ASIA/COREA DEL SUR - Entre Japón y Filipinas, la circularidad del “pasa palabra misionero”

sábado, 14 octubre 2023 evangelización   migrantes   misioneros  

Seúl (Agencia Fides) - La misión evangelizadora es hoy más circular que nunca, basada en dar y recibir: esto se evidencia en la realidad de la comunidad católica coreana que, por un lado, envía sacerdotes y religiosos a Japón (como a muchas otras naciones del mundo), un país que tuvo tiempos de guerra y hostilidad con Corea y por otro lado, recibe en sus comunidades la presencia de inmigrantes filipinos que son auténticos misioneros del Evangelio y atraen a nuevos creyentes de manera constante.
Uno de los sacerdotes coreanos que realiza misiones en Japón es el padre Jeon Won-cheol, en la diócesis de Fukuoka, donde los católicos representan solo el 0.3% de la población. El padre comenzó a celebrar la misa en una oficina pública, reuniendo a pocos católicos. Notó que no había voluntarios para preparar el altar y la liturgia. A pesar de encontrarse haciendo todo solo, el misionero afirma: “Nuestro trabajo es el servicio; estoy aquí para servir a Dios y a los creyentes”.
El misionero nunca deja de encontrarse y hablar con los creyentes; al visitar las oficinas públicas, suele encontrarse con personas que desconocen por completo la fe: “Incluso si te presentas como 'sacerdote', la mayoría de las personas no sabe qué tipo de trabajo realizas”, observa. “Viviendo en Japón, veo a muchas personas que necesitan un Pastor; necesitan ser escuchadas, desean una palabra de empatía y amor. Siento que el Señor me ha llamado a estar aquí, a gastar mis energías para encender el fuego de la fe en este lugar”, nos dice en este mes misionero de octubre, cuando la Iglesia celebra el Día Mundial de las Misiones, el 22 de octubre.
La vida cotidiana de los japoneses está estrechamente relacionada con el shintoísmo y el budismo. Creer en el cristianismo puede significar una especie de “desconexión” de la vida diaria de la mayoría de los demás japoneses. A la luz de esto, los misioneros coreanos reflexionan continuamente sobre lo que significa “ser misioneros” y “realizar una obra misionera” en Japón. Padre Lee Han-woong, otro misionero coreano, dice: “No creo que sea un esfuerzo inútil; veo a niños y personas no cristianas aceptar el regalo y la conciencia de la preciosidad de la vida mientras escuchan historias sobre Dios. Si testificamos nuestra fe con simplicidad en la sociedad, creo que esto es una acción misionera importante”.
La misión es dar y recibir, y estar unidos en este círculo de la gracia de Dios. Esto lo testimonia Lani Lo Rivas, una mujer filipina y presidenta de la Comunidad católica de filipinos en Corea. "La razón por la que estamos unidos es porque nos basamos en el amor y el respeto mutuo. Estamos unidos en Cristo. En la comunidad de Gwangjeok, experimentamos que podemos ser 'uno solo' en la fe y el amor, trascendiendo la nacionalidad y el idioma”. En la parroquia de Gwangjeok, perteneciente a la diócesis de Uijeongbu, viven miles de inmigrantes y muchos de ellos son filipinos. Estos no se sienten “extraños” en la Iglesia local, sino que están completamente integrados. Algunos de ellos forman parte del Consejo Pastoral y participan activamente en la gestión de la comunidad. “En la comunidad cristiana, he encontrado un lugar donde recibir consuelo por las dificultades a las que me enfrentaba en el trabajo y por la soledad de vivir lejos de mi familia. La comunidad es nuestro refugio espiritual, donde podemos encontrarnos y hablar con personas que nos brindan hospitalidad y comprensión, encontrando consuelo en la oración común”, dice Lani Lo Rivas.
Al principio, solo diez católicos filipinos participaban en las actividades de la comunidad; sin embargo, a través del constante “pasa palabra misionero”, la comunidad ha crecido y ahora más de 200 inmigrantes asisten regularmente a misa y a eventos comunitarios, “exactamente como todos los demás creyentes coreanos, mezclándose con ellos”, explica.
La comunidad de Gwangjeok, caminando juntos de manera sinodal, experimenta que las diferencias en el color de piel y en el idioma no son un obstáculo para la vida de fe: “Como dice San Pablo, 'ya no hay judío ni griego, porque todos estamos unidos en Cristo Jesús. Ya no hay más que una raza, la de los hijos de Dios. Hay solo un color, el de los hijos de Dios. Hay solo un idioma, el de los hijos de Dios, y es el idioma del amor. Esta unidad es un gran testimonio del amor de Dios y es, en sí misma, una obra misionera”, concluye.
(PA) (Agencia Fides 14/10/2023)


Compartir: