por Gianni Valente
Roma (Agencia Fides) - En 2025, Nigeria ha sido el país que ha registrado el mayor número de misioneros y agentes pastorales católicos asesinados (cinco). Es también el mismo país donde desde hace tiempo la comunidad católica se ve duramente golpeada por la plaga de los secuestros con fines de extorsión.
Sobre la violencia y el sufrimiento que afectan a los cristianos nigerianos, la Agencia Fides ha entrevistado al arzobispo Fortunatus Nwachukwu, secretario del Dicasterio para la Evangelización (Sección para la Primera Evangelización y las Nuevas Iglesias Particulares).
Fortunatus Nwachukwu nació en Nigha, en la parte meridional del entonces protectorado británico de Nigeria (hoy República Federal de Nigeria). Perteneciente al pueblo igbo, es el tercero de doce hermanos y hermanas. Dos de sus hermanas menores murieron durante la guerra de Biafra (1967-1970).
- Como hijo de la Iglesia nigeriana, ¿cómo ve usted el dato de los agentes pastorales asesinados en Nigeria en 2025?
- Todo esto es motivo de profunda tristeza. Y también, en cierto modo, de vergüenza. Porque Nigeria es uno de los países con la población más religiosa del mundo: un pueblo de creyentes, cristianos y musulmanes. Todos decimos ser gente de paz. También los amigos musulmanes repiten constantemente que el islam es la religión de la paz.
Y ante ciertos hechos y determinadas situaciones, me gustaría ver a los amigos musulmanes denunciar y rechazar el uso de su religión para cometer actos de violencia. Todos debemos rechazar cualquier justificación del uso de la religión para perpetrar actos violentos, hasta el extremo de quitar la vida a las personas.
- ¿Hay algún aspecto de estas historias de sufrimiento de los cristianos nigerianos que le haya impactado de manera particular?
- Las personas afectadas no quieren ser héroes, no son individuos que se expongan deliberadamente a riesgos especiales. La violencia los alcanza en su vida cotidiana, mientras están ocupados en hacer lo que les corresponde: seminaristas que viven en los seminarios, estudiantes, chicos y chicas, secuestrados mientras están en la escuela. Y quienes deberían defenderlos y protegerlos no hacen nada.
- ¿Existen responsabilidades concretas de este expandirse de la violencia?
- El gobierno debería ser el primero en sentir vergüenza, como nigerianos. Son muchos los que denuncian la inercia del Estado frente a lo que está ocurriendo. ¿Cómo es posible que un grupo armado se lleve de una escuela a 300 niños, 300 jóvenes, en un contexto en el que hoy existen instrumentos tecnológicos de control y vigilancia? ¿Se trata únicamente de incompetencia? ¿O falta voluntad para reaccionar? La ausencia de reacción es, en sí misma, motivo de una vergüenza aún mayor. Incluso un general fue capturado por grupos armados, que después difundieron el vídeo de su ejecución. Se pretende humillar también al ejército, en el país más grande del continente africano.
- En noviembre, la Presidencia de Estados Unidos ha incluido a Nigeria entre los países de “Especial Preocupación” (Particular Concern), refiriéndose precisamente al sufrimiento de los cristianos. ¿Qué opina de las controversias surgidas en torno a esa decisión?
- Yo diría que estos debates son estériles y pueden incluso generar desazón por el interés y la energía que logran absorber. ¿Por qué dejarnos arrastrar por controversias abstractas sobre Nigeria, gastando tiempo en discutir si en el país existe o no una persecución, en lugar de invertir esa misma energía en adoptar medidas concretas para erradicar la violencia contra los inocentes, que es la raíz misma de todas estas disputas?
- ¿Se puede afirmar que en Nigeria los cristianos son perseguidos?
- En relación con esta cuestión, hay algunos datos objetivos que deben tenerse en cuenta. En Nigeria se está produciendo un colapso total de la seguridad, que afecta a toda la población. Esta inseguridad generalizada actúa como una cortina de humo, un smoke screen, que dificulta identificar con claridad si existen grupos que estén siendo atacados con una virulencia particular.
Hasta hace aproximadamente un año, yo mismo pensaba que las violencias parecían estar vinculadas sobre todo a conflictos entre grupos sociales o étnicos, como el que enfrenta a los pastores fulani y a los agricultores. Sin embargo, a partir de la información que he podido recabar en el último año, numerosos indicios llevan a pensar que existen grupos decididos a atacar de manera sistemática a las comunidades cristianas. Hay muchos datos que pueden respaldar la interpretación de quienes hablan de una persecución contra los cristianos.
- Cuáles son esos indicios?
- La persistencia de secuestros y ataques continuos contra cristianos parece responder a un proyecto sistemático. Además, cuando se solicita la intervención de las fuerzas de seguridad, dicha intervención -cuando se trata de comunidades cristianas- no llega o llega demasiado tarde. Todo ello lleva a pensar que existe una intencionalidad clara de golpear a víctimas cristianas.
- ¿Cómo se puede comprobar la existencia de esa intencionalidad?
- Sería necesario disipar, al menos en parte, la “cortina de humo” de la violencia generalizada, para poder verificar si existen grupos atacados de manera directa y planificada, y si esa misma cortina de humo no ha sido alimentada deliberadamente para golpear a los cristianos ocultando las verdaderas intenciones.
