Por Elena Grazini
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La historia de Jeanne Bigard, nacida un 8 de diciembre de 1859, es un testimonio de vida entregada al cuidado y apoyo de las vocaciones sacerdotales en los países de misión (véase Agencia Fides 14/04/2021). Jeanne, es la fundadora de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, una de las cuatro Obras Misionales Pontificias, establecida en 1889 después de la creación de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe (POPF) en 1822 y la Obra Pontificia de la Santa Infancia (POSI) en 1843. Esta obra encuentra sus raíces en la profunda sensibilidad misionera de Jeanne Bigard y su madre, quienes dedicaron toda su vida al apoyo de los misioneros en todo el mundo.
La historia tiene su inicio en la segunda mitad del siglo XIX, una época que presenció el surgimiento de numerosos institutos misioneros y un renovado vigor en la missio ad gentes. Jeanne Bigard y su madre se sumergieron en los escritos de misioneros que se encontraban en África, Asia y China, y se familiarizaron con la POPF, que estaba al servicio de los sacerdotes misioneros en la difusión del Evangelio. Fue el servicio de la POPF lo que inspiró a Marie-Zoé du Chesne, quien, antes de fundar la POSPA, había establecido en Orleans, en 1838, la “Opera Apostolica”. Esta organización tenía como objetivo proporcionar a los misioneros católicos franceses en el extranjero elementos litúrgicos como cálices, crucifijos, altares portátiles, mobiliario sagrado, manteles y otros artículos necesarios para su ministerio. La intuición de Marie-Zoé du Chesne demostró ser precursora de la fundación de la POSPA, que también se ocuparía de estas necesidades litúrgicas, pero destacaría proféticamente la importancia de las vocaciones locales en la propagación del Evangelio.
Jeanne Bigard y su madre, animadas por la voluntad de comprometerse concretamente, ofrecieron oraciones y sacrificios por los misioneros y, al mismo tiempo, empezaron a apoyar económicamente las necesidades que se les planteaban creando una red de simpatizantes mediante una labor de sensibilización capilar e incesante. Fue un misionero francés en Japón quien habló de Bigard y de su madre al vicario apostólico de Nagasaki, Jules-Alphonse Cousin, quien, habiendo creado ya un seminario para la formación de sacerdotes japoneses, no disponía de medios para mantenerlo y apoyar económicamente a cada aspirante. Mons. Cousin se dirigió a Jeanne Bigard en 1899, en una carta fechada el 1 de junio, carta que marcaría para siempre el inicio de la Obra de San Pedro Apóstol.
“No creo que Mons. Cousin pensara que de su petición nacería la Obra de San Pedro Apóstol", comenta el Padre Guy Bognon PSS, Secretario General de la Obra. De esta semilla -añade el padre Guy- nació la Asociación de San Pedro Apóstol, y después la Obra de San Pedro Apóstol (Obra para la Formación del Clero Local), que surgió para ocuparse exclusivamente de una de las necesidades más urgentes para la difusión del Evangelio: la educación y formación del clero, y la construcción y apoyo financiero de seminarios en los Países de Misión”.
Ya en 1893, ni siquiera cuatro años después de su fundación, Mons. Louis Guillon, Vicario Apostólico de Manchuria, elogiaba la obra en estos términos: “La Obra de la formación de los sacerdotes indígenas es el nervio de la evangelización”. En otra carta escrita el 25 de marzo de 1896, explicaba: “Al multiplicar el clero indígena, esta Asociación de San Pedro, que llega tan bien a su tiempo, multiplicará también por diez los frutos de nuestro Apostolado.... Doy gracias a Dios con toda la efusión de mi alma por haber dado origen a una Obra tan apostólica y tan adecuada a nuestras necesidades”. En la misma época, otro Vicario Apostólico, el de Mysore en la India, Mons. Louis Kleiner, en una carta del 27 de marzo de 1895, escribía: “Ciertamente, ninguna Obra es más oportuna y no puede agradar más a Dios que la que se propone proporcionar a las Misiones los medios para formar y aumentar el Clero autóctono”.
Además de los testimonios de los Misioneros Beneficiarios, la Fundadora también recibió la aprobación más benévola de varios obispos franceses que fueron informados sobre sus actividades caritativas. Monseñor Augustus, obispo de Moulins, afirmó con enérgica convicción en una carta del 27 de mayo de 1896 que la utilidad, e incluso la necesidad, de la Obra es indiscutible. Dado el carácter innegable de esta necesidad, el Papa León XIII solicitó que esta Obra se extendiera a todas las diócesis y parroquias de todos los países. Finalmente, en un quirógrafo del 4 de enero de 1921 del Papa Benedicto XV leemos: “Llevamos particularmente en el corazón la Obra de San Pedro Apóstol, cuyo fin es dotar a la Iglesia en los países de misión de un clero autóctono capaz de acelerar la extensión del reinado de Nuestro Señor Jesucristo; por eso deseamos ardientemente que esta Obra florezca en todas las diócesis y también en todas las parroquias. Con esta esperanza impartimos cordialmente Nuestra Bendición Apostólica, para que sea prenda de gracia y de fervor divino, a todos los miembros y bienhechores de esta loable Obra”.
(Agencia Fides 7/12/2023)