VATICANO - AVE MARÍA, por el P. Luciano Alimandi - “La luz de Fátima en el mundo”

miércoles, 16 mayo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Hoy se celebra el 90° Aniversario de las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima. Con su fuerte llamada a la conversión y a la penitencia, ella es, sin duda alguna, la más profética de las apariciones modernas” (Benedicto XVI, 13 de mayo de 2007). Con estas palabras, el pasado 13 de mayo, el Santo Padre Benedicto XVI recordó el 90° Aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, mientras se encontraba en otro gran Santuario mariano: el de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, en Brasil.
Es hermoso constatar que la Madre de Jesús y Madre nuestra, de un continente a otro, se hace presente a todos sus hijos para acercarlos al corazón de la fe, que es el Señor Resucitado. También en Aparecida, bajo el signo de la mediación maternal de María en la vida de la Iglesia en todas partes, el Santo Padre ha expresamente exhortado: “permaneced en la escuela de María. Inspiraos en sus enseñanzas, buscad acoger y conservar en el corazón las luces que Ella, por mandato divino, os envía desde el cielo” (Benedicto XVI, 12 de mayo de 2007).
En Fátima, precisamente, estas luces venidas de lo alto han sido particularmente intensas y Nuestra Señora del Rosario, por voluntad divina, las han transmitido a través de los tres pastorcitos a los que se apareció en aquel lejano 13 de mayo de 1917. Entre las luces que confió a la Iglesia, encontramos aquella del 13 de mayo de 1919, cuando mostró a los tres niños el horror del infierno: “atemorizados y como invocando auxilio alzamos los ojos a la Virgen, quien nos dijo con bondad y tristeza: ‘Habéis visto el infierno, adonde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere instituir en el mundo la dovoción a mi Corazón Inmaculado’.”
¡“Dios quiere instituir en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado”! La razón de esta voluntad es específicamente salvífica, es decir dirigida a la salvación de las almas que, de otro modo, sin esta devoción, se perderían para siempre. El mensaje de Fátima se ha convertido para toda la Iglesia, luego de dos milenios, en una elocuente llamada a tomar mayor consciencia del destino eterno de la humanidad. A nadie está permitido permanecer indiferente frente a la falta de conversión del otro.
A esta verdad se podría aplicar la gran enseñanza de la parábola del buen samaritano que, a diferencia de los otros “tuvo compasión” del que estaba “medio muerto” a causa del ataque de los delincuentes, y se encargó personalmente de él hasta cuando se restableció completamente (cfr. Lc 10,30-35). ¡Cuánto mal ronda como “delincuente” por nuestros países y ciudades para robar y golpear empujando a las almas a la oscuridad y a la confusión!
El mensaje de Fátima nos hace responsables convenciéndonos de que nuestra oración, conversión y penitencia, mejora de manera sensible el mundo! Un enfermo que ofrece su enfermedad y recita el rosario por la paz, ¡ayuda al mundo más que un poderoso ejército empeñado en defender una frontera! “Quiero que continuéis rezando el rosario todos los días... Orad, orad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no tienen quien se sacrifique y quien rece por ellas”. Este doliente reclamo de la Madre de Dios nos sacude del sopor y nos llama a ofrecer, en la cuotidianidad de nuestra existencia, los desánimos, los sacrificios, las “cosas difíciles”, los pequeños “problemas” y también los grandes sufrimientos, cuando se presentan, para salvar las almas.
Cuando rezamos, nos unimos a Jesús y nuestro sufrimiento, unido al suyo, ¡se vuelve preciosísimo! He aquí el gran mensaje de Nuestra Señora de Fátima, que ha llegado no para aumentar nuestros sufrimientos, sino para que nuestros sufrimientos adquieran un sentido salvífico llevado a todos a la redención. Si vivimos estas enseñanzas de María, entonces tendremos paz y la cruz será más ligera, porque habrá encontrado un sentido totalmente nuevo.
El mundo sin Fátima no sería el mismo: ¡quién sabe cuántas bombas atómicas habrían sido ya detonadas! Si la Virgen no se hubiera aparecido, nuestra visión, hoy en día, del mundo que nos rodea sería desoladora. Agradezcamos por ello a la Providencia divina por habernos donado en el curso de nuestra historia esta época mariana, iluminada por el mensaje de Fátima, así como por el de los Papas que han sabido aprecier y hacer propias estas luces y enseñanzas traduciéndolas, para toda la Iglesia, en múltiples llamados a la conversión y a la nueva evangelización bajo el signo de María, a quien repetidamente han encomendado y consagrado pueblos y naciones. Siguiendo la luminosa huella dejada por Juan Pablo II, el Papa del “Totus tuus”, se encuentra ahora Benedicto XVI, quien no pierde ocasión para invitar al mundo entero a la conversión, en la entrega confiada a María, la Madre de Jesús, la Virgen aparecida en Fátima que, desde el Cielo, lo protege y lo asiste. (Agencia Fides 16/5/2007; líneas 56, palabras 837)


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