Por esta razón, la controversia sobre Nigeria como tierra de persecución de los cristianos está destinada a prolongarse. Y el Gobierno, más que limitarse a una estéril auto defensa de oficio, debería asumir con decisión la cuestión de la seguridad, para desmentir a quienes hablan de persecución o incluso de genocidio de los cristianos en Nigeria.
Un ejemplo de ello es que, incluso tras el secuestro masivo de 300 jóvenes estudiantes, la reacción gubernamental ha sido totalmente cuestionable.
- ¿Existe un límite claro entre los conflictos de raíz social o étnica y las violencias de matriz sectaria o religiosa?
- La situación está cambiando. En un primer momento prevalecían factores coyunturales de carácter social, como el conflicto entre pastores nómadas y agricultores. Hoy resulta evidente que entre los Fulani ya no hay solo pastores. Es evidente que se han infiltrado en ese grupo: hay individuos que no conducen ganado, se desplazan en motocicletas y otros medios, llevando armas automáticas de asalto.
Estos grupos atacan aldeas, escuelas y seminarios. Así, el conflicto entre pastores y agricultores se ha convertido en una “cortina de humo” detrás de la cual se mueve otra realidad.
Y en todo esto percibo también otro riesgo: el de la demonización indiscriminada de los Fulani.
- ¿A qué puede conducir esta demonización?
- Hoy los Fulani están siendo percibidos por todos como demonios. El miedo es generalizado. Nadie habla de los muchos Fulani honestos, presentes también entre empresarios y académicos. Cuando se menciona a los Fulani, se asocian de forma inmediata es con el terrorismo. En este contexto, basta una chispa para que el odio colectivo se desate contra ellos.
Los grupos que se han dejado infiltrar están exponiendo a todo el pueblo Fulani a este peligro, no solo en Nigeria, sino en toda la región del Sahel.
- ¿Los obispos comparten una misma opinión de lo que está ocurriendo?
- Lamentablemente, la “cortina de humo” de la violencia generalizada dificulta también este discernimiento. Hoy todos acusan a los Fulani, pero hay otras bandas criminales pertenecientes a otros grupos, que se lucran con los secuestros, incluso en el sur del país.
La situación se vuelve cada vez más compleja, y esto influye también en la percepción de los obispos, cuyas valoraciones varían según la región en la que se encuentren. Con todo, la mayoría de ellos, especialmente en la franja central de Nigeria, comparte hoy la opinión de quienes sostienen que en el país está en curso una persecución contra los cristianos.
- ¿Las comunidades siguen alguna estrategia o recomendación para afrontar esta situación?
- Mientras los órganos vinculados al gobierno no parecen capaces de garantizar la seguridad de los cristianos, la Iglesia católica y las Iglesias protestantes y reformadas tradicionales comparten orientaciones y medidas prácticas para actuar con mayor prudencia y reducir los riesgos.
Los grupos pentecostales, en cambio, suelen reaccionar de manera más enérgica, señalando con mayor fuerza las responsabilidades del gobierno.
Además, en los niveles más altos de muchas instituciones hay personas que se declaran cristianas: el secretario general del gobierno y el presidente de la Asamblea Nacional son católicos; el jefe del ejército se declara cristiano; incluso la esposa del presidente de la República afirma ser pastora. Y, sin embargo, no reaccionan ante lo que está ocurriendo.
- Usted es biblista. La Palabra de Dios, ¿cómo ilumina la experiencia del sufrimiento hasta el martirio? Y la Tradición de la Iglesia, ¿cómo ha acogido y comprendido a sus mártires?
- Jesús no ha venido a traer muerte ni sufrimiento. A los suyos les promete la vida, y vida en abundancia. Para darles esa vida, Él mismo ha entregado la suya. Desde esta luz debemos mirar hacia el martirio cristiano.
El mártir no es alguien que va en busca de la muerte ni comete un suicidio. Es absurdo llamar mártires a los suicidas. Mártir es quien da testimonio del amor de Dios por todos, a imitación de Cristo, participando de su mismo amor.
El Papa Francisco habló de martirio también refiriéndose a quienes, durante la pandemia, pusieron en riesgo su propia vida para permanecer cerca del pueblo y socorrer a todos.
El martirio no es un heroísmo del que uno pueda jactarse. Es estar unidos a Jesús y seguirlo, dejarse llevar por Él. Y, al hacerlo, puede suceder que se sea llamado a entregar la propia vida
- En la noche del 24 al 25 de diciembre, las fuerzas militares estadounidenses realizaron una incursión en territorio nigeriano, con el objetivo declarado de bombardear posiciones de grupos considerados vinculados al llamado Estado Islámico. ¿Es una estrategia adecuada y viable para hacer frente a los problemas?
- Un país puede encontrarse en condiciones de no poder afrontar sus propias crisis y divisiones sin ayuda externa. Veo a muchos amigos musulmanes que no saben cómo reaccionar ante lo que está sucediendo, y la inacción del gobierno es evidente. En esta situación, una intervención externa, aunque indirecta, para apoyar al Estado y al gobierno frente a los grupos extremistas y ayudar al país a eliminar las causas de la violencia generalizada, podría no ser del todo injustificada o fuera de lugar.
(Agencia Fides 30/12/2025)