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Por Antonella Prenna
Jérémie (Agencia Fides) – “Nuestro hospital de Puerto Príncipe sigue siendo un pequeño faro de esperanza frente a la oscuridad que ahora cubre la ciudad”. Son palabras del padre Massimo Miraglio, el único misionero camiliano italiano presente en Haití desde hace 18 años.
Con motivo de la XXXII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el domingo 11 de febrero, y de la XXIV edición de la Jornada de Recogida de Medicamentos, que tendrá lugar del 6 al 12 de febrero, el misionero describe la trágica situación del sistema sanitario en el país caribeño y, al mismo tiempo, el gran deseo de redención de la población.
“En estos momentos -cuenta el padre Massimo en conversación con la Agencia Fides- el sistema sanitario de la isla se encuentra en una situación verdaderamente desastrosa, tanto en la capital como en las ciudades de provincia casi todos los hospitales, centros de salud y clínicas están cerrados a causa de los disturbios y la falta de equipos médicos. La situación es especialmente grave en las zonas más pobres, en los barrios más obreros, donde las tensiones y la violencia son mayores. Todas las pequeñas instalaciones que aún prestaban un servicio, aunque fuera mínimo, han tenido que cerrar una tras otra y la población se ha quedado sin la posibilidad de resolver los problemas sanitarios que han aumentado trágicamente en los últimos años debido a los enfrentamientos y la violencia que está destruyendo el país. Las necesidades sanitarias han aumentado mucho, basta pensar en todas las personas heridas como consecuencia de los enfrentamientos entre bandas, en el problema de la malnutrición que fomenta las enfermedades, sobre todo entre los grupos más débiles, como los niños y los ancianos, y en los enfermos crónicos que no pueden conseguir medicamentos que les salven la vida. Se trata de una auténtica catástrofe sanitaria en lo que respecta a Puerto Príncipe en particular, pero no sólo, porque esta realidad se ha extendido ya por toda la provincia. Por desgracia, muchos hospitales han tirado la toalla, están cerrando y el personal intenta por todos los medios abandonar el país; en resumen, la situación es extremadamente grave”.
En este dramático panorama, una pequeña luz de esperanza la constituye el hospital Foyer Saint-Camille, en la zona de la Plaine, en la salida norte de la capital. “A pesar de las dificultades, los problemas, la presión, a pesar de las amenazas -informa el padre Massimo-, el hospital siempre ha permanecido abierto. Lo dirigen los religiosos camilos haitianos que se han formado a lo largo del tiempo y que ahora, con gran valor y determinación, sacan adelante el hospital, haciendo todo lo posible para seguir atendiendo a la población, especialmente a los más débiles”.
Haití siempre ha tenido un sistema sanitario que funcionaba mal y, sobre todo, era totalmente de pago. “Los pobres -relata el misionero camilo -, estaban excluidos y los pocos ricos podían recibir tratamiento para las cosas más sencillas en la capital, pero luego solían ir al extranjero, sobre todo a Estados Unidos para las enfermedades más complicadas. Siempre ha sido un sistema sanitario excluyente, con los pobres marginados y siempre en grandes dificultades incluso para los problemas de salud más pequeños. En los últimos años, la situación se ha vuelto verdaderamente dramática. Especialmente en los dos últimos años, debido a la violencia reinante y al caos total, en Puerto Príncipe, que era el único punto de referencia donde aún quedaban algunos hospitales, el sistema se ha ido ‘pudriendo’ poco a poco, es decir, se ha derrumbado por completo. Debido a la difícil situación del país, muchos médicos, muchas enfermeras, entre ellas algunas bien formadas, han abandonado Haití para emigrar a otros lugares. En nuestro hospital camilo de Puerto Príncipe, el personal, todo haitiano, está formado, dispuesto y a la altura de las circunstancias, pero vive momentos extremadamente angustiosos. Muchas veces ni siquiera pueden irse a casa, se ven obligados a trabajar turnos largos y luego quedarse en el hospital hasta por la noche para poder descansar y luego reanudar el trabajo. De hecho, a menudo es difícil salir del hospital para volver al lugar donde viven debido a la violencia que ahora se ha apoderado por completo de la capital. Varias enfermeras, médicos, personal sanitario en los últimos años han sufrido robos, han sido secuestrados para pedir extorsiones, algunos nunca han vuelto a casa”.
