ÁFRICA/RD CONGO - Los “100 días de Goma liberada”: un testimonio del conflicto olvidado en el este de la RDC

miércoles, 14 mayo 2025 guerras  

Kinshasa (Agencia Fides) – «Goma, capital de la región de Kivu Norte, dos millones de habitantes. Ciudad ocupada, que se encuentra de rodillas. Extendida a orillas del lago Kivu, acariciada por el calor del volcán Nyiragongo, su belleza y la paz de unos treinta años se están convirtiendo en lágrimas de miedo y muerte». Con estas palabras comienza el dramático testimonio recibido por la Agencia Fides desde Goma, ciudad del este de la República Democrática del Congo (RDC) que cayó en manos de los rebeldes del M23 a finales de enero. Por motivos de seguridad, la publicamos integralmente omitiendo el nombre del autor:

El pasado 28 de enero, tras dos días de intensos combates entre el ejército regular congoleño, apoyado por los «Wazalendo» (milicias patrióticas), y los rebeldes del M23 junto a la AFC (Alianza del Río Congo), con el presunto respaldo del ejército ruandés, la ciudad fue nuevamente declarada «liberada». Una liberación que dejó un saldo trágico de miles de civiles inocentes muertos, muchos de ellos en sus propias casas, construidas con materiales precarios, incapaces de ofrecer refugio alguno.
Saqueos, violaciones y abusos perpetrados por hombres armados de diversas facciones han dejado cicatrices profundas. A más de cien días de los combates, las heridas permanecen abiertas, tanto en el cuerpo como en la memoria colectiva de la población.
La libertad de expresión, la dignidad humana, el derecho a la vida y a la paz han sido brutalmente vulnerados.
Hoy la ley del terror se impone a punta de fusil y bajo los golpes de porras. El sistema judicial ha colapsado. En lugar de tribunales, se han instalado centros de detención que, en la práctica, funcionan como lugares de tortura. Las cárceles han sido vaciadas -unos 3.000 presos desaparecieron durante la toma de la ciudad- y los juicios, cuando se realizan, son sumarios e improvisados, incluso al aire libre.
La noche se ha convertido en una pesadilla para los barrios más vulnerables. Hombres armados irrumpen en las viviendas para robar y agredir sexualmente. Se trata de ex prisioneros, antiguos militares desertores, miembros de milicias… que operan en el anonimato bajo el amparo de la oscuridad. Algunas veces, los asaltantes son capturados por vecinos que intentan defender a las víctimas; sus cuerpos suelen aparecer a la mañana siguiente, abandonados o incluso quemados. El miedo, la ira y la ausencia de justicia alimentan una forma de justicia popular que carece de rostro y piedad.
La búsqueda de presuntos miembros de las FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda), acusados de haber participado en el genocidio de 1994 y ahora escondidos en los barrios de Goma, sirve en muchos casos como pretexto para venganzas personales o enfrentamientos de carácter étnico, exacerbando las tensiones ya existentes. Las detenciones arbitrarias y las desapariciones forman parte de una política de represión destinada a silenciar cualquier voz disidente.
La situación económica es igualmente crítica. El sistema financiero está paralizado: los bancos permanecen cerrados, lo que impide el pago de salarios, incluidos los de los docentes de las escuelas subvencionadas. El comercio está estancado y el aeropuerto internacional, vital para la vida económica de la ciudad, fue bombardeado durante los combates y está fuera de servicio.
Las promesas para mantener viva la esperanza de un futuro próximo mejor -propaganda de ocupación que compara el nuevo régimen de «liberación», supuestamente más eficaz, con el antiguo régimen corrupto e ineficaz de Kinshasa- son muchas; pero se desvanecen cada día que pasa.
Muchos jóvenes, decepcionados con la vida o desesperados de rabia, se presentan voluntarios para alistarse en el ejército de los nuevos amos y combatir al ejército regular del gobierno central. ¿Solución o ilusión? Morir por morir: vale la pena intentarlo.
Pero la lucha por la vida no se ha roto. La población se ayuda de mil maneras. Las decenas de miles de desplazados, cuyos campamentos han sido desmantelados por las nuevas autoridades, han encontrado refugio en casas de amigos, familiares o personas de buena voluntad. Comparten los mismos miedos, el mismo sufrimiento, pero también las mismas esperanzas.
Aumentan las cruces, a veces incluso invisibles, porque no quedan rastros de los desaparecidos. Pero entre las rocas de lava negra del volcán Nyiragongo, esparcidas por los caminos de los barrios, brotan flores. Con dificultad, porque la tierra sigue empapada de sangre. Son flores de tallos delgados, pero fragantes y coloridas: flores rojas, del color de las lágrimas dolorosas derramadas cada día; flores verdes, de esperanza y resistencia, para que la vida no muera; flores que simbolizan una nueva sociedad: la nueva sociedad del Congo que está naciendo entre las cenizas de la guerra. Sí, porque la vida es como el sol: por larga y tormentosa que sea la noche, al amanecer reaparece el sol.
(Agencia Fides 14/5/2025)


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