el fuego del amor, nos hace misioneros de la caridad de Dios”.
Nuestra renovación interior y el crecimiento de la vida espiritual se da a través de los Sacramentos, sobre todo aquellos de la iniciación cristiana: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, a través de los cuales “el Espíritu Santo nos hace hijos del Padre, hermanos de Jesús, miembros de su Iglesia, capaces de dar un verdadero testimonio del Evangelio, viviendo la alegría de la fe”. En particular Benedicto XVI exhorta a “redescubrir el sacramento de la Confirmación, encontrando su valor para nuestro crecimiento espiritual”. Este sacramento “nos da una fuerza especial para testimoniar y glorificar a Dios con toda nuestra vida; nos hace íntimamente conscientes de nuestra pertenencia a la Iglesia. ‘Cuerpo de Cristo’, del cual todos somos miembros, solidarios unos con los otros”. De todos modos, para crecer en la vida cristiana, es necesario alimentarse del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. “Fuente y Culmen” de la vida eclesial, la Eucaristía es un “Pentecostés perpetuo”, porque “cada vez que celebramos la Santa Misa recibimos el Espíritu Santo que nos une más profundamente a Cristo y en Èl nos transforma... allí donde no llegan nuestras fuerzas, es el Espíritu Santo quien nos transforma, nos colma de su fuerza y nos hace testimonios plenos del ardor misionero de Cristo resucitado”.
En el séptimo párrafo del Mensaje, el Papa se detiene sobre la “necesidad y urgencia de la misión”. Frente a las inquietudes a causa de las vicisitudes del mundo y a las preguntas que los jóvenes se hacen respecto a su futuro, Benedicto XVI recuerda que “sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre... Con la fuerza del Espíritu Santo È infunde en nosotros la caridad divina, nos hace capaces de amar al prójimo y disponibles para estar a su servicio... Y quien se deja guiar por el Espíritu Santo comprende que estar al servicio del Evangelio no es una opción facultativa, porque advierte cuán urgente es transmitir a los otros esta Buena Noticia”.
Asimismo, Benedicto XVI, en la misma línea de sus inmediatos predecesores, insiste que “anunciar el Evangelio y testimoniar la fe es hoy más que nunca necesario. Hay quien piensa que presentar el precioso tesoro de la fe a las personas que no la comparten significa ser intolerantes con ellos, pero no es así, porque proponer a Cristo no significa imponerlo... también hoy se necesitan discípulos de Jesús que no ahorren tiempo y energías por servir al Evangelio... En particular, os aseguro que el Espíritu de Jesús os invita hoy a vosotros, jóvenes, a ser portadores de la Buena Nueva de Jesús a vuestros coetáneos... Tened todos la valentía de prometer al Espíritu Santo el llevar un joven a Jesucristo, en el modo que considere mejor, sabiendo ‘dar razones de la esperanza que está en él, con dulzura’... Pero para alcanzar este objetivo, queridos amigos, sed santos, sed misioneros, porque no se puede separar la santidad de la misión. No tengáis miedo de convertiros en misioneros santos como san Francisco Javier, o como santa Teresita del Niño Jesús, que fue misionera aún sin nunca dejar el Carmelo: ambos son ‘Patronos de las Misiones’. Estad preparados a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo; para responder con amor al odio y al desprecio por la vida; para proclamar la esperanza de Cristo resucitado en todos los ángulos de la tierra”.
El Papa Benedicto XVI concluye su Mensaje invitando a los jóvenes a participar en gran número en la XXIII Jornada Mundial de la Juventud en Sydney 2008, “será una ocasión providencial para experimentar plenamente la potencia del Espíritu Santo”, y para dedicar tiempo a la oración y a la formación espiritual en este último período de camino de preparación, “para que en Sydney podáis renovar las promesas de vuestro Bautismo y Confirmación. Juntos invocaremos al Espíritu Santo, pidiendo con mucha fe en Dios el don de una renovada Pentecostés para la Iglesia y para la humanidad del tercer milenio”. (S.L.) (Agencia Fides 23/7/2007; Líneas: 97 Palabras: 1497)


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