En las provincias, la situación también ha empeorado como continua explicando el padre Miraglio: “Si bien antes las ciudades de provincia no disponían de estructuras capaces de responder a las necesidades mínimas en el ámbito sanitario, sí existían estructuras, hospitales. Por ejemplo, en Jérémie, la ciudad en la que trabajo desde hace casi veinte años, había un hospital que, ciertamente, funcionaba mal, sin duda con grandes dificultades, pero que aun así, lograba ofrecer algunos servicios, ayudar a la población, sin poder ocuparse, naturalmente, de los casos más graves, pero sí de lo ordinario, de las cosas más sencillas. Desgraciadamente, desde hace dos años la situación está realmente colapsada. Ya no hay agua, no hay luz, no hay absolutamente ningún suministro de material sanitario o medicamentos; la gente tiene que comprar de todo, desde jeringuillas hasta anestésicos, antibióticos, antiinflamatorios. Cuando vas al hospital tienes que llevarlo todo contigo y saber que tendrás que gastar mucho. En los últimos tres años, se ha reducido el personal sanitario cualificado, también en Jérémie. Muchos se han marchado y otros tantos se han ido definitivamente. Nos encontramos por un lado con la deficiencia estructural del hospital, unos servicios verdaderamente desastrosos, y por otro con el personal cada vez más desmotivado, frustrado. En los últimos meses en Jérémie, en el hospital hemos visto a menudo mujeres que venían a dar a luz en el quirófano, llevadas a la sala de partos sin electricidad. Hemos visto cesáreas practicadas a la luz de un smartphone, a menudo con medicación insuficiente; un quirófano que funciona muy mal, , sólo para pequeñas operaciones, donde es muy fácil coger cualquier tipo de infección y donde se opera alumbrando con una linterna. En urgencias, las suturas se hacen sin anestesia”.
El Padre Máximo menciona la importancia que la Jornada de Recogida de Medicamentos tiene también para la realidad de Jérémie. “Desde hace muchos años, como Camilo que ha elegido estar cerca de los enfermos y de los pobres, dirijo un servicio en el que distribuyo gratuitamente medicamentos procedentes de Italia. Todas las noches, al final de la jornada, recibo a decenas de personas que vienen con recetas médicas pidiendo medicamentos. En los últimos meses, antes de mi llegada a Italia, el número de personas había aumentado con creces. Aprovecho la ocasión para dar las gracias de todo corazón a todos los que nos ayudan en el envío de medicamentos en la Jornada Mundial del Enfermo y por esta actividad que el Banco Farmacéutico lleva a cabo desde hace tantos años con gran éxito. Los medicamentos no sólo se envían a centros y asociaciones de Italia, sino también a quienes viven en países como Haití, extremadamente pobres y necesitados. No hay que subestimar que, en los países más pobres, la calidad de los medicamentos que hay en el mercado es muy mala. La mayoría de los que se encuentran en Haití se producen en países donde no hay ningún control. O son producidos en países digamos del primer mundo pero hechos para ser exportados a países pobres, donde no hay ningún tipo de control, y por lo tanto de muy baja calidad. De ahí que la actividad del Banco Farmacéutico, que también celebra cada año el Día Mundial del Enfermo, sea una actividad muy valiosa porque nos permite recoger medicamentos de calidad para apoyar nuestras actividades de ayuda a la población”.
“En cuanto al compromiso que llevo a cabo desde hace 18 años en Jérémie, empezamos hace varios años a construir el pequeño hospital, que desgraciadamente aún no hemos terminado por la situación en que se encuentra el país, la dificultad de traer voluntarios de Italia para trabajar junto con la población local, los técnicos locales y los albañiles locales. Lamentablemente, por razones de seguridad, desde hace tres años hemos tenido que detener las obras y el flujo de voluntarios que vienen a ayudar porque es demasiado peligroso. Sólo en 2023 se han producido al menos 6.000 secuestros con fines de extorsión, esos son los que se han declarado, pero hay al menos otros tantos que no se han declarado”.
“Además de la misión que llevo a cabo junto con mis colaboradores, desde agosto de 2023 también soy párroco de Pourcine, un lugar en las montañas donde precisamente las necesidades en el ámbito sanitario son inmensas. Es un lugar muy remoto en la montaña, y de muy difícil acceso. Desde Jérémie, para llegar a Pourcine, cerca del Pic Macaya, la segunda montaña más alta del país, con 2.400 metros, se necesitan al menos siete u ocho horas de viaje, si tenemos suerte, o incluso más. Una primera parte la recorremos en moto, o en un coche robusto, y luego hay unas tres horas a pie como mínimo para llegar. Así que imagínense las necesidades en un lugar tan remoto, totalmente desprovisto de dispensario y muy lejos del hospital de Jérémie, así como a varias horas a pie de un primer pequeño dispensario que a menudo no puede hacer casi nada. Por tanto, es prioritario para la Parroquia construir un dispensario lo antes posible para responder a las necesidades sanitarias esenciales de la población”.
“Jornadas y actividades como estas promovidas por el Banco Farmacéutico son muy importantes porque ayudan a llevar esperanza y a apoyar los esfuerzos de todos aquellos que, a pesar de todo, no quieren rendirse ante esta situación sino que desean luchar, esforzarse para volver a la luz, para volver a vivir de forma normal, para volver a iniciar sus actividades. La ayuda que nos llega a través de estos medicamentos es importante para apoyar nuestro servicio en un momento tan difícil para la gente; para poder seguir esperando, luchando para que un día Haití pueda por fin levantarse y ser un país donde la gente pueda volver a vivir, aunque sea con medios reducidos, pero con dignidad”.
El territorio, formado por un pueblo y 17 aldeas, donde se encuentra la nueva parroquia de "Nuestra Señora del Perpetuo Socorro" de Pourcine cuenta con el padre Massimo, originario de Borgo San Dalmazzo, en la provincia de Cuneo, Italia, como primer párroco (véase Agencia Fides 28/9/2023).
(Agencia Fides 10/2/2024)
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