VaticanMedia
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - «Hoy se abre en la historia de la Iglesia una época misionera nueva». Es tiempo de reconocer y proclamar de nuevo «con alegría» y «ante la tumba del apóstol Pedro» que « toda la Iglesia es misionera», y que debemos, «como afirmaba Papa Francisco, constituirnos todos en un “estado permanente de misión”».
Este es el fuerte mensaje que el Papa León XIV ha querido transmitir presidiendo, en la plaza de San Pedro, la celebración eucarística con motivo del Jubileo del mundo misionero y de los migrantes. Ante él, una inmensa multitud de peregrinos llegados de todos los rincones del planeta han llenado la plaza y buena parte de la Via della Conciliazione, a pesar de la lluvia que ha acompañado la primera parte de la celebración.
La vocación misionera –ha recordado el Pontífice- «nace del deseo de llevar a todos la alegría y la consolación del Evangelio, especialmente a aquellos que viven una historia difícil y herida».
Y hoy, entre los primeros destinatarios de la misión de la Iglesia, se encuentran «los hermanos migrantes, que han debido abandonar su tierra, muchas veces dejando a sus seres queridos, atravesando las noches de miedo y de soledad, padeciendo en su propia piel la discriminación y la violencia».
La misión de la Iglesia y la “salvación que no tarda en llegar”
Es el Espíritu Santo –ha recordado el Papa León, refiriéndose a la fuente de toda auténtica obra apostólica- quien «nos manda continuar la obra de Cristo en las periferias del mundo, marcadas a veces por la guerra, la injusticia y por el sufrimiento».
Escenarios oscuros donde resuena el grito tantas veces repetido a lo largo de la historia y recordado también en la primera lectura de la liturgia del día, tomada del Libro del profeta Habacuc. La pregunta se eleva ante el aparente silencio de Dios, que parece no responder a quienes lo invocan frente al mal. «Dios calla», dijo el papa Benedicto XVI en una catequesis citada hoy por el papa León, «y este silencio desgarra el alma del orante, que llama sin cesar, pero sin encontrar respuesta. [...] Dios parece tan lejano, tan olvidadizo, tan ausente».
Sin embargo, la respuesta del Señor -ya insinuada por el profeta Habacuc-, ha proseguido el Papa, es que «todo esto tiene un momento fijado, un término, porque la salvación vendrá y no tardará».
Por lo tanto, «hay vida», una «nueva posibilidad de vida y de salvación que proviene de la fe». Esa fe que «no sólo nos ayuda a resistir al mal perseverando en el bien, sino que trasforma nuestra existencia hasta hacerla un instrumento de la salvación que Dios sigue queriendo realizar en el mundo».
La fe –ha subrayado el obispo de Roma, retomando las palabras de Jesús en el pasaje del Evangelio según san Lucas leído durante la liturgia- es «una fuerza mansa, la fe no se impone con los medios del poder y en modos extraordinarios». «Es suficiente un grano de mostaza para logar cosas impensables, porque lleva en sí la fuerza del amor de Dios que abre caminos de salvación».
Esa salvación comienza a realizarse cuando «cuidamos, con la compasión del Evangelio, el sufrimiento del prójimo» y «crece lentamente cuando nos hacemos “siervos inútiles”, es decir, cuando nos ponemos al servicio del Evangelio y de los hermanos no para buscar nuestros intereses, sino sólo para llevar al mundo el amor del Señor».
«Ir» y «permanecer»
«Nos corresponde a nosotros -escribía ya en 1971 el papa Pablo VI, citado también por León XIV- anunciar el Evangelio en este período extraordinario de la historia humana, un tiempo, ciertamente, sin precedentes, en el que, a vértices de progreso, nunca antes logrados, se asocian abismos de perplejidad y desesperación, también sin precedentes».
Una época – ha añadido el actual obispo de Roma- en la que la misión ya no se asocia solo con «el partir», el ir hacia tierras lejanas que no habían conocido el Evangelio o se encontraban en situaciones de pobreza.
Porque hoy «las fronteras de la misión» ya no son únicamente geográficas, «pues la pobreza, el sufrimiento y el deseo de una esperanza mayor son los que vienen hacia nosotros».
Así lo demuestra «la historia de muchos de nuestros hermanos migrantes, el drama de su fuga de la violencia, el sufrimiento que los acompaña, el miedo a no lograrlo, el riesgo de peligrosas travesías a lo largo de las costas del mar, su grito de dolor y desesperación». Y ante este río de humanidad que se desplaza en busca de salvación y felicidad, en lugar de “partir”, es necesario «quedarnos para mirar a la cara a aquellos que llegan desde tierras lejanas y sufrientes, permanecer para abrirles los brazos y el corazón, acogerles como hermanos, ser para ellos una presencia de consolación y esperanza».
El “intercambio de dones” de la cooperación misionera
Para la «nueva era misionera» que le espera a la Iglesia, el papa León ha pedido «promover una renovada cooperación misionera entre las Iglesias. En las comunidades de antigua tradición cristiana, como las occidentales», ha añadido el Sucesor de Pedro, «la presencia de muchos hermanos y hermanas del sur del mundo debe ser acogida como una oportunidad, para un intercambio que renueva el rostro de la Iglesia y suscita un cristianismo más abierto, más vivo y más dinámico».
Al mismo tiempo, «cada misionero que parte para otras tierras, está llamado a habitar las culturas que encuentra con sagrado respeto, dirigiendo al bien todo lo que encuentra de bueno y de noble, y llevándoles la profecía del Evangelio».
El Pontífice ha invitado a recordar siempre «la belleza y la importancia» de las vocaciones misioneras, dirigiéndose en particular a las comunidades eclesiales europeas, donde se observa una progresiva disminución numérica: «Hoy se necesita un nuevo impulso misionero, de los laicos, religiosos y sacerdotes que ofrezcan su servicio en las tierras de misión, de nuevas propuestas y experiencia vocacionales capaces de suscitar este deseo, especialmente en los jóvenes».
En la parte final de su homilía, el Papa Prevost ha enviado «con afecto» su bendición «al clero local de las Iglesias particulares, a los misioneros y misioneras, y a quienes se encuentran en discernimiento vocacional». Dirigiéndose a los migrantes, ha añadido: «¡Siempre seréis bienvenidos! Los mares y los desiertos que habéis atravesado son, en la Escritura, “lugares de salvación”, en los que Dios se ha hecho presente para salvar a su pueblo. Os deseo encontrar este rostro de Dios en los misioneros y misioneras que conoceréis». (GV) (Agencia Fides 5/10/2025).