ASIA/CHINA - La diócesis de Shanghai conmemora al Obispo Aloysius Jin Luxian, 10 años después de su muerte

viernes, 28 abril 2023 iglesias locales   obispos   jesuitas   evangelización  

foto Massimo Quattrucci

Shanghái (Agencia Fides) - Más de mil personas llenaron ayer la catedral de la diócesis de Shanghái para conmemorar al obispo jesuita Aloysius Jin Luxian, que regresó a la casa del Padre hace 10 años, el 27 de abril de 2013. Durante la solemne misa de sufragio, presidida por el obispo Joseph Shen Bin y concelebrada por unos sesenta sacerdotes de la diócesis, la emoción era palpable entre los presentes (entre ellos más de setenta religiosos) que acudieron para testimoniar su recuerdo agradecido al obispo Jin y de su contribución al camino de la Iglesia en Shanghai. En su homilía, el obispo Shen Bin se detuvo en el incansable trabajo del obispo Jin por la reanudación de la vida diocesana. "Invito a todos los sacerdotes y fieles laicos de la diócesis", dijo monseñor Joseph Shen, "a aprender de él la devoción a la fe, el amor a la patria y a la Iglesia, el espíritu de unidad y cohesión. Debemos asumir nuestra responsabilidad, hacernos cargo de la misión a la que estamos llamados y trabajar juntos para abrir nuevos caminos al anuncio del Evangelio y a la labor pastoral en la diócesis de Shanghai", siguiendo los pasos de Aloysius Jin.
Hace diez años, fue un cáncer de páncreas el que se apoderó del ya frágil cuerpo de Jin, de 97 años. Su larga vida terrenal había abarcado todos los acontecimientos más íntimos de la aventura sin parangón vivida por la Iglesia de China en las últimas décadas. El misionero y sinólogo Giancarlo Politi, también fallecido, había escrito de él: «Jin es una personalidad excepcional, inteligente y astuta, lleno de iniciativa y dotado de una simpatía entrañable, un agudo conocedor del régimen y de los mecanismos que lo sostienen. Un tipo desencantado, pero... un hombre de Iglesia».
El futuro obispo jesuita nació en junio de 1916 en una aldea cristiana de Pudong, donde hoy destacan los rascacielos de la "nueva" Shanghai. Había sido bautizado en una vieja pagoda que los misioneros habían convertido en iglesia. Había visto florecer su vocación a la sombra de San Ignacio de Loyola y de su hermano de Macerata, el gran misionero jesuita Matteo Ricci. Había estudiado en Europa justo después de la guerra, primero en Francia y luego dos años en Roma, entre 1948 y 1950, preparando su tesis sobre la Trinidad en la Pontificia Universidad Gregoriana. Tras la llegada al poder de Mao Zedong, Jin regresó a su patria. En 1951, se había convertido en vicerrector del seminario de Shanghai, junto con el obispo Ignatius Gong Pinmei y sus estrechos colaboradores.
En 1960, Jin fue condenado a 18 años de prisión, más nueve de re-educación. Pasó de un centro de re-educación a otro, y también conoció los campos de trabajo de Henan.
En 1985, a raíz de la "apertura" inaugurada por Deng Xiaoping, Jin, aceptó ser obispo de Shanghai con el reconocimiento del gobierno, pero sin el del Papa. Desde ese cargo, trabajó para favorecer la reanudación de la vida eclesiástica y la posibilidad de administrar los sacramentos necesarios para la vida de los fieles, a la luz del sol. «Mi deber como sacerdote», explicaba el obispo jesuita en el libro escrito sobre él por el periodista francés Dorian Malovic, «era convencer a las autoridades políticas chinas de mi buena fe, de mi profunda identidad como patriota y del carácter inofensivo de mi fe católica». En años posteriores, Shanghai fue la primera diócesis china en reintroducir oraciones por el Papa en la liturgia. Allí, a partir de los años ochenta, se reorganizaron el seminario y toda la estructura diocesana. En 2005, Jin recibió de la Santa Sede la plena legitimación canónica de su consagración episcopal. Dijo de sí mismo: «Podría haber sido un héroe anticomunista en el extranjero, pero no en China... Dios sabe dónde he puesto siempre mi lealtad, y su juicio me es más querido que la justicia de los hombres».
(NZ/GV) (Agencia Fides 28/4/2023).


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