VATICANO - Papa Francisco: En los santuarios marianos, la Virgen nos muestra cómo se anuncia el Evangelio y nos da la paz de los niños

miércoles, 23 agosto 2023

Roma (Agencia Fides) - El anuncio del Evangelio no se realiza mediante la imposición de modelos culturales preestablecidos. La liberación proclamada por Cristo llega a los hombres y a los pueblos cuando se expresa en su "lengua materna” y es recibida y transmitida a los demás a través de los pequeños y los sencillos, y no a través de los sabios y eruditos. Lo recordó el Papa Francisco hoy durante la audiencia general del miércoles al reanudar el ciclo de catequesis dedicado al redescubrimiento de la pasión por el anuncio del Evangelio. Ante una multitud festiva reunida en el Aula Pablo VI, el Obispo de Roma, venido desde el continente americano, volvió a proponer como paradigmático el relato de las apariciones de la Virgen en Guadalupe, a la que definió como “fuente siempre viva” e la evangelización en las Américas”. El Evangelio -, reconoció el Papa Francisco al inicio de su catequesis -, había llegado al Continente incluso antes de aquellas apariciones, “pero desgraciadamente también iba acompañado de intereses mundanos”, y se recorrió muchas veces el camino precipitado “de trasplantar e imponer modelos preestablecidos, europeos, por ejemplo, falta de respeto hacia las poblaciones indígenas”. La Virgen de Guadalupe, en cambio, “aparece vestida con ropas de los indígenas, habla su lengua, acoge y ama la cultura del lugar: ella es Madre y bajo su manto tiene sitio cada hijo”.

La historia de Guadalupe, -repitió el Papa Francisco-, da testimonio de que el Evangelio se transmite en la lengua más adecuada, que es la “lengua materna”. En este sentido, el Pontífice pidió a los peregrinos en el Aula Pablo VI que aplaudieran a tantas madres y abuelas que transmiten el Evangelio a sus hijos y nietos: “La fe se transmite con la vida, por eso las madres y las abuelas son las primeras anunciadoras”. Además, la historia de Guadalupe confirma que el Evangelio se comunica siempre “en la sencillez”. “Nuestra Señora elige siempre lo sencillo, en el cerro del Tepeyac en México como en Lourdes y Fátima, habla a todos, habla a cada uno, con un lenguaje apto para todos, comprensible, como el de Jesús”.

En Guadalupe, la Virgen María confía su mensaje a Juan Diego, “una persona humilde, un indio del pueblo”, porque a Dios “le encanta hacer prodigios a través de los pequeños”. La Virgen se aparece a Juan Diego en diciembre de 1531 llamándolo “mi amado hijito Juanito” y lo envía al Obispo para pedirle que le construya una iglesia en el lugar donde ella se apareció. Pero el Obispo, en varias ocasiones, se muestra desconfiado y no toma en consideración el mensaje traído por Juan Diego. Las obras apostólicas experimentan siempre también "el esfuerzo, la prueba del anuncio”, explicó el Papa. Para quienes dan testimonio del Evangelio siempre surgen obstáculos inesperados, persecuciones, “a veces por parte de la misma Iglesia. De hecho, para anunciar no basta con dar testimonio del bien, es necesario saber soportar el mal. Un cristiano hace el bien”, destacó el Papa añadiendo algunas palabras improvisadas al texto escrito, “pero soporta el mal”- “Ambos van juntos, así es la vida. También hoy, en muchos lugares, para inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas se necesita perseverancia y paciencia, es necesario no temer los conflictos, no desanimarse. Pienso en un país donde los cristianos son perseguidos porque son cristianos y no pueden practicar bien y en paz su religión”, añadió.

En el anuncio del Evangelio, - prosiguió el Pontífice -, siempre existe “el riesgo de una cierto desánimo” que, ante los obstáculos y las resistencias, empuja a retirarse, “desanimarse y quizás refugiarse en las propias certezas, en pequeños grupos y en algunas devociones íntimas”. En la historia de Guadalupe, es María misma quien anima a Juan Diego y lo empuja a insistir con el Obispo. Nuestra Señora, “mientras nos consuela, nos hace seguir adelante y así nos hace crecer, como un buena madre que, siguiendo los pasos del hijo, lo lanza a los desafíos del mundo”, aseguró el Papa. Ella misma promete a Juan Diego un signo, “una prueba” solicitada por el obispo para dar credibilidad a las palabras del indio. María consuela a Juan Diego con palabras desarmadoras e inolvidables: “No turbes tu rostro, tu corazón... ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?”. “Nuestra Señora, - comentó el Papa Francisco, añadiendo otras palabras espontáneas al texto escrito de la catequesis -, muchas veces, cuando estamos en la desolación, en la tristeza, en la dificultad, Ella también nos lo dice a nosotros, en su corazón: ‘¿No estoy aquí que soy tu madre?’. Siempre cerca para consolarnos y darnos fuerzas para seguir adelante”.

El Pontífice explicó que Juan Diego, animado por María, en pleno invierno encuentra y recoge hermosas flores, las envuelve en su manto y, siguiendo instrucciones de la Virgen, se las lleva al Obispo. Va, espera pacientemente su turno y muestra las flores en presencia del Obispo, cuando por prodigio “aparece en el tejido del manto la imagen de la Virgen, la extraordinaria y viva que conocemos, en cuyos ojos están impresos todavía los protagonistas de entonces”. Cuando hay disponibilidad y obediencia, - comentó el Papa -, llegan las “sorpresas de Dios”, que “puede hacer algo inesperado, en los tiempos y en las formas que no podemos predecir. Y así se construye el santuario solicitado por la Virgen.

En ese Santuario, - recordó el Papa en la conclusión de su catequesis -, Juan Diego pasó el resto de su existencia terrena anunciando el Evangelio con su sencillo servicio de acogida a los peregrinos. “Eso sucede aún en los santuarios marianos, destinos de peregrinación y lugares de anuncio, donde todos se sienten como en casa porque es la casa de la madre. Es la casa de la madre, y sienten la nostalgia del hogar, es decir, nostalgia por el lugar donde está la Madre, el Cielo. Allí se acoge la fe de manera sencilla, de manera genuina, de manera popular, y Nuestra Señora, como le dijo a Juan Diego, escucha nuestras lágrimas y cura nuestros dolores. Aprendemos esto: cuando hay dificultades en la vida, acudimos a la Madre. Y cuando la vida va bien, acudimos a la Madre para compartirle también eso. Necesitamos acudir a estos oasis de consuelo y de misericordia, donde la fe se expresa en la lengua materna, donde las dificultades de la vida se depositan en los brazos de la Virgen y se vuelve a la vida con paz en el corazón, quizá con la paz de los niños”.
(GV) (Agencia Fides 23/8/2023)


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